Libro «Aldea Global, Justicia Parcial» (Resumen)

Ed. Cristianisme i Justícia, 2003espinal@redestb.es, ISBN: 84-9730-058-0

Para aprender lo más importante sobre
GLOBALIZACIÓN,
lee los artículos 9 y 10 de esta web.

Este libro es una recopilación de artículos de distintos autores con el objetivo de dar una visión especial de la globalización. Sin dejar de citar las ventajas de la globalización, pretende resaltar los problemas que acarrea, tales como injusticia o insolidaridad, desde un punto de vista humano y, a veces, cristiano. Vamos a hacer un breve resumen de sus 11 artículos, centrándonos un poco más en los dos más interesantes, el 9 y el 10.

1. José Sols: «La Ciudad de Todas las Culturas»

Este artículo demuestra que actualmente hay «miedo a la diversidad» cultural humana, que va en aumento por la inmigración. Se tiene miedo a los que no son como nosotros y no se hace un esfuerzo por conocer a esa gente que es diferente. Esto nos lleva a una falsa homogeneización de los que son como «nosotros» (que no somos todos iguales ni pensamos igual) y de los que son como «ellos» (inmigrantes de otras culturas que no son todos iguales, evidentemente). Resalta que se hable de «ellos» y no de «vosotros», «porque se habla de ellos, pero apenas se habla con ellos».

La inmigración es causada principalmente por la pobreza de unos países y la tremenda desigualdad de esos países respecto al mundo rico. Los países receptores ignoran el problema económico de los recién llegados y puede surgir conflictividad social (mendicidad, delincuencia…). Los políticos abordan poco este tema porque más que dar votos los quita.

Según este autor el objetivo es más que la «integración», el nacimiento de una nueva cultura de la convivencia. La integración es buena pero «no todo es positivo: hay una componente de disolución de una cultura en otra. La ciudad de todas las culturas apunta hacia un reconocimiento de la diversidad real. (…) No se trata de que haya guetos raciales», sino «interculturalidad», «aceptar la diversidad, sin ocultarla». Las diferencias culturales no son algo espontáneo y no debe haber clichés para clasificar fácilmente a cada miembro de cada cultura, porque todos somos diferentes. «Para consumir los productos del imperio, todos somos iguales. En cambio, para dejar que los africanos, los asiáticos, los latinoamericanos o los europeos del Este vengan aquí a ganarse la vida, entonces, de pronto, resulta que somos radicalmente distintos. (…) Vivir en la diversidad supone mayor madurez y mayor riqueza para la condición humana. Vivir en la supuesta homogeneidad comporta una estrechez de miras y una mayor pobreza cultural», que interesa a las grandes multinacionales pues interesa que todos veamos las mismas películas, bebamos la misma bebida y comamos la misma comida. Tal vez nos engañan con la homogeneización para vendernos a todos lo mismo y para que todos rechacemos los productos y la gente extraña.

2. F. Javier Vitoria Cormenzana:

«La Cultura del Gran Hermano»

Se queja aquí el autor de que «hemos convertido todo o casi todo en producto cultural, en objeto de consumo y entretenimiento (…) incluso la miseria de los pobres». Como dice J. Sobrino, si no queremos ver la realidad que hay delante, no hay solución.

El autor cuenta dos historias «de dos hombres que tuvieron ojos para la alteridad»: Francisco de Asis y Bartolomé de las Casas. El primero amó al prójimo aunque fuera sarraceno o leproso, y el segundo detectó que los pueblos indígenas eran humanos que sufrían por la colonización, dándose cuenta que «el sistema socioeconómico implantado era el que producía la muerte de los pueblos indígenas», aunque su perspectiva fue «considerada exagerada por sus compatriotas». Cuenta Bartolomé de las Casas en su «Brevísimo relato de la destrucción de las Indias» que los indígenas ya se dieron cuenta que el dios de los cristianos era el oro y las joyas.

Para el autor es importante no caer en el egoísmo ni personal ni extendido a los que sentimos más cercanos (nosismo), y tampoco caer en la ceguera autocomplaciente «con la ilusión de que no ver fuese igual a no saber, y que no saber les aliviase de su cuota de complicidad» (usando palabras de Primo Levi). Porque en estos tiempos estamos atragantados de datos, pero no somos sabios. Es lo que J.J. Millás llamó «dato sin información» o «transgénico» llegando irónicamente a afirmar que «el porcentaje es el dato transgénico por excelencia, pues no se te atraganta aunque el muerto sea tu padre».

El Nobel de economía R.M. Solow dijo que «la globalización es una maravillosa excusa para muchas cosas«. Y en muchos casos la riada de hechos y el curso de la vida nos retrae de tomar parte activa en la solución, atrapados por TINA («There Is Not Alternative»), una filosofía cómoda que «estimula más el retraimiento y la resignación que la rebelión y la indignación», que propone no hacer nada porque no merece la pena ante la falta de alternativas a la injusticia globalizada actual.

3. José Ignacio González Faus:

«¿Pobres o Empobrecidos?»

Sin negar casos particulares, el autor de este artículo sostiene que «existen pobres porque el género humano los produce, bien sea de modo inmediato bien de manera mediata, que es la más frecuente», es decir, de forma indirecta. Por ejemplo, compramos baratos productos «made in China» sabiendo las duras condiciones laborales de ese país asiático. El contenido del artículo se puede sintetizar en la frase siguiente: Queremos mucho y eso afecta a los demás.

Afirma González Faus que «nuestra voluntad de tener más, hace necesariamente que otro tengan menos», olvidando que también puede ser a costa de explotar más la Naturaleza. O sea, todo lo que poseemos procede de la Naturaleza y si ahora poseemos más es porque explotamos más a la Naturaleza y porque evitamos que otros puedan poseerlo. Pensemos que en el mundo hay 60.000.000 de personas por debajo de la línea de pobreza oficial (60 millones de seres humanos). Nuestro individualismo es causa directa o indirecta de la situación actual, porque además de querer mucho, somos muchos, y eso afecta aún más a los demás. El individualismo sostiene que mis actos sólo me afectan a mí y eso es falso. Resulta al menos más coherente la filosofía de Nietzsche en su «Genealogía de la Moral», donde afirma que «lo esencial de una aristocracia buena y sana es… que acepta con buena conciencia el sacrificio de un sinnúmero de seres humanos». Ese hombre «liberado de toda compasión decadente ante los débiles (…) [sabe que] la vida es esencialmente apropiación, herir y avasallar lo extraño, lo débil».

A pesar de la dureza de Nietzsche, nuestra sociedad lo ratifica con dos actitudes cotidianas: el «olvido» del sufrimiento ajeno y, cuando eso no es posible, la «justificación«, tanto de ese sufrimiento como de nuestro consumismo, criticado abiertamente en este texto: «Mientras más de dos mil millones de seres humanos sobreviven con dos dólares diarios o menos, nosotros abrimos el coche con un mando a distancia (…). Nosotros gastamos para alimentar nuestro equipos ídolos de fútbol unas cantidades que servirían casi como PIB de algún pequeño país», comparaciones que recuerdan las que hacía Eduardo Galeano.

4. Javier Melloni: «La Justicia, Pasión por la Igualdad»

«Nuestro problema como humanos es que o bien potenciamos la diversidad a costa de la separación, o la igualdad a costa de una uniformidad que despersonaliza. (…) La llamada sociedad del bienestar o del consumo (…) [hace que] a más botín, más voracidad, sin que por ello se haya desvelado el rostro del otro como el rostro del hermano». Con esas palabras Melloni pretende, como Ellacuría o Gandhi, abogar por una «cultura de la pobreza», diferenciándola de la «miseria»: «Esta distinción es de radical importancia: la miseria es deshumanizante, en tanto que no permite la satisfacción de las necesidades básicas del ser humano como individuo y menos aún como persona. Está claro que hay que luchar con todas las fuerzas para lograr que toda la humanidad disponga de la alimentación necesaria, de vivienda, de trabajo, de sanidad e higiene y de educación. Hemos cruzado un umbral civilizador que permite que estos recursos estén al alcance de todos. Sin embargo, constatamos perplejos y doloridos -cuando no indignados- que cada vez se va haciendo mayor la desigualdad». Para Melloni la pobreza tiene al menos cuatro efectos beneficiosos: Capacidad de admirarse por lo sencillo y de agradecerlo, de acogimiento del prójimo y de compartir las posesiones. «El pobre tiene experiencia de lo duro que es vivir en la angustia de la indigencia. Por eso en su mesa pobre hay sitio para todos». «En lugar de la acogida, la riqueza lleva a la exclusión. Nunca como hasta el presente una sociedad como la nuestra [del mundo rico] había dispuesto de tantos bienes; y sin embargo, tampoco nunca las leyes de extranjería habían sido tan restrictivas», y «en la abundancia seguimos atrapados en la ansiedad, que es un mecanismo primitivo de la naturaleza para asegurar la supervivencia».

Para este autor, «solidaridad y austeridad» se remiten mutuamente en una «relación de circularidad: la austeridad contiene la fiebre del poseer permitiendo que se revele el rostro del hermano; a su vez, el rostro del hermano llena el propio interior de un deseo más hondo que el de saciarse de cantidades de cosas, lo cual también acaba llevando la sobriedad». Como conclusión se obtiene que el tener tantas cosas (tanta ropa, tanta música, tantos juguetes, tantos trastos, tantos muebles, tantos…) nos aísla de la realidad del sufrimiento ajeno. En un mundo globalizado, muchos viven aislados en su jaula de oro.

5. Xavier Alegre: De una Religiosidad

del «Yo» a una Religiosidad del «Otro»

Pretende exaltarse aquí la religiosidad bien entendida, denunciando como Lucas (cfr. Lc 16, 13) la «falsa religiosidad»: «¿Por qué precisamente los que se consideran piadosos pueden ser los primeros en no responder adecuadamente al proyecto de Dios (cf. Lc 18, 9-14)?».

Tal vez olvidando otras causas, como los desastres naturales, este autor sostiene que el mal es «fruto de las opciones equivocadas que la humanidad ha ido tomando a lo largo de su historia», invitando al ser humano a descubrir su responsabilidad en la existencia del mal y «sin negar la importancia del pecado individual, lo que más debería agobiarnos, como creyentes, es el pecado estructural, causante de la marginación y muerte de millones de inocentes».

6. José Ignacio González Faus: «Del otro al OTRO»

Desde un punto de vista netamente cristiano se incita al creyente a darse cuenta que «si existe de veras el Dios cristiano ¿nos está permitido vivir como vivimos?… Seguramente no», contesta, a menos que pensemos más en el prójimo.

7. M.Dolors Oller:

«Democracia: Presente Oscuro, Futuro Posible»

Según esta Dra. en Derecho, «está retornando un capitalismo salvaje que la historia ya se había encargado de juzgar duramente, habida cuenta de las injustas condiciones a las que sometió al proletariado en los siglos XVIII-XIX». En esta situación lo urgente es globalizar también la democracia, cosa que reconoce como difícil pero necesaria. Pero se refiere a otra democracia distinta de la «democracia liberal representativa, que se muestra hoy claramente insuficiente y que ha entrado en una profunda crisis. Ha llegado la hora de repensar la democracia, si queremos salvarla». «La democracia no es sólo ir a votar, ni unos procedimientos para resolver conflictos, sino que, primordialmente, se trata de un talante cívico, de una manera de comportarse, de relacionarse con los demás, de respetarlos». En las democracias actuales «el ciudadano está abdicando claramente su capacidad de decisión sobre lo que es justo o injusto, sobre lo que necesita o no». Por eso es urgente aumentar los mecanismos de participación ciudadana, incluso usando las nuevas tecnologías.

Critica también el consumismo por sus efectos negativos en la persona que lo ejerce y en las demás personas, y propone «el desarrollo de una ética común a todas las culturas», lo cual enlaza con el siguiente artículo.

8. Joan Carrera i Carrera: «Mundo Global, Ética Global»

Los que están en contra de los efectos negativos de la globalización han sido agrupados en el llamado «movimiento anti-globalización», pero Susan George dice: «Yo rechazo la palabra antiglobalización que los medios de comunicación nos atribuyen. El combate se da, en realidad, entre los que queremos una globalización inclusiva, basada en la cooperación y la seguridad, y aquellos que quieren que todas las decisiones las tome el mercado».

Este autor nos recuerda que «aquello que realizamos, por pequeño que sea, tiene repercusión, tanto si ayuda a construir justicia y solidaridad como si va en dirección contraria». Tal vez el reciclaje de nuestra propia basura sea un «acto aislado, sin gran repercusión (…), pero nos ayuda a tomar conciencia y a que otros hagan también lo mismo; ayuda a que los gobiernos vean que la gente se toma el problema en serio».

En este mundo globalizado es urgente darse cuenta de que es necesario un cambio de mentalidad, darse cuenta de que nuestro prójimo puede encontrarse a mucha distancia de nosotros o incluso a mucha distancia en el tiempo, pues los daños ambientales que hacemos hoy tienen efectos durante muchos años. «Determinadas medidas para preservar la ecología pueden resultar impopulares, a corto plazo, para un gobierno, si no se explican bien y la ciudadanía no participa en su elaboración». También pone el ejemplo de la inmigración, que provoca más miedo y xenofobia que indignación por «el hecho de que el continente africano ha quedado marginado de la globalización».

En una nueva ética habría que cambiar la Naturaleza de explotada a protegida, de empresas competitivas a cooperativas, del libre mercado absoluto al control democrático para evitar que multinacionales escapen al control y abusen de la mano de obra barata o de las facilidades de los países pobres en política fiscal, laboral o medioambiental. También la ciencia tiene que cambiar para tender más al servicio público más que a intereses privados y ser responsables con los avances, evitar la biopiratería respetando y reconociendo el saber aborigen de muchas culturas del mundo. En esta nueva ética hay que pasar «de la indignación al compromiso», aunque percibamos los hechos como inevitables. Una forma es concentrarse en una realidad menor, evitando la complejidad de la realidad en su conjunto, tal y como hacen algunos movimientos sociales (ecologismo, feminismo, pacifismo, derechos humanos… agrupados en muchas ONGs que están cerca de todos nosotros). A una ética así el autor la llama como «ética mínima» pero que debería ser redactada y consensuada por todos. Debiera ser una ética útil sobre la que puedan construirse otras éticas (religiosas, profesionales…).

9. Arcadi Oliveres: «Otra Economía es Posible»

Este economista afirma que no conoce «otra economía», pero que pretende dar un catálogo de sugerencias «para intentar transformar esta economía global injusta y desigual, en una economía algo más equitativa que sirva un poco más a la dignidad de las personas». Todo se puede resumir en la palabra «redistribución» y afirma que si la renta mundial se redistribuyera, todo el mundo viviría como en Portugal. Su lista de sugerencias es la siguiente:

1. Comercio Justo: «Lo que nosotros compramos muchas veces no remunera debidamente el esfuerzo que hacen los países del tercer mundo para producir esas mercancías». El café, cacao o la carne son ejemplos de productos de comercio desigual. Para agravar el problema está «el cierre de los mercados del primer mundo ante los productos del tercer mundo. Y en cambio queremos que los países del sur abran sus mercados a nuestros productos». El comercio internacional está en manos de la OMC (Organización Mundial del Comercio), «que está al servicio de los más poderosos». La UNCTAD, conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y Desarrollo debería relanzarse para que sus actividades en favor del comercio justo fueran promovidas internacionalmente. Su objetivo básico sería «dar la posibilidad a los países más pobres de cerrar sus fronteras a los productos de los países ricos en algunos casos, pero prohibiendo lo contrario, el cierre de las fronteras de los países ricos para los productos del tercer mundo».

2. Industrialización del Tercer Mundo y Controlar las Inversiones Internacionales: «Una segunda causa de la miseria del tercer mundo proviene de su falta de capital y de tecnología», que les hace tener que recurrir a la «inversión extranjera» que «no es ninguna hermanita de la caridad». Las empresas van al tercer mundo buscando la máxima rentabilidad: «materias primas y mano de obra barata, los impuestos bajos y las legislaciones medioambientales permisivas», además de horarios y condiciones laborales abusivas para los trabajadores y mano de obra infantil en muchos casos, lo que les impide ir al colegio. Pone ejemplos de empresas españolas (Banco BBV, Banco de Santander, Endesa, Repsol y Telefónica) que ganan mucho dinero en Argentina, casi el doble de la ayuda de España a todo el tercer mundo en el 2000. En el 2001 la crisis les hizo reducir sus ganancias ligeramente (6% para el Banco de Santander) lo cual se tradujo en despidos y reducción de salarios, «¡no fuera a suceder que, por pagar demasiado a los trabajadores argentinos, los accionistas del banco no pudieran cobrar!». «Si queremos transformar la economía, necesitamos controlar a las grandes compañías inversoras»: Usar un «código de conducta, evitando los abusos sobre los países débiles». Para la industrialización sin acudir a la inversión extranjera debería darse más importancia a la ONUDI, Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial.

3. Financiación del Desarrollo: «Según la FAO, cada día mueren de hambre 100.000 personas. ¡Se dice rápido! Y no es por falta de alimentos, sino por falta de dinero para costear esos alimentos». Porque de hecho hay excedentes de alimentos. «En el año 2000, el tercer mundo transfirió 380.000 millones de dólares al primer mundo, como pago de la deuda, mientras el primer mundo prestó ayuda al desarrollo por valor de 53.000 millones de dólares (¡7 veces menos!)». Las deudas externas impiden el desarrollo y la alimentación básica en los países pobres. Dos acciones urgentes:

  • Cancelar la deuda externa: Para los países ricos no supone ningún esfuerzo significativo: Se podría cancelar la deuda externa mundial si cada español pagara el 0,2% de sus ingresos, durante 10 años.
  • Aumentar la ayuda al desarrollo: Ese dinero se puede obtener:
    1. Erradicando el fraude fiscal: Pone el ejemplo de que los dentistas españoles declaran a Hacienda que ganan una media de unos 7300€ anuales cosa que es evidentemente falsa, al menos para la inmensa mayoría de ellos.
    2. A través de la Tasa Tobin, que grava con un impuesto bajo (por ejemplo el 0,1%) cada transacción financiera, penalizando así los movimientos especulativos.
    3. Disminuyendo el gasto militar: Esto fue propuesto por la ONU hace muchos años. El gasto militar es de más de 900.000 millones de dólares, 18 veces más de lo que pide la FAO para erradicar el hambre del mundo. España participa en ese gasto militar y muchas veces se encubre ese gasto en partidas de otros ministerios.

4. Flexibilizar los Flujos Migratorios: Por desgracia, «el fenómeno migratorio es una necesidad», y puesto que es algo que seguirá adelante, «más vale tomarlo por las buenas que por las malas». «Europa, durante siglos, se ha descargado de población mediante la emigración» (a América, Australia, India, África…), con lo que «consiguió que su agricultura fuese excedentaria, de modo que quedó un excedente de mano de obra para desarrollar la industria». Es una cuestión de justicia, «que la gente del tercer mundo pueda simplemente hacer lo que los europeos hemos hecho durante siglos». Aquí también puede resultar útil lo que proponen los científicos Nebel y Wrigth: Intentar abatir el crecimiento demográfico aumentando la seguridad en la vejez a través de las pensiones, reducir la mortalidad y la explotación infantil, exigir la educación de niños para evitar que trabajen, mejorar las condiciones de las mujeres y propiciar la disponibilidad de anticonceptivos. Oliveres también pide que se adopten políticas que impidan las mafias que trafican con personas y que se les pague a los inmigrantes un sueldo digno.

5. Lo que tú puedes hacer: Léanse los consejos de la Cadena Verde: www.cadenaverde.tk, publicados también en el fantástico libro «Salvemos Nuestro Planeta«.

  • Como trabajadores: Pedir una reducción de la jornada laboral para crear más empleo, aunque se reduzcan los sueldos: es «una cuestión de solidaridad». Pensemos que al comienzo de la revolución industrial se trabajaban 16 horas diarias y aún hoy no se han extendido a todos las ventajas de la informática y la robotización, cuyos beneficios revierten mucho en los empresarios y poco en la población. Las empresas se van a países más pobres porque «los intereses del capital pueden ser contrarios a los del trabajo», cosa que no ocurre en una cooperativa, «porque el cooperativista es al mismo tiempo trabajador y capitalista». Los gobiernos pueden exigir por ley aumentar las indemnizaciones por despido si una empresa se va a otro país siendo rentable en el que está.
  • Como consumidores: «Nuestro nivel de consumo tan sólo se puede mantener porque en el resto del mundo no pueden igualarlo. Si la población de los países pobres consumiera la energía, el papel, el agua, la madera, con el mismo ritmo que nosotros, se produciría un rápido colapso de los recursos naturales: simplemente, no habría suficiente energía, papel, agua o madera. Así pues, nosotros podemos consumir porque ellos no consumen»: «Podemos tener frigoríficos porque 4.000 millones de personas no pueden tenerlos». Así pues concluye que «debemos reducir nuestro consumo» y «conocer un poco qué hay detrás del producto que consumimos«, porque hay empresas que favorecen la injusticia y emplean mano de obra infantil en sus productos. Es importante promover los artículos de comercio justo, y para ello podemos usar algunos medios, como la revista Opcions o incluso libros.
  • Como ahorradores-inversores: Al depositar nuestro dinero en un banco o empresa, estamos apoyando todas sus actividades por lo que deberíamos exigirles que nos informen de sus actividades sociales y de sus normas de protección medioambiental. Ya hay fondos de inversión ética que garantizan una buena actuación social y medioambiental.
  • Como contribuyentes: Pagar impuestos es una obligación y es correcto hacerlo, pero también podemos informar al gobierno que no queremos pagar la parte del ministerio de Defensa (un 5% aproximadamente de la declaración) y entregar ese dinero a una institución benéfica. Si luego nos exigen pagar el 5%, lo pagamos pero la protesta queda hecha.

10. Toni Comín: «Democratizar la economía

para globalizar la democracia»

Partiendo de la base de que «no es posible el desarrollo de una sociedad democrática que no se sustente en una economía de mercado» este autor pretende exaltar la democracia para extenderla a distintos ámbitos con el objetivo de solucionar los problemas de una globalización que define como «un proceso fundamentalmente económico que consiste en la creciente integración de las distintas economías nacionales en un único mercado capitalista mundial». Antiguamente, una empresa conseguía sus recursos (financiación, mano de obra, proveedores, materias primas y clientes) en una misma región geográfica. Hoy eso ya no es así. Este proceso está liderado por empresas multinacionales y por las bolsas de distintas ciudades conectadas en una red global como si fuera «un único mercado financiero mundial», gracias a las TIC (Tecnologías de la Información y las Comunicaciones) y a la «liberalización de barreras jurídicas que impedían la libre circulación de capitales, la libertad de inversión o el libre comercio de bienes y servicios».

Pero este mercado capitalista global no es estable ni libre: No es estable por el «modo especulativo» de los inversores que «buscan la rentabilidad a muy corto plazo, más que el crecimiento a largo plazo». Las distintas crisis financieras (como la de México en 1994 y la del Sureste asiático en 1997) demuestran que no hay estabilidad ni control eficiente (véase J. Stiglitz: «El malestar en la globalización», 2002). Por otra parte, no hay libertad en igualdad de condiciones: «Las empresas del Norte cada vez encuentran menos barreras para vender o invertir en el Sur. En cambio, los países del Sur difícilmente pueden vender en los países del Norte», que lo impiden en forma de aranceles o de subvenciones a sus propios productos (principalmente las subvenciones a la agricultura). Este autor afirma que «de todas las injusticias que el Norte comete contra el Sur, posiblemente ésta es la que más perjudica el crecimiento de sus economías».

Es posible que con la globalización todos salgamos ganando, pero las ganancias son muy desiguales. Un experto en «desigualdad», Amartya Kumar Sen (Nobel de economía en 1998) afirma que lo importante es si la generación de riqueza es justa y no si todos ganan algo. El proceso se resume diciendo que los países ricos ganan mucho (en su PIB, criticado también por el economista De Jouvenel, y que tiene al IPG como su sucesor digno), mientras los países pobres mejoran sólo un poquito, casi nada o incluso en algunos casos van a peor (aunque también influyen otras cuestiones como los problemas de superpoblación, malos gobiernos, mal reparto de la escasa riqueza producida…). Las empresas multinacionales están creando empleo en los países pobres (eso es bueno), pero su objetivo no es crear empleo sino explotar a los trabajadores (niños en muchos casos) y el indefenso Medio Ambiente. El PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, www.undp.org) cita un ejemplo: la trabajadora (de un país pobre) que menos gana dentro de la multinacional Walt Disney «tardaría 110 años en ganar lo mismo que el consejero delegado gana en 1 hora». No basta con que esta multinacional lleve empleo precario, sino que hay que examinar si esas diferencias salariales son justas y éticas dentro de una misma empresa. Esta situación de explotación está tan generalizada entre las multinacionales que «las desigualdades aumentan». Joan Majó lo llamó «globalización asimétrica» y el PNUD da unas comparaciones («Human Development Report», 1997):

Dar de comer a todos los niños desnutridos menores de 5 años 13.000 millones de $ al año
Gasto de EE.UU. en comida para animales 17.000 millones de $ al año
Escolarización primaria en todo el mundo 8.000 millones de $ al año
Gasto en cosméticos en EE.UU. 8.000 millones de $ al año
Salud reproductiva a mujeres del mundo 12.000 millones de $ al año
Gasto de Europa y EE.UU. en perfumes 12.000 millones de $ al año
Acceso a agua potable a todo el mundo 9.000 millones de $ al año

Según Joan Majó: «Tenemos globalización económica y financiera sin tener globalización social ni política», de forma que no se globaliza la sociedad del bienestar europea conseguida por el equilibrio entre libertad de mercado y seguridad social, y entre empresas privadas y sindicatos y normas regulatorias:

  • Capitales y Empresas
===> Tienen libertad de movimiento: Globalización económica.
  • Personas, sindicatos o leyes estatales
===> SIN libertad de movimiento: No hay globalización.

Daniel Rodrik dibujó un triángulo en el que no es posible quedarse con los 3 vértices, hay que elegir dos de ellos y renunciar al tercero. Los vértices de este triángulo son: 1. Integración o globalización económica, 2. Democracia y 3. Estados-nación independientes (como los actuales). Hoy tenemos el vértice 1 y queremos el 2 (ambos no renunciables), por lo que ello sólo es posible organizándose «en un nivel superior al del Estado-nación», que sería como construir una «democracia planetaria». El filósofo Michael Walzer propone un modelo de democracia global con 3 columnas:

  1. Una Organización internacional que agrupe a todos los Estados: Una ONU poderosa y democrática (no la actual).
  2. Un mundo organizado en base a federaciones regionales más amplias que los Estados-nación: Un ejemplo es la Unión Europea y su integración pacífica y democrática.
  3. Una sociedad civil global activa (movimientos sociales, ONGs internacionales…): Un ejemplo de esto sería el llamado Foro Mundial (como el celebrado en Porto Alegre en 2003).

El primer punto merece ser reforzado hoy día, pues existen los organismos, pero estos ni son democráticos, ni tienen suficiente poder, ni suficiente libertad, pues están en manos de intereses financieros donde Estados Unidos es el gran poderoso. Hoy dirigen la economía mundial 3 organismos:

  1. FMI (Fondo Monetario Internacional, www.imf.org): Lo que debería hacer y no hace es: Eliminar paraísos fiscales (como Gibraltar y Suiza, donde se refugian fortunas procedentes de actividades ilegales y de dictadores diversos), penalizar la especulación financiera (con la tasa Tobin, por ejemplo), estabilizar los mercados, impulsar la condonación de la deuda externa de países paupérrimos…
  2. Banco Mundial (www.bancomundial.org): Igual que en el anterior el único derecho de veto lo posee Estados Unidos, un sistema menos democrático incluso que en las Naciones Unidas (ONU) donde sólo 5 tienen derecho de veto. Su misión es erradicar la pobreza con las necesidades más básicas (escolarización, agua, alimentación…). Es preciso poner en marcha el célebre 0,7% de ayuda, o un sistema fiscal que funcione como los Fondos de Cohesión de la Unión Europea, fondos destinados a los países más pobres dentro de la Unión.
  3. Una OMC (www.wto.org) democrática debería acabar con las asimetrías del comercio mundial eliminando las barreras comerciales que los países ricos ponen con sus aranceles o con los subsidios a sus productos.

«La humanidad en estos momentos es capaz de integrar sus economías en un único mercado mundial, y ¿no es capaz de articular un sistema fiscal global capaz de redistribuir un 1% o un 2% de la riqueza total del mundo?». Ahora más que nunca es preciso llevar la democracia a todos los organismos internacionales como los dependientes de la ONU:

  • OIT (Org. Int. del Trabajo, www.oit.org): Que exija condiciones laborales mínimas para cualquier trabajador.
  • OMS (Org. Mundial de la Salud, www.who.int): Regular el derecho a la salud y evitar los abusos de la industria farmacéutica (por sus patentes, biopiratería…).
  • PNUMA (Prog. de las Naciones Unidas por el Medio Ambiente, www.unep.org): Que impulse el cumplimiento del Protocolo de Kioto y que estudie los «límites ecológicos del crecimiento económico de la humanidad».
  • UNESCO (Org. N.U. para la Educación, la Ciencia y la Cultura, www.unesco.org): Que proteja la cultura y controle la «fuerte presión para la occidentalización cultural de los países en desarrollo» (lo que quizás es otra causa del fundamentalismo).
  • Otros organismos vinculados a la ONU (www.onu.org): FAO (Org. para la Agricultura y la Alimentación, www.fao.org), ONUDI (Org. N.U. para el Desarrollo Industrial, www.unido.org)…

Por todo esto, Comín sostiene que «estamos ante un déficit de democracia en la regulación de aquellas instituciones» que debieran regular aspectos como los desequilibrios económicos, el desorden militar, los monopolios mediáticos y los expolios ecológicos. Resumiendo, es preciso la «construcción de instituciones globales democráticas» y «que los ciudadanos actúen directamente como agentes democratizadores del sistema económico y social», además de instituciones como el TPI o CPI (Tribunal/Corte Penal Internacional), para hacer justicia internacional, un tribunal que es necesario recordar que no ha sido reconocido por EE.UU.. Esto serviría para potenciar aún más la llamada «economía social» en la que las empresas están más interesadas en servir a la sociedad que en ganar dinero, y la banca ética donde se mira dónde y en qué se invierte nuestro dinero.

También, como decía Sen, es preciso mejorar las actuales democracias. Según Comín «la soberanía popular está en cierto modo secuestrada por los partidos» y hay que tender «a un modelo de democracia que permita la participación directa de los ciudadanos en la toma de decisiones»: consultas ciudadanas (usando las TIC), iniciativas legislativas populares, consejos ciudadanos, asambleas locales, presupuestos participativos… Un avance significativo al respecto ha sido dado por la Unión Europea (europa.eu.int), fomentando y facilitando la participación ciudadana a través del portal Your Voice (Tu Voz, europa.eu.int/yourvoice), un portal de internet por el que el ciudadano puede participar respondiendo a consultas ciudadanas, debates, colaborar de forma anónima en la supervisión de la aplicación de las políticas de la UE y otros mecanismos para que la voz del ciudadano sea tenida en cuenta en el seno de la UE. Con respecto a las consultas, se agrupan en distintos temas tales como agricultura, pesca, medio ambiente, ayuda humanitaria, educación, energía, política exterior, transporte, salud…

Para terminar, Comín da tres diferencias entre partidos y movimientos sociales (la tercera columna de Walzer) que dan cuenta de la necesidad de estos últimos: a) Los partidos tienen una visión parcial del mundo (su electorado y su región), b) tienen una visión a corto plazo (una legislatura), y c) se organizan en función de los intereses de su electorado (demagogia). En cambio, los movimientos sociales suelen tener una visión global aunque su actuación sea local (en espacio y tiempo), y «pueden apelar a valores éticos y políticos que apelan a los principios de la gente, aun cuando entren en contradicción con los intereses de esta misma ciudadanía». Es decir, los movimientos sociales y las ONGs deben hacer de «conciencia» de la sociedad: «tienen mayor libertad para articular aquellos discursos que a la ciudadanía no le apetece oír y, por lo tanto, para hacer de conciencia crítica de su sociedad. Porque no se presentan a las elecciones». La sinergia entre partidos, movimientos sociales, sindicatos, intelectuales y ONGs es condición sine qua non, para avanzar hacia ese otro mundo posible.

11. Josep Rambla: «Testigos de una Nueva Justicia»

En este último artículo se enumeran los nombres de personas ejemplares en algún sentido, bien por su forma de vida que aporta «alma» a la sociedad, bien por su entrega profesional o a la lucha política, o bien por ser gentes que saben encontrar espacios de bondad en medio de experiencias duras, de sufrimiento o fracaso. En el primer grupo se citan a Gandhi, Simone Weil, Martin Luther King, Dietrich Bonhoeffer, José Mª Llanos, Diamantino García, Paul Schneider, Philip y Daniel Berrigan (dos hermanos estadounidenses luchadores «pacifistas contra el imperialismo cruel de su país»), Ernesto Cardenal y finalmente se centra en el francés Abbé Pierre y su servicio a los más pobres. En el segundo grupo encontramos gentes como Giorgio La Pira, Emmanuel Mounier, Robert Schuman, Oswald Nell-Breuning, Balduino de Bélgica, Alfonso Comín, Joan N. García-Nieto, Ernesto Sábato, Rigoberta Menchú (Nobel de la Paz), Josep Breo, Pedro Arrupe, Ignacio Ellacuría y se centra en Dag Hammarskjöld (Mister H), que fue secretario general de la ONU. En el tercer grupo cita personajes como Juan XXIII, Madeleine Delbrêl, Frei Betto, Egide van Broeckhoven, José Mª Díez Alegría, Pere Casaldáliga y, finalmente, Etty Hillesum, que murió en el campo de concentración de Auschwitz.

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