HINDUISMO: Upanishad, Bhagavad Gîtâ, Yoga y Tantra, meditación, iluminación y mucho más

Dentro de las filosofías y religiones orientales, merece especial atención el hinduismo, por su profundidad mística, por su sencillez pragmática, y por tener origen común de múltiples corrientes.

Para este tema nos basamos en la obra del orientalista español Fernando Díez, «El Legado de la India» (2005), de la que extraemos muchos textos entrecomillados. Díez divide la historia india en 3 épocas:

  1. Del 1500 al 600 a.C (llegada de los arios, los Veda y los primeros Upanishad).
  2. Del 600 a.C. hasta el 200 d.C. (época épica o brahmánica, donde nacen el Mahâbhârata, el Ramayana, el budismo, el jainismo, shivaismo, vishnuismo, muchas Upanishad, los Brahmasûtra de Badarayana, el yoga de Patañjali…).
  3. A partir del 200 d.C. (época clásica, naciendo en el siglo XIX el hinduismo como tal y la independencia de los ingleses en 1947 gracias al líder Gandhi).

Valorando a la India, Hegel reconoce algunos avances hindúes en geometría, astronomía, álgebra, gramática sánscrita, sistema de numeración, el cero, ajedrez… pero parece fue injusto confundir con un problema biológico la expulsión de objetos en la mente, que es la base de la meditación. En arquitectura hay que destacar los numerosos templos, especialmente los de Khajuraho (s. XI, Patrimonio de la Humanidad desde 1986), y los excavados en la roca de Ellora, templo de Krishneswara o Kailasa. Entre los siglos X y XIII los musulmanes destruyen numerosos templos en el Norte pero en el Sur se construyen muchos más aún.

El hinduismo tiene una evolución de 4000 años. Es un politeísmo difícil de definir, contradictorio a veces, cuya meta es unirse al ser infinito (Brahma), a través de la adoración de imágenes, el yoga y el ascetismo. Resulta sorprendente que un pensamiento surgido hace más de 25 siglos, y que jamás mostrara voluntad proselitista, tenga una difusión tan asentada tanto en Oriente como en Occidente (como religión o como meras técnicas de relajación, autocontrol, salud…).

Las obras básicas son las Vedas y las Upanishad, así como los posteriores poemas épicos Mahâbhârata (gran India) y Ramayana. Los dioses principales son Brahma (creador), Vishnú (preservador) y Shiva (destructor, transformador), pero hay muchos otros dioses, diosas y reencarnaciones de éstos, como Ganesha (cabeza de elefante), Krishna (reencarnación de Vishnú), Kandarpa (dios del amor), Agni (dios del fuego), Vayu (dios del aire), diosa madre y sus múltiples manifestaciones: Devi, Shakti o Parvati, la terrible Kali, Laksmi (riqueza)… En muchos puntos se une al budismo y al jainismo (sistemas no védicos). En otra obra, las leyes de Manu, se definen las castas, las etapas de la vida y el dharma (el deber).

En este terreno, filosofía y religión se confunden, y pueden distinguirse dos formas de actuar, el Vishnuismo-Krishnaismo, ortodoxos, buscan el orden y el conocimiento (similar a la corriente apolínea de la Grecia clásica), y el Shivaismo-Shaivismo, ensalzando el éxtasis sensual (similar a la tendencia dionisiaca), y que culmina con el tantrismo y el shaivismo de Cachemira (excelsa metafísica mística, mal conocida porque algunas tendencias ven una unión mística en algunas prácticas inmorales, como el consumo de alcohol o el sexo).

El hinduismo es un conjunto de religiones sin rituales comunes (el yoga no es un ritual), ni dogmas, aunque sí tienen principios éticos (basados en la recta conducta, vegetarianismo…). La finalidad de la existencia es la iluminación o liberación, experiencia interior del Absoluto que conlleva la salida del ciclo de reencarnaciones. Tal vez es, sencillamente, lo que algunos llaman el Centro, o Religión Perenne, origen de todas las religiones y que está en el interior de cada hombre, algo que escapa a los sentidos.

En el hinduismo son clave los conceptos de karma (acción) y dharma (deber), dos pilares del pensamiento hindú junto con la reencarnación y la liberación. El principio del karma afirma que cada ser humano está donde está por sus actos, somos responsables de lo que hacemos y cada acto tiene consecuencias. El principio del dharma indica que cada ser tiene un deber que cumplir.

En el hinduismo, como en otras religiones tribales, lo creado es sagrado: agua, aire, fuego, plantas, árboles, animales, el ser humano… aunque hay elementos que son especialmente sagrados, como la planta de tulsi, el árbol de banian, la vaca… Por eso, en el hinduismo, la destrucción de los bosques o de la naturaleza es sacrílego. En el Mahâbhârata también se defiende a la naturaleza en varias ocasiones. Quizás el máximo exponente del respeto a la naturaleza sea el jainismo, religión no-teísta y no védica fundada en el siglo VI a.C. por Mahavira, que tiene 5 votos importantes:

  1. ahimsa (no violencia), hacia todo animal incluyendo los insectos e implicando ser vegetarianos estrictos, intentando dañar las plantas lo menos posible;
  2. satya (veracidad);
  3. asteya (no robar);
  4. brahmacharya (castidad);
  5. aparigraha (desapego de lo material, limitación voluntaria de las necesidades).

El primero y el último son lemas necesarios de todo ecologismo, además de la denuncia de todo abuso o injusticia.

Las Upanishad, la metafísica que es semilla de las religiones o filosofías indias (siglos VII-VI a.C.)

Vedanta (veda, sabiduría; anta, fin) significa el fin o meta de la sabiduría, el cual está expresado en las Upanishad. Es el equivalente oriental a la filosofía presocrática: Brahman es la physis griega; y la búsqueda en la Naturaleza, es aquí en el propio interior.

Son textos revelados, no por ningún ente exterior, sino que son «verdades eternas percibidas interiormente» usando el yoga y el desapego. El concepto upanishádico de sabiduría es autocontrol, generosidad y compasión. Y el mensaje clave, base del pensamiento indio, el gran descubrimiento upanishádico es que «âtman es Brahman«, «la esencia metafísica del ser humano es idéntica a la esencia ontológica del mundo». Tal vez pueda interpretarse como que nuestra alma es Dios, o simplemente que somos Dios. En la Brihadâranyaka Upanishad se dice: «Cuando alguien venera una deidad pensando, «ella es uno y yo soy otro», no ha entendido nada» (verso 10). El âtman es imperecedero, ve, oye, piensa… pero no puede ser visto, ni oído, ni pensado… De ahí se obtienen los diez elementos del mundo exterior (habla, olor, apariencia, sonido, sabor, acción, placer, dolor, bienaventuranza, movimiento y mente) en correspondencia con los poderes del ser y ambos no pueden existir por sí mismos (idea que en Occidente no se plantea hasta Kant).

«Tanto vedánticos, como tántricos, o budistas intuyeron desde siempre un vacío esencial en donde se soporta y de donde surge el mundo sensible» y la misma «ciencia penetra en la materia y cada vez se encuentra con menos cosas»… «la materia parece desvanecerse en algo inmaterial (…) las partículas se deshacen en consciencia, en la del observador». La Isha Upanishad dice: «En la oscuridad ciega entra quienes se entregan a las cosas del mundo, pero los que se entregan al saber entran en una oscuridad todavía más ciega» (verso 9). Se plantea un idealismo: El mundo existe porque lo percibimos, es un producto mental. Las Upanishad dicen: «cuando uno reflexiona y concentra en el propio ser conoce el mundo entero» y esa es la meta del yoga.

«La Liberación, objeto y finalidad de todo el pensamiento hindú, es un estado de consciencia no sujeto a las aflicciones psicológicas que padecemos por el contacto con el mundo, por la presencia del ego que nunca puede ser satisfecho. La Liberación es el desapego del espíritu». Las Upanishad dicen: «Cuando se abandonan todos los deseos que habitan en el corazón del hombre, entonces un mortal se hace inmortal y alcanza a Brahman en este mundo«. El religioso Shankara (s. IX) dice: «Un ser humano que ha percibido su plena identidad con el absoluto Brahman no puede continuar con su existencia mundana anterior». La meta del filósofo místico hindú es la unión con lo universal, la iluminación o moksha, proceso que detalla el yoga de Patañjali. Y la vía es el desapego, lo único que nos hace libres, felices, sin dolor. «Al desapego le siguen automáticamente todas las demás virtudes». El moksha es uno de los 4 fines de la existencia terrenal, junto con el dharma, artha (riqueza) y el kama (placer, las mujeres de casta alta se educaban en el Kamasûtra, libro de la seducción y del placer, que nada tiene que ver con el tantrismo). Pero mientras el moksha es no-acción, los otros son acción. Esa dualidad no la acepta el tantrismo.

El tema central de las Upanishad es el individuo y sus procesos, y uno de los más importantes es la respiración, Prâna, superior a otras como el habla, el oído o la vista, porque no se cansa. El tema central del Yo indica que lo importante no es el mundo exterior, sino lo que percibimos, la mente, pensamiento que llega a Occidente con Descartes. Pero de las Upanishad surgen también conceptos básicos del hinduismo y del budismo como son karma, reencarnación, liberación, renuncia, OM (símbolo sonoro del Ser supremo) y yoga.

ISA Upanishad (Isa es Señor, Dios):

  • No codicies la riqueza, sino el conocimiento del Sí (la meta final, purusha).
  • Todos los seres son igual al Sí mismo, son Dios, por lo que no puede odiarse a nada vivo. Esta UNIDAD elimina el egoísmo y la causa del sufrimiento.
  • Hay oscuridad para los ignorantes, pero peor será para los que buscan el conocimiento (por orgullo…).

KATHA Upanishad:

  • Lo bueno y lo placentero son distintos objetivos. Se equivoca el que elige lo placentero (los ignorantes).
  • El sabio busca lo permanente, y no sufre porque sabe que su Sí no cambia.
  • Los ritos no sirven para obtener lo imperecedero, el Supremo, cuyo nombre es AUM.
  • El verdadero Sí (Atman), es la fuente de todo gozo, reflejado apenas en los placeres terrenales: Es el cumplimiento de todos los deseos, sólo al alcance de los puros, que controlan los sentidos y mantienen en calma su mente.
  • Los sentidos ven lo externo (no Atman). La reencarnación es para el que no puede verlo.
  • No hay diferencia entre el creador y lo creado.
  • El Estado Supremo (separarse del mundo) se consigue aquietando los cinco sentidos, la mente y el intelecto, es decir, mediante el Yoga (unión del yo inferior con el Sí Supremo)

KENA Upanishad:

  • Su objetivo es el origen del Ser, y expandir la conciencia hasta ser idéntica a la de Dios.
  • La forma manifestada (cuerpo físico) es distinto de lo que se manifiesta (Eso, el Sí mismo).
  • Es inmortal el que halla su esencia eterna interna (atma-jnana, conocimiento del Sí mismo).
  • El que piensa que «Lo conoce», no lo conoce (a Brahman), y viceversa: Es preciso ser humilde y comprender la infinitud del Supremo.

Bhagavad Gîtâ (Canto del Venerable) (c. siglo V a.C.)

Esta obra cumbre, incluida en el Mahâbhârata, es un diálogo entre Krishna y Arjuna, donde se enseña karma yoga (yoga de la acción desinteresada) y fusiona adoración-acción-contemplación con conciencia elevada: Actuar pasivamente como instrumento de una voluntad trascendente. Esta obra ve que el problema del hombre es que quiere ser libre, y eso le hace ver su esclavitud (externa, o guiada por el afán de poder). La conclusión es que renunciando a una libertad falsa el hombre acepta la voluntad de Krishna. Los temas que trata esta obra son: el desapego, la renuncia, la acción, el conocimiento, la devoción, el yoga de la meditación, las 3 gunas, la imperturbabilidad, la liberación… Véase recuadro adjunto con algunas citas.

Estos 700 versos comienzan con una gran batalla entre Arjuna y su primo. Arjuna decide no luchar a pesar de tener la razón de su lado, pero no quiere ver morir a maestros, héroes, familiares y amigos. Krishna se le aparece y le reprocha su debilidad por no cumplir su deber de guerrero: Hay que cumplir con el deber y no preocuparse por los resultados. ¿Esta claro el deber de cada uno? Para eso sirven las castas y subcastas, que hoy podríamos interpretar como profesiones y otros roles (padre, hermano, socio…). Parece justificar la guerra pero sólo la acepta como el deber más repelente y que, incluso en la guerra, puede actuarse con pureza, no guiado por egoísmo o crueldad.

El mensaje de la Bhagavad Gîtâ es, usando sus palabras: «la realización del deber como acción desinteresada. Uno debe realizar su tarea, cualquiera que sea, sin pensar en los frutos de sus actos; a esto se considera también el perfecto desapego»: «Sólo a la acción tienes derecho y nunca a sus frutos; no dejes que la acción sean tu motivo; (…) realiza siempre los trabajos que hay que hacer sin apego, porque el hombre alcanza lo más alto mediante el trabajo sin apego (…) trabaja sólo con el deseo de mantener el orden del mundo«. Por el contrario, la acción interesada crea un karma que nos esclaviza a la existencia (el pensamiento indio no tiene pecados, los actos producen sus propios productos y los malos actos se deben a la ignorancia).

Por otra parte, la renuncia (al mundo, el ascetismo) sólo es aceptable cuando se han cumplido todos los deberes y se ha alcanzado la imperturbabilidad, o total indiferencia hacia los placeres y las cosas del mundo: el trabajo es el medio por el que el sabio alcanza el yoga (definido por Krishna como «mente serena» y que siglos más tarde Patañjali definiría como «el cese de los procesos mentales»). El sabio o yogui es aquel «que no se ve afectado por el contacto con los objetos, que permanece siendo el mismo frente al dolor o al placer, a la pérdida que a la ganancia», «libre del deseo por placeres, aquel que ha eliminado la pasión, el miedo y la ira», pero «nadie es un yogui si no ha renunciado a sus intereses». Krishna le aclara que «la mente es difícil de controlar indudablemente, ¡oh Arjuna!, pero es posible mediante la práctica constante y el no apego».

Según Díez, la Bhagavad Gîtâ sigue en todo a las Upanishad y su doctrina está en la línea divisoria de distintas perspectivas, de distintos caminos hacia Dios: «cualquiera que se haya dedicado a la búsqueda de dios con intensidad, sabe que a partir de cierto punto, cuando surge la devoción, todos los caminos se convierten en uno: en alabanza a Dios, a quien se percibe detrás de todas las cosas y personas», de forma que en vez de tener un motivo para cada acción, se tiene el mismo para todas, la alabanza a Dios: ¿no es todo eso la esencia también del cristianismo?. Y Díez profundiza más al decir que ésta «no es una enseñanza para cualquiera» sino sólo para los que buscan el «sumo bien», y Krishna lo deja claro al decir que «entre mil personas difícilmente una me busca» y así le advierte: «no trasmitas esta enseñanza a nadie que no me sea devoto y no lleve una vida austera». Pero también el cristianismo ha generado una religión para gente común con unas exigencias muy alejadas de la gente normal. Las virtudes que ensalza la Bhagavad Gîtâ son también muy cristianas: «valor, pureza, sabiduría, caridad, control, sacrificio, estudio de las escrituras, austeridad y honestidad, no violencia, verdad, libertad de cólera, renuncia, tranquilidad, no criticismo, compasión por los seres vivientes, vigor, perdón, éstos son los dones de aquellos con naturaleza divina». Tal vez ahora cobra sentido la imagen del yogui morando en soledad, indiferente a la atracción y la aversión, comiendo muy poco, controlando la palabra, el cuerpo y la mente, desapasionado, sin sentido del yo, sin ego y tranquilo de mente. Y para los que no llegan a estos niveles místicos, Krishna da tres consejos: «búscame mediante la práctica de la concentración», «fija tu mente en mí», «realiza las acciones en mi nombre» y «renuncia a los frutos de la acción».

La Bhagavad Gîtâ lo deja claro: «Aquel que abandona todos los deseos y actúa libre de necesidad, sin sentido de lo mío y sin egoísmo, alcanza la paz». «Cualquier cosa que hagas, que comas, que ofrezcas, cualquier austeridad que practiques, hazlo como una ofrenda hacia mí», y se trata de un Dios universal pues incluso llega a aclarar que «incluso aquellos que son devotos de otros dioses y les rezan con fe llegan a Mí». «Aquel que disfruta los objetos con unos sentidos libres de apego y aversión y bajo control, realiza la cosa deseada y alcanza la paz y la felicidad».

Citas de Algunos de los 18 Cantos,
en boca de Krishna
(reencarnación del dios Vishnú)

  • Canto II: 47«Tú debes perseguir la acción, pero jamás a sus frutos; que éstos no sean tu acicate; más, por el contrario, no te entregues a la inacción». 38«No pecarás si te lanzas al combate habiendo logrado que la desgracia y la felicidad, la victoria y la derrota, el fracaso y el éxito te sean iguales» (las dualidades).
  • Canto III: «Ejecuta las obras como un sacrificio». 25«El sabio debe de obrar sin encadenarse, teniendo como único móvil la cohesión del mundo».
  • Canto IV: 39«Para alcanzar el conocimiento es preciso avasallar y dominar la mente y los sentidos, fijarse por entero en la suprema realidad; y el que alcanza el conocimiento, prontamente obtiene la suprema paz». 22«Quien siempre se satisface con lo que le ha tocado, quien no envidia a nadie, quien no se turba por el éxito o por el fracaso, aunque obre no puede encadenarse».
  • Canto V: 10«Quien renuncia a todo encadenamiento y obra entregando su actividad a Brahman, no es manchado por el pecado, así como el agua no se adhiere a las hojas del loto». 22«Los placeres que nacen del contacto (…) al final engendran tristeza, pues tienen principio y fin».
  • Canto VI: 18«Si la conciencia está dominada y libre de todo deseo, si reposa en el Yo con tranquilidad, entonces se ha alcanzado el yoga». 24-25«Debemos eliminar toda actividad mental por medio de un esfuerzo mental poderoso y firme, y después de haber unido la mente al Yo supremo no deberemos pensar en nada más. Y todo esto se logra renunciando a todos los deseos originados por la voluntad, dominando con la mente los sentidos».
  • Canto IX: 23«Quienes ofrecen sacrificios con devoción y fe a otras divinidades, también los ofrecen a Mí». 27-28«Si en todo lo que tú haces, al alegrarte, al sacrificar, al dar algo, al desplegar cualquier energía, volitiva o espiritual, me haces un sacrificio, te verás libre de los frutos buenos o malos de la acción; serás libre y te unirás a Mí al estar, por el renunciamiento, tu alma en unión con lo divino».
  • Canto XIII: 24«Quien haya conocido a purusha y prakriti con sus cualidades, tal como he dicho, no volverá a renacer independientemente del modo como viva u obre».
  • Canto XIV: 9«Sattva encadena al placer, rajas a la acción y tamas, producida por la ignorancia, encadena a la negligencia». 23-26«Quien considera igualmente valiosos el oro, el barro y la piedra, el placer y el dolor, la alabanza y la infamia, la gloria y la injuria, los amigos y los enemigos; quien posee una tranquilidad y una calma interiores imposibles de turbar; quien no comienza ninguna acción; quien me ama y me adora lleno de amor. Quien reúne estas condiciones ha superado los gunas y puede unirse a Brahman».
  • Canto XVI: 21«Tres son las puertas que conducen un alma al infierno: el deseo, la cólera y la codicia. Deben evitarse por todos los medios» (características de los asuras o seres asúricos, los cuales «sacrifican y regalan no con un espíritu de caridad, sino por vana ostentación», en contraposición a los debas o seres de naturaleza divina).
  • Canto XVIII: 2«Los sabios llaman renunciamiento exterior al abandono de las acciones engendradas por el deseo; y llaman renunciamiento interior al abandono del interés por el fruto de las obras». (En este canto explica los tres tipos de renuncia, de conocimiento, de acciones, de agentes, de entendimientos, de ser constante, y de placeres, según la guna dominante. Se concluye que: 46«Todo hombre alcanza la perfección adorando, con el trabajo que le es propio». 51-53«Para alcanzar a Brahman, un hombre debe lograr el siguiente estado: unificar su inteligencia, dominar sus deseos y tener una voluntad firme; renunciar a los objetos de los sentidos, a toda inclinación o aversión, vivir en soledad y sobriedad, dominar su palabra, su cuerpo y su mente; unirse con su más profundo yo en la meditación, rechazar todo deseo y encadenamiento, evitar el egoísmo, la violencia, el orgullo, el placer, la ira, el deseo de propiedad, no dar sentido a las palabras «yo» y «lo mío», alcanzar una suprema impasibilidad».

Lo Fundamental del Pensamiento Vedántico

La difícil interpretación del canon hinduista (Upanishad, Mahâbhârata y el Brahamasutra de Badarayana), da lugar a diferentes escuelas de filosofía india, ortodoxas y heterodoxas según siguen más o menos los textos Vedas. Salvo la excepción del hedonismo del materialismo charvaca, todas tienen como finalidad el moksha y la ética como medio. En palabras de Díez, «liberarse quiere decir deshacerse de las ataduras que nos unen al mundo empírico, separar purusha (espíritu) de prakriti (cuerpo-mente-materia), comprender nuestra auténtica naturaleza más allá del pequeño yo ficticio con el que normal y, erróneamente, nos identificamos por error».

El supremo conocimiento es el conocimiento del âtman, la Unidad pues no existe multiplicidad (posiblemente esto es el ser del racionalista Parménides). En síntesis, darse cuenta que el prójimo y nosotros somos la misma cosa y lo demás es ilusión, mâya. Para ello se plantean dos vías principales: La vía del conocimiento (yoga), y la vía del sentimiento (tantra):

  • Vía del Yoga: es el rechazo del mundo con voluntad extrema, vivir el presente. Díaz indica que «si mediante el adiestramiento mental conseguimos vivir en un continuo presente y de una manera exclusiva, concentrados sobre aquello que tenemos entre manos, el mundo, con todos sus problemas, desaparece (…) en esencia esto es lo mismo que busca el Tao y el Zen: no pensar y fluir con el curso ordenado de las cosas; que de alguna manera significa escaparse del tiempo, aparente culpable de todos los males. Si no hay pasado y no hay futuro en la mente tampoco hay tiempo, y por tanto no hay posible ansiedad o angustia. Sin ellas el aspirante tiene abiertas las puertas hacia la divinidad. El tiempo es la gran limitación, dentro de él no es posible la libertad suprema, ni por tanto la suma felicidad».
  • Vía del Tantra: abraza al mundo, lo sublima mediante la devoción. Para llegar a Dios hay que vivir en este mundo. Según Osho, el tantra es aceptarse a uno mismo y usarse para trascender. Todo es sagrado y los posibles enemigos son semillas de algo mejor.

El tantra es más tolerante al principio, pero a mayor nivel se une con el yoga y su ascetismo, porque el místico debe ser ambicioso en sus metas y el auténtico desapego implica actuar por la perfecta marcha del mundo, con indiferencia por los resultados, sin interés personal. La única motivación es el DEBER, sin ego alguno. Pero a la vez, el camino del yoga debe acudir al sentimiento (camino tántrico), porque sin sentimiento hay riesgo de convertirse en un ser hostil y asocial. En el libro «El asceta» (1997), Díez muestra dos ejemplos claramente definidos, dos buscadores bien posicionados en ambas vías: Mientras uno habla de meditación, prânayama, de suprema indiferencia, de concentración, voluntad y de control, el otro habla de los ojos de una niña del mercado, de ternura, de humildad, de entrega inocente.

Yoga de Patañjali (siglo III a.C., probablemente)

Según Díez, «el yoga, por esencia, es algo práctico, un proceso evolutivo gradual que abarca desde el adiestramiento ético y el control mental hasta la experiencia estática de tipo suprasensible». En la Svetâshvatara Upanishad (siglo IV a.C.), se dice que trata de conseguir que los sentidos y la mente entren en el corazón, controlar la respiración y todos los movimientos, contener la mente e intuir a Brahman. Las bases metafísicas del yoga están en la filosofía sânkhya, atribuida a Kapila y estudiada por Buda, y que descarta, como el budismo, teorías sobre la existencia de Dios ya que no importa su existencia para la práctica espiritual. El yoga es sânkhya con Dios. Para Patañjali la finalidad del yoga es «la eliminación de las fluctuaciones mentales» (pensamientos, deseos…), olvidarse de sí y de buscar fuera.

Como un gran psicólogo, Patañjali clasificó a los seres humanos y les recomienda a cada uno un tipo de yoga distinto:

  1. Emocional (gente emocional y devota): bhakti yoga (yoga de la entrega y de la devoción, del amor a Dios o Ishvara y, por extensión, a todos los seres).
  2. Intuitivo (gente intuitiva por naturaleza): jñâni yoga (yoga del conocimiento, entendido como la liberación de la avidya, que es confundir lo real, la esencia, con la forma, con lo transitorio, i.e., estar convencido de que toda la naturaleza es una ilusión).
  3. Activo: karma yoga (yoga de la acción, del trabajo desinteresado y de la entrega a los demás: ver recuadro adjunto).
  4. Volitivo (gente con gran voluntad y aspiración, místicos): raja yoga (yoga de la expansión y dominio de la mente), el rey de los yogas que también incluye kundalini yoga, mantra yoga o dhyâna yoga. Requiere una intensa preparación previa y adiestramiento ético para el objetivo de «restringir pensamientos».

El segundo sutra o aforismo de Patañjali dice «El Yoga consiste en la supresión de los movimientos de la substancia pensante» y el siguiente aclara que se trata de verse «a sí mismo como es en su realidad esencial». A. Blay dice en su libro «Raja Yoga» (1965) que «la cesación de la actividad mental no es lo mismo que la cesación de la actitud consciente» y que esto es tan difícil que es sólo «para quienes la realización, la liberación es más importante que cualquier otra cosa» (ver recuadro adjunto). Lo bueno es que no hay que adquirir nada del exterior, pues todo el laboratorio es nuestro yo interior, y de ahí sale todo el conocimiento. Por eso es importante cuidar el cuerpo.

El yoga más típico en Occidente, el hatha yoga es el yoga del adiestramiento físico, basado en posturas, âsanas, y es eminentemente tántrico porque para el yogui-tántrico el cuerpo es templo de Shiva (debe poder controlar el aliento, la mente, el semen…). El yoga físico conduce al yoga mental.

Yoga significa unión (con el más allá, con Dios), pero Patañjali lo ve como separación entre purusha y prakriti, entre consciencia y materia-energía. Purusha es el percibidor, el sujeto que percibe, el yo-real. Prakriti es el objeto percibido (como el calor y el hierro en una bola de hierro al rojo, diferentes pero muy próximos). Separándolos se des-identifica la consciencia del vehículo cuerpo-mente, rompiendo la dualidad sujeto-objeto que hace que el ego impida ver la realidad, y que es la causa de la insatisfacción. Es como si un actor representando un papel desgraciado creyera que realmente él es el personaje. El yoga le permitiría darse cuenta que no es más que un personaje, que él es sólo un actor, que su yo-real es otra cosa.

El yoga, como el budismo y el sânkhya ven el mundo como algo doloroso y si hay placer es sobre un telón de dolor. La humanidad siempre tiene infelicidad. Patañjali, como Buda, analiza las causas y encuentra la cura. Las causas son la ignorancia (confundir lo real y lo aparente, el deber con el egoísmo), el egoísmo (visto como identificación del percibidor-purusha con las cosas, que genera una insatisfacción que conlleva a querer más y más, obteniendo más insatisfacción), los apegos (al placer más que al deber), la aversión (rechazar lo que no nos gusta) y el miedo a la muerte. La solución es la meditación, el yoga, la quietud (estar inmóvil unas 2 horas)… samâdhî.

Los 8 pasos del yoga:

  1. Yama (abstenciones): no-violencia (ahimsa) frente a cualquier ser, no mentir, no robar, no posesión (no ha de querer regalos) y celibato (entendido de distintas formas).
  2. Niyama (observancias): pureza física y moral, conformidad, alegría, austeridad, estudio y devoción a Dios. Estos dos pasos son como los 10 mandamientos del yoga y abogan por una simplificación de la vida.
  3. Âsana (postura): Cuerpo inmóvil y relajado, para la concentración.
  4. Prânâyâma (prana es la energía vital): control de la respiración, que ayuda a la concentración y a equilibrar los hemisferios cerebrales y las gunas.
  5. Prâtyâhâra (apartamiento de los sentidos, de los objetos).
  6. Dhârana (concentración): atención sostenida de la mente en un punto u objeto.
  7. Dhyâna (meditación): Similar al Dhârana pero más tiempo hasta cambiar el estado interior, como un fluir de la mente hacia un objeto.
  8. Samâdhî o Nirvana (suprema concentración): La conciencia se aísla de prakriti, se detienen todos los procesos mentales, absorción del yo en el no-yo. Hay muchos niveles de Samâdhî y sólo en el más avanzado se habla de liberación.

Pero en yoga, «hasta que no se alcance la armonización con el mundo y con uno mismo la meditación es de dudosa efectividad». El proceso es primero alcanzar la armonía-paz internas (que no nace de la meditación sino de eliminar los apegos y el egoísmo) y eso lleva a la meditación y de ahí llega el samâdhî. Un objetivo es llegar a desidentificarse con nuestro cuerpo y nuestras ideas: Tenemos en la mente que somos de algún modo (guapos, ricos, sabios…) y se trata de quitar ese modo, para quedarnos sólo con el «ser», y no vivir pendientes de lo externo. Los tres últimos pasos del yoga se llaman juntos Samyama, es el cultivo de la capacidad de centrar la mente, y se supone que puede movilizar energía y hacer surgir inéditas cualidades del interior de nosotros, pero el objetivo real es acercarse a la esencia de uno mismo, que es lo mismo que acercarse a Dios.

«¿Qué es Yoga?» (1969), por A. Blay

Empieza este pequeño libro diciendo que parece que el yoga estaba «de moda» en aquellos años. Tal vez la tendencia continua, y tal vez continua confundiéndose el yoga con simplemente unos ejercicios para mejorar la salud, un método de sanación de trastornos neuróticos o angustias, el desarrollo de un poder mental extraordinario, o un método para alcanzar un estado pasivo de felicidad casi absoluta. Blay afirma que pensar que eso es yoga es quedarse con lo anecdótico y aunque pueda ser cierto, el yoga es mucho más, pero para entenderlo se requieren dos condiciones:

  • Tener inquietud trascendente, de comprender el porqué de las cosas, el verdadero sentido de la vida, de «llegar a la evidencia de la realidad espiritual», el yo central, «abrirse a la conciencia de lo Absoluto», que es la finalidad última de cualquier tipo de Yoga.
  • Comprender que para el hinduismo el mal existe para purificar el alma hasta pagar el karma (deuda) contraído por acciones del pasado (o de vidas pasadas).

Pero los filósofos orientales no se quedan inactivos ante el problema del mal y el dolor, sino que buscan una solución absoluta, profunda… buscando la verdad absoluta, sin usar la razón, que es impotente para ello. Se promueve un cambio interno, personal, de adaptación y aceptación interna de la situación, mientras que en occidente el objetivo es cambiar lo externo.

Constatamos que cambiar lo externo no acaba con los problemas y el desasosiego continua. El objeto de estudio es uno mismo, aprendiendo a dirigir la voluntad y dominar la actitud interior, los sentidos, la mente: «El conocimiento se alcanza a través de la experiencia, no por el estudio», por lo que es fundamental la disciplina, la práctica constante del yoga, la búsqueda sin descanso. El Yoga se entiende «sólo en la medida en que lo practiquemos».

En Oriente, sabio y santo son sinónimos pues no se puede conocer la Naturaleza y tener una vida desordenada. Un maestro de Yoga, gurú, ha de ser equilibrado. Por tanto, «el Yoga nunca es cosa fácil». En algún momento requiere un esfuerzo total para trascender las cosas con las que nos identificamos que impiden realizarse. Al principio puede ser algo más simple, pero en algún momento, el yoga auténtico requiere atravesar esa prueba. Esto transforma a la persona, quedando en un estado de paz, plenitud, seguridad, amor, en el que nada le afecta. Se trata de romper con lo que nos limita: dejar de identificarnos con nuestro cuerpo, nuestras emociones, ideas, pertenencias, como si fueran parte del yo. El Yoga busca la calma interior de la que parece huir el hombre occidental, cuya meta parece situarse en estímulos exteriores (espectáculos, diversiones…), «necesidades ficticias».

«Karma Yoga«, por Swami Vivekananda (1863-1902)

Esta obra explica la Bhagavad Gîtâ e incita a seguir su filosofía de vida, el yoga de la acción (karma): «Trabajad por amor al trabajo (…) sin ningún motivo egoísta»: Como dice la Bhagavad Gîtâ, tenemos derecho al trabajo, pero no a sus frutos. El ideal del karma-yoga es dominarse, controlarse a uno mismo, empezando por «ocuparnos de los trabajos que nos correspondan, aceptándolos como son» y haciéndolos de forma inegoísta, buscando un móvil fuera de los intereses personales. La moral varía según las circunstancias, por lo que no podemos seguir cierta moral creyendo hacer lo correcto. Lo correcto es no perseguir objetivos egoístas (ese es el único y verdadero deber). Con esa premisa poco importa si hacemos mal o bien, porque no es eso lo que perseguimos y además, no hay ningún acto que no produzca algún bien y algún mal en algún sitio. Si no nos apegamos a la obra o a sus frutos, seremos LIBRES.

Vivekananda cree que el objetivo es la calma total, la inacción, gñana yoga, pero no por pereza o miedo al trabajo («el temor es un signo de debilidad»). Debemos estar siempre dispuestos a trabajar hasta decidir la inacción, algo tan elevado que para alcanzarse puede un paso intermedio ser la acción desinteresada. Con ese tipo de acción pueden satisfacerse deseos y así darse cuenta que esos deseos «son muy poca cosa» y entonces podrá llegar la «renuncia», la calma. Él afirma que «no es malo buscar riqueza, porque es para distribuirla», aunque también da consejos tales como que «debe evitarse la excesiva atracción por los alimentos, vestidos, cuidado del cuerpo y peinados», y avisa: «La causa de todas las miserias que tenemos en el mundo radica en que los hombres piensan, insensatamente, que el placer es el ideal que deben alcanzar (…), no es la felicidad lo que busca sino el conocimiento».

Vivekananda propone actuar «como lo hace la nodriza», que trata a los niños como si fueran suyos, pero si cambia de lugar olvida los lazos afectivos sin pena alguna. Vivekananda afirma que si destruid el egoísmo, podréis ir a cualquier sitio, ser reyes o mendigos, y nunca os contaminará el mal, como el agua no puede manchar una hoja de loto. «Sin desapego no puede haber yoga de ninguna clase».

Vivekananda dice: «Actuad incesantemente, pero no trabajéis como esclavos», trabajad en el amor para producir felicidad, sin egoísmo, sin celos, sin dolor, actuad con concentración en lo que se hace, sin esperar ninguna recompensa, como ofrenda al mundo (o como ofrenda al Señor los creyentes). Este desapego nos hará enteramente libres. Se disuelve el «yo» en el «tú» y en eso coinciden gñana (sabiduría), bhakti (devoción, amor) y karma yogas, en los que la perfección humana es su meta común.

Este inegoísmo es tal vez paradójico, porque Vivekananda afirma que debemos actuar para hacer bien al mundo, pero que el mundo no necesita de nuestra ayuda, sino que lo haremos para ayudarnos a nosotros mismos. Debemos agradecer el hecho de que se nos permita ayudar.

Pero aún así, el actuar implica algo de apego y un engreimiento el pensar que podemos cambiar el mundo, la voluntad de Dios. Por eso, la vía suprema es apartarnos del mundo y de nuestros deseos, pero como eso es muy difícil, otra solución es el sendero del karma-yoga.

Puedes leer algunas citas más de Vivekananda en Mis citas preferidas.

Tantra: de lo sensual a lo espiritual

Los primeros textos son de los siglos V-VI, posiblemente en Afganistán y Cachemira, pero florece en Assam y Bengala entre los siglos VII y XII. Sufre influencias de una secta mágica con ceremonias extrañas en el entorno de los crematorios, los kâpâlika, que significa «el que porta la calavera», que procede de la pena que se imponía por matar a un Brahman: portar su calavera clavada en un palo. El éxtasis espiritual se confundía con el éxtasis sexual, ayudado con alcohol y hasta mercurio. Algunos se cubrían con cenizas, barro, excrementos…

El tantra se asocia al ocultismo haciendo caso omiso de las castas. Es un culto centrado en el dios Shiva, adorado en toda la India como piedra fálica, y que tiene su origen en el mito del rey Daksha, padre de Satî o Pârvâti, que no aprueba su matrimonio con Shiva, un vagabundo ascético que lo acusa de kâpâlika. Eso lleva a la muerte de Satî. Furioso, Shiva hace girar su cuerpo hasta desmembrarlo. Los dioses Brahma y Vishnu, para apaciguarlo, lo elevan a su misma categoría como dios destructor-regenerador. Algunos de los templos shivaítas más famosos de la India, los pithas, están en los lugares donde cayeron los restos de Satî. Para los shivaítas la bóveda celeste es el enorme órgano masculino y la lluvia es lo que fecunda esa gran vulva que es la Tierra, la diosa.

El tantrismo supuso en la India dar mayor valor a la mujer (poder casarse por segunda vez…) y aceptarla con todas sus posibilidades místicas. El tantrismo de la mano derecha, regido por Vishnú (el conservador) y Brahma (el creador) es más conservador que el tantrismo de la mano izquierda, regido por Shiva (el destructor). Ramiro Calle en su libro Tantra afirma que el de la mano derecha sigue el camino de la renuncia, el monasticismo, la ruptura con todos los lazos sociales y familiares, el distanciamiento de lo fenoménico, pero ambos requieren una mente lúcida y desapegada, intuición mística, fuerte determinación y sincera motivación, el ego debe haber sido purificado.

En síntesis pretende reconducir las cosas sensuales hacia las espirituales, ofrecer en sacrificio a la Diosa (la tierra, Shakti o Shiva), lo que es inmoral (lujuria, gula, pereza…). Esto implica ser una filosofía dualista (Dios y el devoto son distintos, similar al budismo mahayana). Si para el vedanta o el yoga, la iluminación requiere el rechazo del mundo y de los sentimientos, para el tantra la iluminación se alcanza viviendo intensamente el mundo, que es el cuerpo de Shiva o Shakti (fuente de todo placer). Es la aceptación de los sentimientos, pero sin olvidar el yoga.

Ramiro Calle decía que el tantrismo de la mano izquierda es un «yoga meditativo que tiene como soporte el acto sexual», pero que «no hay verdadero tantrismo sin yoga, o sea sin consciencia y control» por parte del buscador. Para el tantrismo, la liberación es también conocimiento y acción desinteresada, pero descubre la maravilla en las cosas y en el amor, como transformador, ya que «para muchos seres el amor es su necesidad vital más imperiosa».

El tantrik o tantrica no puede ser ajeno al yoga, pero busca el éxtasis en lo cotidiano: una mirada, una puesta de sol, un acto noble… lo sensorial puede ayudar a acabar con los deseos. Es clave no oponerse a la Naturaleza, vivir sin represión (si caes al suelo, necesitas el suelo para levantarte).

El amor tántrico es el amor mágico, un sentimiento de entrega incondicional por el que a través de la persona amada, se aman a todas las criaturas. El riesgo está si el amante no puede estar sin la persona amada, si no es autosuficiente, si es un deficitario emocional… en definitiva, si el amor son grilletes y dolor. La persona amada multiplica la vitalidad, aunque no haya maithuna (rito sexual) o, como para muchos tantrik, lo haya sólo en la imaginación. Es un amor incondicional, no posesivo, tolerante, sin celos, independiente de la persona amada y de sus actos: «Si me amas, te amo, pero si me odias, también te amo». Es amor a Shakti-Shiva. Si no se encuentra a esa persona ideal, no importa, hay que pensar que «todo es causal y nada casual». Es amor solar pues, como el sol, emite sus rayos sin preocuparse donde van.

Para todo buscador el método por excelencia es el yoga, y por eso ha sido incorporado a muchas psicologías de autorrealización (tantra, jainismo, budismo, zen, taoísmo…). El sadhana es un método basado en cultivar la atención en cualquier momento. El objetivo siempre es el éxtasis del Samâdhî, romper nuestra identificación con nuestras vestimentas psicofísicas, que el prakriti no nos aleje de nosotros mismos, que no nos creamos que somos el disfraz que nos cubre. Chidananda dijo «si pierdes el ego, ganas el Yo».

El shaivismo de Cachemira surge en el VIII con Vasagupta, aunque el más famoso sabio es Abhinavagupta (siglos IX-X) con su resumen Tantrasara. Para Díez es «una de las metafísicas más sublimes y razonables desarrolladas por el ser humano». Es no-dualista (como el ser de Parménides), el mundo no es real (idealista), la única realidad es Shiva: Todos los entes somos lo mismo, cada cosa es epítome de todas las demás. Ese es el saber más elevado, la conciencia de ser uno con el todo. Eso no es meditar, sino tomar conciencia de lo divino de cada momento (andando, comiendo, trabajando…): La vida es yoga. La esencia del tantra y de todo misticismo es que el «señor vive en uno». Todo acto puede ser perfecto, el bhoga (disfrute) se hace yoga, el vicio tiende así a la virtud, y el mundo en medio de liberación. Contrariamente al advaita que renuncia al disfrute y al mundo, el tantrica cree que se puede disfrutar del mundo sin apegos, los objetos no crean esclavitud. El apego, criticado ya en la Bhagavad Gîtâ, es lo que impide el disfrute máximo: Para el tantra «todo es sagrado», pero la virtud máxima del hinduismo es el desapego, que nos regala la libertad real. Como dijera la Bhagavad Gîtâ, y como Díez remarca: «la voluntad no debe estar guiada por el interés en los frutos de la acción, sino por la correcta actuación, por lo que la situación demanda, (…) que la consecución de lo apetecible no altere el deber; lo demás, lo que uno haga, es irrelevante». Esto tiene cierta similitud con la ley moral de Kant. Para el tantra de Cachemira hay dos tipos de acción: Karma (acción voluntaria que ata a la existencia), y kriyâ (actividad espontánea, sin interés personal, como indica el Tao y la Bhagavad Gîtâ): Se puede participar en el mundo sin generar karma si uno es puro, cumple el dharma, sin ego… así, todo es lo que debe ser.

En un texto tántrico del siglo VI es donde se descubren los chacras (centros energéticos situados en el cuerpo) y la energía espiritual kundalinî. La experiencia mística es el despertar de kundalinî Shakti, la chispa de energía en el chacra mûlâdhâra, chacra inferior situado en la zona de los genitales. Un sentimiento profundo, el misticismo o el amor, hace que la kundalinî ascienda chacra a chacra hasta unirse con el amado, Shiva, en el chacra superior o sahasrâra, en la coronilla. Esto ocurrirá por el canal central, sushumnâ, si está desobstruido debido a una vida ordenada. «Lo pasional y egoísta se sublima en amor. Esta es la meta del tantra».

Respecto al sexo, es importante comentar que es complicado hallar experiencia mística en el sexo, pues hay que sublimar la energía sexual, borrando el apego sensual. Es complicado, y las conocidas como 5 cosas buenas de los textos tántricos (como el Kurlanava y el rito de las 5 emes: vino, carne, pescado, cereales y coito) son meros símbolos, todos contrarios a la moral brahmánica, y que el tantra de la mano izquierda o kaula usa como símbolos de la idea tántrica de «utilizar el material humano para transformarlo en divino«. No obstante, algunas sectas como los kâpâlikas practicaban sexo explícitamente y Abhinavagupta decía que la energía sexual es una manifestación a nivel microcósmico, al nivel de la vida, de una entidad macrocósmica. Considerando esa energía como sagrada, no puede tratarse sin respeto, la libido se traduce en afecto, y la liberación podría ser más fácil que sólo con la voluntad. La meditación sin sentimiento es la difícil tarea de concentrarse en un punto. La meditación con sentimiento es concentrarse en ese sentimiento, dejarse elevar. Se supone que esta sublimación produce mayor gozo y utilidad. Para conseguirlo hay dos reglas: Reverencia hacia el sexo, y amor a la pareja, lo que hace que este kaula shâdanâ sea un yoga.

Pero el tantrismo de Cachemira y el advaita Vedânta son filosofías muy cercanas. Las separa la aceptación o rechazo del mundo en un principio. El tántrico «no se plantea la cuestión de renunciar al mundo; si debe de ser así, ya llegará espontáneamente. No es una esclavitud participar del mundo, lo negativo es el apego nacido de la ignorancia». Para el yoga, el advaita, y el tantra, Brahman es un estado de consciencia, percibirle es convertirse en él: «âtman es Brahman«.

Según su grado de evolución espiritual, hay tres tipos de buscadores: pashu (aspirante mecánico y aborregado, rico en ataduras, dogmático y de estrechos puntos de vista), vira (héroe, guerrero espiritual, aventurero… si es de mano izquierda pretenden sobrepasar la naturaleza en la naturaleza), y diddha (sabio, liberado viviente, que ha percibido su naturaleza divina, divya). Según Calle, el vira fabrica sus propias leyes y normas y su moral está lejos de la convencional, quiere atravesar lo fenoménico sin dejarse atrapar, usándolo de trampolín, destruir todas sus ataduras. Pero todo eso requiere disciplina y nunca hacer daño a otro ser sintiente. Así, todo vale para hallar la energía extra para la autorrealización: amor, maithuna… Las contrariedades son bienvenidas para el tántrico, porque le permiten fortalecer sus músculos psíquicos: «Lo que a otros destruye, al tantrik le ayuda a construirse; lo que a otros roba energías, al tántrico se las proporciona». Pero éste es un camino arriesgado, como todos los caminos hacia el Conocimiento. El asceta corre el riesgo de ser un reprimido al evitar el mundo. La energía del deseo no debe reprimirse. El tántrico no evita el contacto pero no alimenta una obsesión sexual, pretende usar la energía del deseo para la búsqueda más allá. El gran reto «es disfrutar sin apego, gozar sin querer prolongar, conservar o repetir ese gozo».

La búsqueda del enamorado del Ser es siempre ardua, y el tantra puede ser el peor camino, «porque la misma espada que te salva la vida también puede robártela». Los obstáculos no se evaden, sino que se utilizan, al menos para comprobar si el avance es real, desarrollando cualidades como la paciencia y la ecuanimidad. Calle se pregunta: «¿Hay camino más difícil que el del desapego en el disfrute, el desapasionamiento en la pasión, el desenraizamiento en el placer? (…) El hombre común se deja atrapar por el placer y se empeña, compulsivamente, en repetirlo (…), el tantrik disfruta y utiliza ese disfrute y toda su energía para trascender» y «el verdadero tantrik jamás busca el goce fácil, ni el disfrute vacío». El camino a una mente pura puede ser la combinación del placer y la disciplina.

El vira de la mano derecha puede haber pasado antes por la mano izquierda y ahora no necesita ya soportes externos, pareja tántrica exterior y, ya maduro, sigue el camino de la renuncia. Unas fases podrían ser: estudio y formación, apertura a lo mundano, preparación para la renuncia, y la renuncia misma. Los ritos son meros auxiliares de transformación y, por eso, son siempre flexibles, pero el verdadero maithuna sólo requiere una adecuada actitud interior, dominio psicomental, ver a la pareja como un dios/diosa y trata de llegar a un estado en el que Shiva y Shakti se identifican, el ser interior de ambos consortes, también llamado âtman, Dios, Brahman, o Nirvana. Según la escuela, el rito puede usar mudras (gestos con las manos de los que hay 108), bandhas (control muscular), luz violácea, velas, varitas de sándalo, las 5 cosas buenas (el vino con moderación para diluir las inhibiciones), acompasar respiraciones, silenciar la mente… En el rito viparita-mudra el hombre adopta una actitud meditativa en completa pasividad y la mujer se sienta sobre él, abrazándolo con sus piernas y siendo la única parte activa del maithuna. El acto debe durar más de media hora y hasta 3 horas, la mujer goza de cuantos orgasmos pueda y el hombre demora el suyo hasta que lo desee conscientemente y, entonces, debe suspender su respiración, llevar atrás la lengua y abrir su consciencia en completa inmovilidad. Se supone que así no se produce ningún desgaste, sino que se consigue mayor vitalidad y lucidez. Algunos afirman que se debe llegar al orgasmo sin eyaculación (técnicas de hatha-yoga), pero otros lo consideran algo sin interés. Otros tántricos recurren a prácticas más extrañas (ritos orgiásticos, mezclar y untarse fluidos corporales…), pero el rito es mero instrumento de concentración útil sólo para aquellos que lo necesitan, es un medio que, como en todas las religiones tiende a ser repetido mecánicamente, exento de la genuina actitud interior. Puede que para el maithuna no sea apropiada la propia pareja dependiendo del grado de comunicación entre los consortes, si son dhármicos y aman la búsqueda de otras realidades. Aunque un miembro no sea dhármico, se puede obtener beneficio de la relación amorosa, vista como una unión (yoga) mística.

Sin embargo, el auténtico buscador utiliza todo acontecimiento para progresar en su búsqueda, porque todo es sagrado y el sexo, además, tiene una energía muy poderosa que no puede ser desvalorizada como hace el hombre común. Siempre deben exigirse ciertas normas éticas, tales como, motivación sincera, moralidad adecuada, meditación, acción recta… y ver el maithuna como una ayuda, no como un fin. El fin es ser un divya que ya no requiere nada para trascender y abandona esas prácticas, como el niño a sus juguetes cuando crece. El objetivo es crecer.

«Tantra Kriya Yoga» (2010), por Saúl Martínez

Propone un camino con los 8 pasos de Patanjali y el Tantra, «para experimentar el vacío de todos los fenómenos, descubrir que no existe un sí mismo inherente en ellos». Aquí extraemos algunas ideas expuestas en el libro, sin entrar en detalle de sus buenas descripciones anatómicas y de distintos ejercicios que ayudan a trascender.

  • El gran secreto reside en la ACTITUD ante la vida: Cada vivencia (mala o buena) es útil para liberar al ego de sus errores, liberarnos de deseos y aversiones, sin importar el hecho en sí.
  • El tantrismo es apertura y purificación de los chakras, para alcanzar una mente purificada de los engaños fenoménicos y alcanzar el vacío (sunyiata).
  • Finalidad del trantra y del yoga: Trascender el yo, sentir que la realidad no es real, es ilusión, parar de crear el tiempo, dejar de soñar. Dos caminos: Monástico o restrictivo, y a través de la satisfacción de los deseos, con consciencia plena: lo que te hace caer, te ayuda a levantarte (trascender el deseo mediante el deseo).
  • Trascender el ego y los deseos, puede generar un sentimiento de falta de sentido en la vida, que puede generar que renazcan los deseos, experimentando que ya no tienen el poder de satisfacción, lo que genera una crisis que permite a la persona madurar.
  • Shiva es el símbolo destructor de lo que nos ata y nos impide la felicidad, para trascender la energía de los chakras inferiores sin dejarse atrapar en ellos (materialismo, sexo, poder): Vivir en el cuarto chakra acaba con el sufrimiento.
  • Los amantes tántricos son Dios y se adoran amándose. Así sube kundalini y los funde en UNO, en lo más profundo de la mente humana. El primer paso es convertirse en el otro.

Puedes leer más citas de Saúl Martínez en Mis citas preferidas, y en el breve artículo «Actitudes hacia la Naturaleza (sobre Ecologismo y Misticismo«.