Libro «Vivir (bien) con Menos» de Linz, Riechmann y Sempere (Resumen)

El consumo genera daños ambientalesEn este libro, «Vivir (bien) con Menos: Sobre Suficiencia y Sostenibilidad» (2007), los tres científicos pretenden dar una visión clave para alcanzar la sostenibilidad en nuestro planeta: que vivamos de tal forma que no abusemos de la naturaleza más de lo que puede soportar. Hay muchas ideas para eso, como la famosa Cadena Verde (un montón de consejos para una vida ecológica), pero estos autores se centran en una palabra clave: suficiencia. Se pretende descubrir cuánto consumo es suficiente, teniendo una calidad de vida razonable. Cualquier persona consciente de los problemas ambientales del planeta sabe la necesidad de una ecológica Austeridad Voluntaria (AV). Como dice Riechmann, «no podemos obviar el debate sobre la austeridad, por difícil que nos resulte enfocarlo», porque «aceptar límites no es la negación de la libertad: es la condición de la libertad». En 4 capítulos, nos muestran porqué eso es tan necesario y porqué es verdad ese dicho que dice: «Vivamos sencillamente, para que otros puedan sencillamente vivir».

  • Sobre suficiencia y vida buena (por M. Linz).
  • ¿Es posible la austeridad voluntaria en un mundo que se hunde en la insostenibilidad ecológica? (por J. Sempere).
  • ¿Y qué pasará con la economía? Sobre Suficiencia, crecimiento económico y desempleo (por M. Linz).
  • Oikos & Jaikus. Reflexiones sobre la crisis ecosocial (por J. Riechmann).

1. Sobre suficiencia y vida buena (por M. Linz)

Existe acuerdo generalizado en que «los países industriales (…) consumen demasiados recursos naturales y sobrecargan excesivamente los ecosistemas con sus residuos». Ni el sistema de vida ni el tipo de desarrollo de los países ricos «puede extenderse a toda la población mundial», como también argumentó De Jouvenel. Para Linz existen tres condiciones «imprescindibles»:

  1. Eficiencia: Consiste en «hacer más con menos». Es fundamental reducir el consumo en general pero Linz nos advierte de un peligro: «Estos ahorros conducen o seducen hacia un sobreconsumo». Y más aún en un mundo con una población muy numerosa y creciente, en donde la llamada «clase consumidora» consume o devora cada vez más y más: coches, viajes en avión, madera, carne…
  2. Coherencia o biomímesis: Se trata de fomentar tecnologías compatibles con la Naturaleza (siguiendo la bioeconomía de Georgescu-Roegen). Pero es muy complicado alcanzar tecnologías «completamente libre de impactos». ¿Implica la biomímesis siempre ecoeficiencia y suficiencia como parece hacer siempre la naturaleza?
  3. Suficiencia: Si queremos preservar la Tierra, tenemos que «vivir dentro de sus límites», y esto nos lleva a cierta austeridad, que «se dirige en primer lugar a los mayores consumidores» (una cuarta parte de la humanidad se apropia de casi tres cuartas partes de las materias primas). Linz afirma que «eso no puede continuar así» y augura conflictos si no cambian las cosas (violencia por el acceso a los recursos naturales). La solución es que «los países más ricos tendrán que acceder a una reducción de su consumo de materiales y energía», no por cuestiones éticas… «la autolimitación responde al interés propio», según Linz.

IMG_20140704_001013-1Si en los dos primeros puntos se pretenden «cambios técnicos y organizativos», la suficiencia pretende «transformaciones de nuestra propia acción», cambiar nuestro estilo de vida, nuestra forma de ver y mirar, y hasta de sentir… más acorde con la naturaleza, como algunas filosofías orientales. También el Papa Benedicto XVI, en su encíclica «Caritas in Veritate» (2009) aboga por un consumo responsable y pide que los países industrializados moderen su consumo energético, y el Papa Francisco defiende claramente las tesis típicas del ecologismo.

Ante estos planteamientos, muchos replican que supone un retroceso en el desarrollo o en la calidad de vida, o que costará puestos de trabajo. El Instituto Wuppertal, del que Linz es investigador, aporta soluciones en cuatro aspectos:

  1. Motivos para la suficiencia y el «actuar austero»: El principal motivo consiste en resaltar las ganancias y justificar cómo REDUCIR NUESTRO CONSUMO PERSONAL fomenta la conservación de nuestro Planeta. También puede justificarse como una forma de «evitar pérdidas» (desastres del cambio climático, salud, paz…). Pero también por la mera satisfacción de sentir que intentamos hacer lo que debemos (motivos intrínsecos a la acción), por no contribuir a las injusticias, a la pobreza, a la desigualdad global o a los desastres medioambientales. La suficiencia o autolimitación en el consumo es también no preocuparse por la imagen social ante los demás o ante uno mismo (para equipararse con aquellos a quienes se toma como referencia), lo cual nos regala una vida más autónoma, menos preocupaciones y más tiempo. Algunos estudios demuestran que por encima de cierto umbral de ingresos, la sensación de felicidad deja de crecer o retrocede, pues al parecer, la vida se vuelve demasiado cansada y complicada, estresante. Poner un poco de taoísmo en nuestra vida puede ser práctico y relajante. Curiosamente, los dos primeros pasos del Yoga auténtico (Yama y Niyama) nos invitan también a una vida sencilla, sin ambiciones materiales y sin acumular más que felicidad.
  2. Modos para la suficiencia: Existen multitud de ejemplos e ideas, como la citada Cadena Verde, el comercio justo, compensar económicamente las emisiones de viajes (especialmente en los contaminantes aviones)… «experiencias que muestran cómo una vida autolimitada no tiene por qué convertirse en algo más pobre», pero aunque fuera «algo más pobre», tal vez merezca la pena por los motivos aducidos en el punto anterior.
  3. Suficiencia para empresas y consecuencias en la economía global: Las empresas deben asumir que «perseguir los beneficios máximos a costa de la naturaleza daña los intereses a largo plazo de las empresas«. Además de los beneficios, también interesa el respeto ambiental, involucrar a los trabajadores, o la aprobación de los clientes y accionistas. Queda claro que a nivel global «el crecimiento económico no resuelve los problemas económicos y sociales», por lo que hay que poner en marcha otras alternativas, como el reparto del trabajo, reducir la jornada laboral… en definitiva, es una autolimitación para empresas y para trabajadores.
  4. Políticas para la suficiencia: El objetivo es demandar a los políticos que hagan políticas que alienten el consumo responsable y austero y disuadan el despilfarro (fomentar y abaratar el transporte público, gravar los vehículos más contaminantes y la publicidad). Linz advierte de un «ejército de lobbystas» que trabajan con los políticos para impedir este tipo de políticas, pero también conoce el poder de los ciudadanos en la presión política.

2. ¿Es posible la austeridad voluntaria en un mundo que se hunde en la insostenibilidad ecológica? (por J. Sempere)

La AV (Austeridad Voluntaria) es algo muy antiguo «como ejercicio moral de autodominio (…) por encima de las pulsiones hedónicas inmediatas y primarias» y por «libertad interior», en escuelas como el estoicismo, el cinismo y el epicureísmo de la antigua Grecia o incluso las antiguas y aún vivas filosofías orientales. Se precisa una nueva ética que fomente la AV para evitar los riesgos ambientales y sociales de nuestra insostenibilidad, cuyos motivos y amenazas pueden consultarse en multitud de libros (véanse nuestros libros resumidos). La «salvación colectiva» es un motivo demasiado vago para actuar de forma urgente y masiva, pues «resulta difícil percibir individualmente la relación entre el acto individual y los efectos agregados» (llamado «tiranía de las pequeñas decisiones»). Por ejemplo: ¿Qué efecto tiene coger la bicicleta o el autobús en vez del coche?. Siempre deben buscarse otros argumentos: Coger la bicicleta o andar es mejor para nuestra salud y ahorraremos dinero (un coche no sólo consume gasolina, sino que tiene multitud de gastos accesorios: seguros, impuesto de circulación, cochera, cambios de aceite, ruedas… reparaciones variadas).

Según Sempere (profesor de Sociología Medioambiental en la Universidad de Barcelona), los cambios en el estilo de vida «requieren el apoyo de una comunidad en la que sentirse reconocido y aceptado», pues aunque la AV crece día a día con personas individuales y pequeños grupos concienciados (vegetarianos, ciclistas…) no es suficiente para «transformar de raíz el modelo de consumo dominante», por lo que «la única austeridad viable para sociedades enteras es la austeridad impuesta», de segundo grado: Austeridad no voluntaria pero voluntariamente autoimpuesta por la colectividad y sus gobiernos, los cuales pueden hacer mucho por aspectos como los siguientes: ecoeficiencia y políticas para reducir la demanda (de agua y energía, en vez de intentar cubrir siempre la creciente demanda), durabilidad y reparabilidad (acabar con la cultura de usar-y-tirar: que los productos duren mucho y puedan repararse), evitar adquirir muchos artefactos (pueden compartirse lavadoras, herramientas, batidoras, coches… y fomentar y abaratar el transporte colectivo), reforzar el estado protector (el estado del bienestar ofrece educación, salud, asistencia social… que debería evitar que la gente acumule innecesariamente por seguridad), o sostenibilidad de los adelantos científico-técnicos (la rápida obsolescencia hace que se desechen artefactos, como móviles u ordenadores que aún podrían utilizarse).

Para Sempere, «la educación en la AV es un factor decisivo para que las políticas de austeridad impuestas alcancen un consenso creciente», y es importante lograr que despilfarrar tenga mala prensa (que sea mal visto tener un vehículo grande y muy contaminante, mantener césped en zonas áridas, viajar en avión por mero placer, tener varias televisiones o comer mucha carne, por ejemplo). Es fundamental saber que cuando consumimos participamos en un «complejo metabolismo» que incluye, en general, gastos energéticos en producción y transporte, y generación de residuos durante la producción y en el desecho de lo consumido. El modelo consumista no es sostenible porque pretende «seguir con la dinámica suicida del crecimiento económico sin límites».

3. ¿Y qué pasará con la economía? Sobre Suficiencia, crecimiento económico y desempleo (por M. Linz)

De las tres vías para la sostenibilidad vistas antes, Linz cree que la eficiencia y la coherencia no tienen que esforzarse por lograr reconocimiento. En cambio, la suficiencia puede verse como una amenaza contra el florecimiento económico, concluyendo algunos erróneamente que «aumentar el consumo se convierte casi en un deber cívico», obviando los daños a los ecosistemas, los efectos en los países del Sur, y que tal vez «la sobrecarga ecológica de la Tierra no tarde en poner fin al crecimiento económico». Esos problemas son vistos por algunos como secundarios «frente a los agudizados problemas de crecimiento y empleo», pensando incluso que «sólo la prosperidad genera recursos que pueden emplearse en proteger la naturaleza».

Según la teoría económica, el crecimiento económico, visto como algo natural por algunos, no es un requisito para que una economía funcione. El modelo liberal sigue los deseos de los consumidores y eso deja abierto el que la economía crezca o no, o incluso que llegue a estabilizarse: «Una economía goza de salud cuando la oferta y la demanda se encuentran en equilibrio». Otro problema es la forma de medir el crecimiento (el PIB), como ya han denunciado muchos científicos y economistas como Nebel y Wrigth o De Jouvenel entre otros. Actualmente, incrementa el crecimiento cualquier intercambio monetario, incluyendo cualquier expolio de la naturaleza que genere ganancias o gastos económicos, incluyendo «los costes de hacer frente a los daños ambientales» (los cuales se suman cuando deberían restarse). Además, para muchos un crecimiento es válido sólo si es exponencial, no lineal, aunque este tipo de crecimiento sea difícilmente sostenible. Ni siquiera existe la implicación de que el crecimiento económico elimine el paro, máxime cuando «desde mediados de los años setenta del siglo XX, el crecimiento anual de la productividad del trabajo va por delante del aumento del PIB», debido a factores como mejor formación de los trabajadores, mejor maquinaria, la informática y los sistemas de comunicación. A esto se une «la deslocalización de empleos hacia países con bajos salarios» (empresas de países ricos se llevan sus fábricas pero no las leyes ambientales o de seguridad laboral, aprovechándose de la desigualdad de la globalización, como denunció Toni Comín).

Por esto, parece que para reducir el paro es más útil una política «inteligente» que el mero crecimiento económico. Linz afirma que una «decisiva estrategia» e «inesquivable, si ha de preservarse la paz social» es aplicar la suficiencia también al trabajo remunerado, es decir, no trabajar de más y repartir el trabajo: «trabajar menos, en vez de ganar más y así poder gastar más» (muchos productos «no los compramos hoy porque los necesitemos, sino porque los podemos comprar»). Para esto existen muchas técnicas, tales como reducir la jornada laboral (en los Países Bajos la media semanal es de 29.8 horas), fomentar el trabajo a tiempo parcial y los años sabáticos… El descenso en los ingresos se debería compensar con mayor tiempo libre para formación, relaciones sociales, ocio, voluntariado (que podría fomentarse con algunas ventajas)… Contra el reparto laboral puede argumentarse que en ciertos empleos faltan trabajadores o que cierto trabajo no es divisible, pero esto no son razones de peso suficientes, pues es urgente, como decía Araújo, sacar provecho del «ahorro en horas de trabajo que la tecnología regala».

Linz se pregunta qué ocurriría con la economía si una masa crítica de ciudadanos siguieran las reglas de la suficiencia, eficiencia y coherencia (como las básicas enunciadas en la Cadena Verde). «Una economía orientada a la sostenibilidad y al consumo responsable de recursos no genera formas miserables de actividad, ni tiene por qué dar lugar a pérdidas de bienestar»: «Puede crecer todo aquello que fomente la sostenibilidad y la calidad de vida. Tendrá que menguar lo que favorezca el sobreconsumo de recursos«. «Lo importante es el dinamismo de una economía, no su crecimiento cuantitativo», pues como hemos dicho, «la forma actual de echar cuentas» es muy «insatisfactoria». En un escenario sostenible, se crearán o crecerán nuevos sectores económicos, los productos ecológicos podrán pagarse mejor porque compensan sus beneficios, habrá menos gastos en salud pues será un mundo más limpio, respecto a las infraestructuras, muchas veces es más necesario «conservar y renovar» que construir y ampliar… Linz concluye que «una vida social y económica orientada hacia la conservación de recursos y la justa medida no perturba el buen funcionamiento económico». Parece claro que sólo es viable una economía sostenible y donde hay que trabajar es en cómo lograrla. Tal vez, la suficiencia o Austeridad tenga otras implicaciones, como las que detallamos a continuación:

Suficiencia o Austeridad → Gastar menos → Trabajar menos → Más tiempo libre → Menos paro → Mejor reparto de la riqueza → Menos producción → Menos contaminación → Más salud → SOSTENIBILIDAD

4. Oikos & Jaikus. Reflexiones sobre la crisis ecosocial (por J. Riechmann)

Poeta, ensayista y profesor de filosofía moral en la Universidad de Barcelona, Riechmann se considera de la «estirpe de Casandra» (como explicó Sagan en su obra Miles de Millones recordando el mito griego de ser agorero sin que nadie crea los desastres anunciados, denegación, que es el término técnico de los psicoanalistas). Empieza con un párrafo de John Berger de «El coro que llevamos en la cabeza» (2006):

«Hoy en día no sólo están extinguiéndose especies animales y vegetales, sino prioridades humanas que, una tras otra, se ven sistemáticamente rociadas, no de plaguicidas, sino de eticidas: agentes que matan la ética y, por consiguiente, cualquier idea de historia y de justicia. Especialmente atacadas se ven aquellas de nuestras prioridades que proceden de la necesidad humana de compartir, legar consolar, condolerse y tener esperanza. Y los medios informativos de masas nos rodean día y noche con eticidas».

Para Riechmann «el movimiento ecologista está perdiendo (…) el partido de la guerra está ganando ese combate. (…) Hoy, a comienzos del siglo XXI, tanto el calentamiento del planeta como la proliferación nuclear están a punto de escapar a todo posible control». A pesar de la ecoeficiencia «la demanda europea de recursos naturales ha registrado un aumento cercano al 70%» desde los 60 del siglo XX: La huella ecológica (abuso ambiental medido en hectáreas de tierra productiva) de los países ricos, está robando posibilidades al resto del planeta. «Cada europeo, cada europea precisan en promedio 4.9 hectáreas de tierra productiva para mantener su estilo de vida (un verdadero pisotón ecológico); el promedio mundial es de 2.2 (China 1.5 y EE.UU. 9.5)» y «el planeta sólo puede ofrecer 1.8 hectáreas«. España ha duplicado su huella ecológica desde 1975 situándose en 5.4 hectáreas. «Estamos convirtiendo los recursos naturales en basura mucho más deprisa de lo que la naturaleza puede reconvertir la basura en recursos naturales». Según WWF, desde 1980 la humanidad vive «por encima de nuestros medios», y ya en 2003 consumíamos un 25% más de los recursos que la naturaleza produce anualmente. Además, el índice de biodiversidad (Living Planet Index) también es negativo: Las especies se están reduciendo drásticamente (un 31% de especies terrestres, un 28% de las acuáticas…). También resalta que el desarrollo sostenible «es un oxímoron, una expresión autocontradictoria», si el desarrollo se mide sólo como crecimiento del absurdo PIB (como se argumentó más arriba). También debe usarse el IDH (Índice de Desarrollo Humano) de la ONU como indicador de bienestar, y la huella ecológica como indicador de la presión sobre la biosfera. Resulta «anecdótico, pero interesante» que el único país con un IDH superior a 0.8 y una huella ecológica por debajo de 1.8 hectáreas (biocapacidad) es Cuba.

Algunos dicen que ya es demasiado tarde, pero aún así merece la pena intentarlo porque cada acción positiva retrasa el desastre y aumenta la justicia global. Simplemente reduciendo el consumo de carne o siguiendo los consejos de la Cadena Verde conseguimos ahorrar miles de litros de agua o de kilovatios de energía, o de CO2 en el aire (véanse los 12 problemas del consumo de carne). Sencillamente el «sobredesarrollo» de los países ricos no es extensible ni siquiera a China e India, mucho menos a todo el Planeta. Riechmann insiste en la obviedad que supone la afirmación de que «la economía no puede crecer indefinidamente dentro de una biosfera finita«, y recuerda las palabras de Jorge Wagensberg: «El ser humano es individualmente inteligente y colectivamente imbécil». Pese a todo, Riechmann hace un repaso de algunos de los principales problemas y soluciones, de los que destacamos los siguientes, brevemente:

  • Vivir deprisa no es sinónimo de vivir mejor: «Buena parte de la superior calidad de vida mediterránea tiene que ver con los ritmos pausados y evitar agobios», por lo que no se entiende la «tecnolatría», el culto por la técnica que nos permite correr (trenes de alta velocidad, autopistas y vehículos que nos permiten correr contaminando y devastando territorio sin enterarnos). Avanzar hacia la sostenibilidad requiere hacer menos, «no hacer, dejar de hacer» (el Tao Te Ching, escrito allá por el siglo VI a.C. dice: «Practica el No-Hacer, y todo será armonioso»).
  • Construcción excesiva para viviendas como inversión o segunda residencia, apenas ocupada, mientras mucha gente busca un techo asequible.
  • Los sobornos que las empresas privadas pagan, principalmente las industrias extractivas (mineras), de construcción y de armamento, superan los 315.000 millones de euros, suficiente para erradicar la pobreza planetaria, según la ONG Transparency International.
  • Sobreexplotación pesquera: Los modernos barcos pesqueros, con alta tecnología, «redujeron la fauna marina en un 80%», según la revista Science (2006). GreenPeace denuncia que la mayoría de los compromisos acordados se incumplen y que es urgente eliminar subvenciones a los buques industriales, reducir la potencia pesquera a la mitad y que el 40% de los océanos sea designado reserva marina. Como símbolo de una sociedad insostenible se ha propuesto un boicot al atún en lata.
  • Riechmann denota la obesidad como «la grasa del desarrollo» y dice que «los niños y niñas gordos son ya el 23%» (véanse las Razones para ser Vegetariano).
  • La sostenibilidad requiere producción y consumo LOCAL (algunos sugieren un máximo de 100 kilómetros para nuestros alimentos). Denuncia «las negativas consecuencias que tiene el modelo agroalimentario basado en la exportación de productos del Sur al Norte», de forma que lo que comemos viene, en gran parte, de miles de kilómetros de distancia. En muchos casos los países pobres sufren las consecuencias del sistema impuesto y Riechmann habla de un sistema que es capaz de teletransportar el dolor y el daño (social y ecológico) a miles de kilómetros de distancia (cosa que Pascal se planteó como problema moral).
  • «La bicicleta moderna y el automóvil fueron inventados casi al mismo tiempo: pero ejemplifican dos maneras antagónicas de aprovechar los frutos del progreso». Para Riechmann, la bici, usando la propia energía metabólica de cada uno, nos recuerda «cuánto cuestan las cosas» (Descubre la Bicicleta en la Ciudad).
  • «Hace ya decenios que las sociedades industriales alcanzaron niveles de productividad, eficiencia y desarrollo (…) que permitirían satisfacer sin problemas las necesidades básicas y deseos razonables de todos los seres humanos, reducir la jornada laboral a un par de horas diarias o tres, y dedicar lo mejor de nuestros esfuerzos a vivir bien«. J.M. Keynes, el mayor economista del siglo XX, «decía que tres horas de trabajo diario eran suficientes». Bertrand Russell «decía que bastaban cuatro». También insistieron en esto revolucionarios, como Herbert Marcuse, y conservadores, como E.J. Mishan. Parece que tenemos que elegir entre «pobreza de bienes o pobreza de tiempo». John Stuart Mill recomendaba «perfeccionar el arte de vivir» en vez de «estar absorbidos por la preocupación constante por el arte de progresar» (Principios de economía política, 1848).
  • Riechmann se asombra cómo mucha gente confía en que el ingenio tecnológico podrá solucionar algún día las amenazas a nuestra casa planeta, el oikos biosférico. Pero nosotros decimos que, si la tecnología no puede solucionar los graves problemas del PRESENTE… ¿Por qué pensar que pueda solucionar problemas más graves en un futuro? De hecho, en realidad los problemas de los que hablamos no son problemas por falta de tecnología, sino por falta de voluntad para aplicar las soluciones. Más que nuevas tecnologías, necesitamos nuevas voluntades. En la encíclica citada anteriormente, Benedicto XVI habla «del gran riesgo de confiar todo el proceso del desarrollo sólo a la técnica», y el Papa Francisco es mucho más claro y rotundo en su defensa ambiental.
  • Nuestra sociedad se niega a asumir responsabilidades («cultura adolescente») y para ello algunos niegan los problemas, y otros pasan a la desesperación de ver que todo está ya perdido. No podemos dilapidar irresponsablemente «preciosos recursos fósiles», quemándolos en coches, «cuando son tan necesarios para fabricar fertilizantes». La sostenibilidad es «cambiar nuestra forma de producir, consumir, trabajar, divertirnos…».
  • «La opción es vivir (lo mejor posible) con menos, o transformarnos en monstruos», y como dijo Erich Fromm hay dos claves: Una es la esperanza, pues «sólo puede moverse a los seres humanos a cambiar sus acciones si tienen esperanza»; La otra es el amor, «amor a la vida en un ser humano, en un animal, en un planta» (La atracción de la vida, 1967).

Bibliografía Adicional: