Dos grandes errores de la humanidad (el segundo aún podemos remediarlo)

Todos los seres humanos creen ser inteligentes. No hay duda de que nuestra especie muestra signos de cierta inteligencia, pero hay también que reconocer que tenemos suficientes datos sobre la inteligencia en otros animales, y algunos los niegan (al menos con sus acciones). Por otra parte, está ampliamente aceptado que los humanos cometemos errores, aunque a algunos les cueste reconocer los suyos, y mucho más pedir perdón, como si ello fuera algo humillante cuando, en realidad, es justo lo contrario.

No solo cometemos errores a nivel individual. Los mayores errores, como los mayores aciertos, los cometemos colaborando entre nosotros, a nivel colectivo. Hay errores que serían imposibles sin el desatino testarudo, aceptado y colectivo de miles de humanos (en el PP, bien debieran saberlo). Por ejemplo, las guerras (como la de Putin o la de Hitler), o los ecocidios (como el del Mar Menor o el de Doñana) son buena prueba de esto.

El error de la agricultura

Resumen del libro "Sapiens", muy recomendable. Haz click para leerlo.Yuval Noah Harari explica muy bien en su Sapiens que aunque la agricultura ofrecía ventajas a los primeros agricultores, los inconvenientes eran mayores para los individuos. La ventaja principal fue para la especie humana, que comenzó a multiplicarse exponencialmente. Y aclara: «Esta es la esencia de la revolución agrícola: la capacidad de mantener más gente viva en peores condiciones». Los agricultores vivían cada vez peor, pero «nadie se daba cuenta de lo que ocurría. Cada generación continuó viviendo como la generación anterior, haciendo solo pequeñas mejoras» que pretendían hacer la vida más fácil, pero la suma de todas esas mejoras empeoraban la calidad de vida individual.

No fue el ser humano el que domesticó a las plantas, sino a la inversa. Por ejemplo, durante generaciones, hombres y mujeres han trabajado duro para cuidar del trigo, incluso enfermando para ello. «Los [antiguos] cazadores-recolectores se basaban en decenas de especies para sobrevivir, y por lo tanto podían resistir los años difíciles incluso sin almacenes de comida». Harari concluye que tras varias generaciones «nadie recordaba que habían vivido de forma diferente» y el tamaño de la población impediría volver atrás.

El error del petróleo

No queremos aquí negar las grandes ventajas que ha tenido la agricultura y el petróleo, sino destacar que tenemos que ser conscientes de que la humanidad va por un camino equivocado y que si somos inteligentes deberíamos girar el rumbo.

La industrialización de la agricultura permitió dedicar menos esfuerzo físico a alimentarnos, pero hemos creado sociedades que, por una parte, dependen del petróleo para comer y, por otra, están generando problemas ambientales que nos acercan a multitud de desastres (pandemias, hambrunas, enfermedades por pesticidas, guerras…).

Nuestra dependencia de los fertilizantes será un factor clave en la grave crisis que viene, aunque algunos echarán la culpa al gobierno de turno. No faltará quién proponga fertilizar los campos con el estiércol de las macrogranjas y así resolver de paso el problema de su contaminación. El problema es que hacer eso requiere quemar más combustibles fósiles y, precisamente, es eso lo que no podemos permitirnos.

Las macrogranjas están condenadas a morir (matando, sin parar). En todo su proceso hay insostenibilidad concentrada. Vamos a resumirlo:

  • Las macrogranjas requieren grandes cantidades de agua y petróleo para funcionar y para producir los alimentos que come el ganado. Se usan combustibles para mantener la granja, para transportar la comida y los animales al matadero, para transportar la carne y sus derivados hasta los consumidores, etc.
  • Los animales comen ingentes toneladas de comida, por lo que es imposible satisfacer la demanda con producción local. Así, utilizan, por ejemplo, soja de otro continente, lo cual requiere aún más combustible y espacio.
  • Fertilizar los campos con el estiércol no es tan simple. Lo más cómodo y barato es tirar los purines cerca de la granja, lo más escondido posible. Luego, los acuíferos se contaminan y todos sabemos por qué.

Toda la cadena de producción cárnica es un enorme motor de combustión de energía fósil. La carne de ganadería extensiva, o incluso con algún sello de carne ecológica, no es mucho mejor.

Si queremos que la alimentación humana reduzca las emisiones contaminantes, lo primero (por ser lo más simple) es reducir drásticamente el consumo de carne, de pescado (al menos de los arrastreros), de huevos y de lácteos. Podríamos empezar por dejar de subvencionar a esas empresas y por dejar de pagar anuncios que fomentan el consumo de alimentos de origen animal. De hecho, como algo general, la publicidad de productos insostenibles debería estar prohibida: coches, carnes, joyas, viajes en avión… y también, por supuesto, la publicidad para consumir lácteos, como los de supuestas fundaciones de falsos nutricionistas. En Chile han puesto coto a la publicidad de productos insanos y ello ha tenido consecuencias muy positivas.

Con todos estos datos, algunos se agarran a los grandes logros de la humanidad, que no son pocos. Por ejemplo, aumentar la esperanza de vida, poder vivir y trabajar a decenas de kilómetros de distancia, o poder comer uvas cuando no es el tiempo de las uvas. Como decía magistralmente Harari: «podemos felicitarnos por los logros sin precedentes de los sapiens modernos únicamente si ignoramos por completo la suerte de todos los demás animales». Gran parte de la riqueza material se ha construido —o se está consiguiendo— a base del maltrato sistemático de animales (laboratorios, granjas, zoos, circos, acuarios, caza…) y de la explotación sistemática de la Naturaleza, de forma absolutamente egoísta por parte de los más ricos del planeta. No es descabellado decir que será la desigualdad social (la pobreza y la riqueza extremas) lo que hará arder las calles (y el planeta). Aún estamos a tiempo.

La conclusión es evidente: hay que dejar de quemar gasolina en los sectores absurdos (a eso se llama decrecimiento). Aprovechemos el petróleo que aún es barato, para una transición justa e inteligente.

♣ Más sobre la agricultura:

Acerca de Pepe Galindo

Estamos en el mundo para aprender y ayudar y, si es posible, disfrutar. Es autor de libros como "Salvemos Nuestro Planeta", "El buscador de lo inefable" y "Relatos Ecoanimalistas"; ademas de publicar regularmente en dos blogs: 1) blogsostenible.wordpress.com y 2) historiasincontables.wordpress.com
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