Jorge Riechmann (1962-) es ante todo un poeta madrileño (con abuelo alemán). Además, es licenciado en Matemáticas, doctor en Ciencias Políticas, y profesor de filosofía moral en la Universidad de Barcelona desde 1995.
Es autor de lo que él denomina la «trilogía de la autocontención», refiriéndose a que los graves problemas ecológicos actuales deben tratarse en términos de «responsabilidad (hacerse cargo de las consecuencias) y autocontención (tratar conscientemente de moderar nuestra hybris)», proponiendo que los humanos debemos limitar nuestra natural tendencia a la desmesura, al consumismo, al acaparamiento y al vivir de espaldas a los graves problemas de nuestro prójimo. Debemos, según este filósofo, «aprender a cuidar la Tierra, tratándola a veces con amor de jardinero». En definitiva, debemos «transformarnos» a nosotros, para cambiar la sociedad. Esta «trilogía de la autocontención» está formada por tres obras: «Un Mundo Vulnerable» (2000) «Todos los Animales Somos Hermanos» (2003) y «Gente que No Quiere Viajar a Marte» (2004). Es también coautor del libro «Vivir (bien) con Menos» (2007) donde también se exalta la necesidad de mayor austeridad y mayor eficiencia, para simplemente alcanzar la sostenibilidad. También el Papa Benedicto XVI, en su encíclica «Caritas in Veritate» (2009) aboga por un consumo responsable y pide que los países industrializados moderen su consumo energético. Y mucho más claro y enérgico ha sido el Papa Francisco en su «Laudato Si«.
«Comerse el Mundo» (2005)
Sobre Ecología, Ética y Dieta
Ediciones del Genal, ISBN: 84-932253-9-8
Para algunos, este puede ser un libro descorazonador y para otros un libro esperanzador. Pero para todos, las conclusiones son claras y el único punto de controversia puede ser si los humanos (unos más que otros) hemos pasado ya el límite de lo aceptable o simplemente estamos cerca.
Para empezar hay que dejar claro que en el mundo hay un problema de superpoblación. No tanto por la cantidad de gente, sino por cómo esa gente quiere vivir (la contaminación de los más ricos es sencillamente intolerable). El crecimiento en el consumo y «desarrollo» de China está poniendo claro lo «absurdo del modelo de producción y consumo del que hoy nos beneficiamos las élites del planeta» (20% de la población mundial, cercana ya a los 7000 millones de seres humanos). «La biosfera no puede acoger otros 1.200 ó 1.300 millones de personas viviendo según las pautas insostenibles de producción y consumo que han generado las sociedades industriales desde hace dos siglos, y sobre todo en la segunda mitad del siglo XX».
Algunos científicos (como M. Wackernagel, creador del concepto de «huella ecológica») datan en 1980 el momento en el que la humanidad superó «por vez primera la capacidad regenerativa de la Tierra» y ahora nos encontramos cada vez más «en una situación crecientemente insostenible» porque «somos mucha gente viviendo dentro de un espacio ambiental limitado». Según Riechmann, las reglas en un «mundo lleno» deben ser distintas a cuando el mundo no estaba tan lleno o tan explotado. Riechmann se vale del ejemplo dado por A. Jacquard del modo de vida de la ameba Dictyostelium discoideum que vive aislada si hay alimentación suficiente y se asocian si escasea el sustento. Una simple ameba nos puede enseñar mucho. Ya no podemos llevar los problemas donde no molesten a nadie. Por ejemplo, los productos contaminantes están dispersándose por la biosfera con impactos negativos sobre todo lo viviente. Un caso reciente: en Méjico las multinacionales tabaqueras estadounidenses obligan a cultivar el tabaco usando plaguicidas que están envenenando la tierra, el agua y a los trabajadores, que son niños en muchos casos.
Es preciso «diseñar estrategias de gestión de la demanda (no sólo en sectores donde la idea ya es de uso corriente, como el uso de energía o de agua, sino también en otros donde aún no ha penetrado esta nueva perspectiva: los transportes, el consumo de carne y pescado, el uso de recursos minerales, etc.) para no superar los límites de sustentabilidad, preservando al mismo tiempo en lo posible la libertad de opción». «En definitiva, lejos de hallarnos ante los problemas «ingenieriles» de conseguir siempre más agua, energía, alimentos, sistemas de eliminación de residuos, etc., en realidad tenemos sobre todo que resolver problemas filosóficos, políticos y económicos que se refieren a la autogestión colectiva de las necesidades y los medios para su satisfacción. En un «mundo lleno», no se trata ya de un (imposible) aumento indefinido de la oferta, sino de gestión global de la demanda». Y pide que igual que existe una «nueva cultura del agua» se cree una «nueva cultura de la carne«.
Centrándose en la dieta de los países industrializados afirma que «los habitantes del Sur empobrecido deberían poder comer más carne y lácteos; en el Norte rico, deberíamos querer comer menos de tales productos». Por salud, pero también por otros motivos sociales, económicos y ecológicos.
«Cada caloría animal requiere entre 5 y 20 calorías vegetales», dependiendo del tipo de granja en la que se críe. En una «granja tradicional» los herbívoros «no compiten con los seres humanos por alimentos vegetales, puesto que comen plantas herbáceas no aptas para la alimentación humana (…) La combinación agricultura-ganadería en explotaciones integradas ha sido casi siempre decisiva para conservar la fertilidad y buena calidad de los suelos». La ganadería intensiva evita que los animales pasten libremente, se les lleva la comida usando transportes a motor (contaminantes) y el estiércol también se transporta para fertilizar o contamina si la gestión no es la adecuada. El resultado es negativo por todos los sitios, excepto por uno. A cambio de conseguir carne razonablemente barata para menos de un 20% de la población mundial, las reses comen alimento que podría alimentar a muchos humanos. Mientras, la quinta parte de la población mundial no tiene alimento suficiente. «Cuando comemos carne de animales criados con productos agrícolas -como soja o maíz- que podríamos consumir directamente perdemos entre el 70 y el 95% de la energía». Hay que pensar que para consumir un kilo de carne es necesario dar de comer y de beber al animal durante toda su vida y luego pagar los transportes al matadero y el transporte del cadáver.
Resumimos en la siguiente lista los problemas del consumo de carne (producida alimentando el ganado con cereales, piensos o harinas). Muchos de ellos también se pueden aplicar al consumo excesivo de pescado, especialmente si es de piscifactoría.
- Mayor consumo mundial de cereales y agua: «Hoy, más del 40% de los cereales del mundo y más de la tercera parte de las capturas pesqueras se emplea para alimentar la excesiva cabaña ganadera de los países del Norte«. En EE.UU., más del 70% de los cereales se destinan al ganado y esa cantidad serviría «para alimentar a mil millones de personas» (fuente: M. Bekoff). Un kilo de proteína animal requiere en promedio 40 veces más agua que un kilo de proteína de cereales. Dice Riechmann que «la mejor manera de aumentar la eficiencia de la producción agroalimentaria, a nivel mundial, sería reducir el excesivo consumo de carne en los países del Norte». Pero este autor parece olvidar que cada vez es más frecuente la obesidad en los países pobres, porque se está copiando el sistema de comida rápida de EE.UU., hamburguesas y carne con mucha grasa y muchos aditivos.
- Mayor consumo mundial en gasolina: Los cereales se cultivan lejos de donde se cría el ganado y el ganado se cría lejos de donde finalmente se consume. A eso hay que unir la motorizada maquinaria moderna y el transporte de los residuos de la granja.
- Mayor gasto en terreno humanizado: Para plantar esos cereales y para tanto ganado se quita espacio a la Naturaleza (incluyendo zonas tan preciadas como la selva amazónica).
- Pesca excesiva para harinas: Las harinas de pescado (y de carne, a veces) son utilizadas como alimento del ganado y del pescado de las piscifactorías, por lo que ambos no son ecológicamente sostenibles.
- Hambre: Un porcentaje indeterminable del hambre mundial podría cesarse si se distribuyera mejor la producción de cereales en vez de emplearlos en la alimentación del ganado. «En el caso del ganado vacuno de crianza industrial, con la cantidad de cereal y soja empleada para alimentar a los animales cuya carne consumirá una sola persona podrían nutrirse veinte personas«. Según las Naciones Unidas se podría erradicar el hambre dedicando a la alimentación humana entre el 10 y el 15% del grano destinado al ganado.
- Contaminación de la agricultura intensiva: Contaminación de tierras y agua por fertilizantes, herbicidas, insecticidas… La agricultura ecológica es muy importante para la sostenibilidad global, como lo demostró científicamente la bioeconomía de Georgescu-Roegen.
- Contaminación de la ganadería intensiva: Erosión de la tierra, contaminación por metano y purines…
- Maltrato animal: Para abaratar costes se les hacina en espacios minúsculos y se les ocasiona un sufrimiento excesivo, como lo describe Peter Singer en su «Liberación Animal» y en su reconocida «Ética Práctica«. Por ejemplo: 600 millones de aves sacrificadas en España cada año y casi 10.000 en EE.UU. Riechmann coincide con Singer al afirmar que sólo sería «moralmente lícito el consumo de carne» en el caso de «animales que hubiesen sido sacrificados de forma indolora, después de haber vivido una vida digna» (ganadería extensiva).
- Medicación excesiva a los animales (incluso estando sanos): hormonas, antibióticos… que pasan a los consumidores a través del consumo de una carne de mala calidad (pero barata, que es lo que pide el mercado).
- Salud: El consumo de carne mala y/o en abundancia es una dieta con exceso de grasa animal que provoca problemas cardiovasculares, obesidad, diabetes y varios tipos de cáncer….
- Gastos sanitarios: Se ha calculado en EE.UU. los gastos sanitarios derivados del consumo de carne y se han evaluado entre 29.000 y 61.000 millones de dólares (47.000 millones son los gastos del tabaquismo).
- Excedentes en la producción de carne y lácteos que cuesta mucho mantener.
A pesar de todo, el desconocimiento de estos datos está generando a nivel mundial un crecimiento en el consumo de carne emparejado con el desarrollo. Por ejemplo, en España entre 1964 y 1991 ha bajado el consumo medio por persona de legumbres a la mitad, de pan a menos de la mitad y de patatas a casi la mitad. En el mismo periodo, el consumo de carne y derivados ha aumentado a mucho más del triple (en el libro podemos encontrar más datos y más precisos). Y hoy, en España se sacrifican 20 vidas animales cada año por cada español (800 millones de mamíferos y aves). Parece claro que «cómo alimentarse, en las sociedades industrializadas, resulta ser una cuestión de alto contenido político y moral».
El autor afirma que «está probado de sobra que una dieta vegetariana bien equilibrada puede ser perfectamente saludable (además de causar mucho menos daño ecológico que las dietas carnívoras)». Pero en todo caso es importante destacar que «las dietas altamente cárnicas que prevalecen en los países del Norte no son moralmente aceptables» porque son dietas «imposible de universalizar». Riechmann hace una curiosa suposición: Si la cosecha de cereales de este año fuera de 2000 millones de toneladas (fueron 1880 en 1996), ello podría alimentar:
- a 2.500 millones de personas con una dieta estadounidense.
- a 10.000 millones de personas con dieta hindú.
Pero ninguna de esas dos es una dieta saludable: El término medio sería una «dieta básicamente mediterránea, menos cárnica que la actual», la cual consigue ser «ecológicamente sustentable», «generalizable» y «más saludable». Consumir muchas frutas, verduras y una buena ración de legumbres (lentejas, garbanzos, guisantes…).
Riechmann resume en cuatro las razones para «renunciar a la ganaderia intensiva»:
- Por respeto a los animales.
- Por «solidaridad humana (…) no podemos desperdiciar tanta comida criando animales».
- Por los «impactos ecológicos inaceptables» e «insostenibles».
- «Consideraciones sanitarias» (salud y sus gastos).
Dice Riechmann que «comer mucha carne (y pescado) puede significar quitarles a otros seres humanos el alimento de la boca«, aunque reconoce que «lo que les falta a éstos no es tanto alimento como poder y opciones vitales», cosa en la que coincide con A.K. Sen. Sin embargo, afirma que «reducir el consumo de carne libera directamente espacio ecológico, y en esa medida permite avanzar hacia un mundo más sustentable. Es una condición no suficiente, pero sí necesaria para el auténtico desarrollo sostenible».
Te recomendamos encarecidamente estos vídeos sobre este asunto clave.
«Tiempo para la Vida» (2003)
La crisis ecológica en su dimensión temporal
Ediciones del Genal, ISBN: 84-932253-3-9
Como muestra de la importancia que tiene el tiempo y cómo lo sentimos en la «crisis ecológica», vamos a exponer algunas citas de esta obra:
- «La falta de tiempo (por el culto a la velocidad, la aceleración de los ritmos, la compartimentación de la vida cotidiana, la dilatación de los trayectos que se recorren cada día en las aglomeraciones urbanas, la centralidad del trabajo asalariado y de un ocio mercantilizado, etc.) se ha convertido, en los países del Norte rico del planeta, en algo así como una enfermedad cultural que tiende a contagiarse al mundo entero. Un dicho africano señala que todos los blancos tienen reloj, pero nunca tienen tiempo».
- «Los fisiólogos del metabolismo han hecho un descubrimiento sorprendente. Todos los seres vivos se parecen en que a lo largo de su existencia consumen la misma cantidad de energía por gramo de peso corporal. El cisne, el petirrojo, el murciélago, el erizo o el ser humano gastan aproximadamente 2.500 kilojulios por gramo de peso a lo largo de toda su vida (de forma que un metabolismo más acelerado se traduce en una longevidad menor, y a la inversa, cuanta menos energía consume un organismo, más vive)».
- «No hay proporción entre la velocidad con que introducimos en la biosfera sustancias químicas de síntesis, u organismos transgénicos, y la velocidad con la que evaluamos los posibles daños que pueden causar«.
- «Si no tenemos tiempo para la vida, nuestra civilación -de eso podemos estar seguros- está condenada. Pero si la legislación sobre trato humanitario a los animales de experimentación se cumpliera, dicen los experimentadores, la investigación no podría llevarse a cabo. Si nos atuviéramos a las leyes anticontaminación, dicen los industriales, la producción se detendría. Si los requisitos de seguridad para liberar en el medio ambiente organismos transgénicos se respetasen, dicen los ingenieros genéticos, habría demasiadas trabas para el crecimiento del mercado de los productos recombinantes. Si no murieran algunos obreros, dicen los constructores, las obras no se acabarían a tiempo».
Algunas referencias:
- Peter Singer, «Ética Práctica«, 2ª Edición. Cambridge University Press, 2003.
- Comer Carne Destroza el Planeta (y a los Animales).
- Peter Singer, «Liberación Animal», 2ª Edición. 1990.
- Albert Jacquard, «Éste es el tiempo del mundo finito». Acento, 1994.
- Marc Bekoff, «Nosotros los Animales». Trotta, 2003.
- Manfred Linz, Jorge Riechmann y Joaquim Sempere, «Vivir (bien) con Menos. Sobre Suficiencia y Sostenibilidad«. Icaria (colección Más Madera), 2007.
- Óscar Carpintero, La bioeconomía de Georgescu-Roegen. Montesinos, Barcelona, 2006.
- Salvemos Nuestro Planeta, por J. Galindo.
- Medidas alternativas al PIB: el Crecimiento Económico no implica Crecer en Bienestar.
- Difunde los consejos ecológicos de la CADENA VERDE.
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