Cuento: «El Toro de la Vega» (argumentos a favor de los toros; y el #NoAlToroDeLaVega)

En un precioso rincón de España, había un pequeño pueblo llamado Tordesillas. Una vez al año, sus habitantes se reunían para celebrar sus fiestas. Bebían, bailaban, tocaban música y organizaban todo tipo de juegos y actividades.

Una de sus tradiciones era torturar un toro hasta su muerte. Me ahorraré contar con detalle tan macabro acontecimiento. Baste decir que los asistentes a ese evento eran solo de género masculino y, aunque sorprenda, parecían divertirse. Cada año esperaban ese acto con gran ilusión y expectación.

Por supuesto, no todo el pueblo estaba de acuerdo en tan extraña tradición y muchos habitantes habían propuesto incluso suprimir no solo ese acto en particular, sino también las corridas de toros. Año a año, se encontraban con más gente en contra. Ya incluso bastantes políticos hablaron de prohibir esa tortura ampliando la ley de maltrato animal. Las redes sociales y los distintos medios de comunicación se hacían eco de la polémica entre partidarios y detractores de la tortura del Toro de la Vega (*), que era como se conocía tan singular costumbre. Ya no eran simplemente un grupo de animalistas, o que Twitter (o X) tuviera como trending topic #AsesinatoEnTordesillas, sino que se convocaba una gran multitud en el pueblo para protestar, lo cual obstaculizaba el normal desarrollo de su legal tradición.

Los defensores de esta práctica quedaban ridiculizados en todos los medios, hasta el punto de que el alcalde convocó a sus ciudadanos en una asamblea para decidir qué hacer para mantener esta tradición tan ancestral. Asistieron todos los vecinos que quisieron, incluyendo las peñas de amigos y simpatizantes del Toro de la Vega. El alcalde se dirigió a ellos en estos términos:

—Amigos y amigas, convecinos y convecinas: os he reunido cansado de que el nombre de nuestro pueblo sea humillado y ridiculizado por todo el orbe. Es preciso contraatacar, o acabarán prohibiendo nuestra querida fiesta, que es nuestra, como ya he dicho. Nuestro futuro está en juego y no podemos permitir que nadie nos diga lo que tenemos que hacer en nuestras fiestas. Son nuestras y somos un pueblo libre. Os he convocado en nombre de la libertad.

Todos los asistentes estallaron en aplausos y gritos de alegría. Cuando se calmaron los ánimos, el alcalde siguió hablando:

—Se han dicho muchas cosas contra nosotros y contra nuestro Toro de la Vega. Dicen que somos bárbaros, que torturamos a un «inocente» toro, que si no tenemos corazón, o que si somos unos cobardes, irracionales…, hasta asesinos. No voy a extenderme mucho, pero es preciso redactar un edicto que defienda nuestra noble tradición, con argumentos serios, inteligentes y bien documentados, que muestre que la ética y nuestras costumbres son compatibles y que no hacemos mal alguno con nuestro Toro de la Vega. Si no lo hacemos, no podremos continuar con nuestras fiestas. Cuando tengamos ese documento, podremos contestar a todos, con la cabeza alta, con nuestros argumentos serios y poderosos. Ya está bien de demagogia y palabrería barata. Defendemos nuestra cultura y nuestra libertad. No somos sanguinarios, pues todos sabemos que «el toro siente dolor, pero no sufre» (**).

De nuevo los asistentes aplaudían y jaleaban a su alcalde. Mientras, este levantaba los brazos en pose victoriosa sin dejar, ni un momento, su prominente sonrisa, mostrando unos dientes de un blanco excesivo para ser natural.

Tras varios minutos de algarabía, el alcalde adoptó un semblante serio que hizo enmudecer a los asistentes, lo cual le permitió seguir hablando:

—Gracias a todos por vuestras muestras de cariño y por vuestro apoyo a esta mi idea. Por todo lo dicho, es preciso encontrar a alguien con dotes suficientes para redactar nuestra defensa, un aficionado hábil e ilustrado, que sea quien desarme todos los absurdos argumentos de nuestros enemigos; alguien que los haga callar de forma seria y concienzuda; con honestidad y objetividad; sin caer en los típicos argumentos por los que se ríen de nosotros. Estoy seguro de que, entre tantos de nuestros aficionados y simpatizantes, algún intelectual podrá llevar esta tarea a buen puerto. Tal vez haya algún voluntario.

Los asistentes, ahora sin levantar la voz, empezaban a murmurar entre ellos y a mirarse las caras unos a otros. Nadie se atrevía a presentarse como voluntario a tan importante cometido. Pero sí se oían voces que proponían posibles candidatos:

—El mejor para eso sería don Isidro —dijo una voz anónima entre los asistentes—. Él es el presidente de la peña más numerosa desde hace más de veinticinco años.

Pero rápido alguien le espetó:

—¡Pero si ese no sabe ni escribir!

Y todos se reían a carcajadas, mientras otro se atrevía a gritar:

—El que puede hacer un buen edicto de esos es doña Isabel, que tiene hasta un libro de poesías ya publicado.

—No. Yo no me atrevo a una tarea tan importante. Mis rimas no pegarían —dijo una mujer desde casi la última fila levantándose ligeramente de su asiento y volviéndose a sentar enseguida.

—¡Pues el párroco bien podría escribirlo! —propuso otra voz entre la muchedumbre.

—No, hermanos, mis tareas me tienen muy ocupado —contestó un hombre con sotana desde la primera fila.

—El que mejor conoce la fiesta es Tomás, que no se pierde una. Que lo escriba él —sugirió un hombre con una boina clavada hasta las cejas, mientras señalaba al hombre que estaba junto a él.

—¡Pero qué dices! —exclamó el aludido—. Yo no tengo tiempo para esas cosas. ¿No ves que tengo que ocuparme de mis tierras?

El alcalde, un poco mareado, por el bullicio, se secó el sudor de la frente y decidió arengar de nuevo a su público:

—Vecinos, no es posible que todos escurramos el bulto. No puede ser que nadie quiera escribir un buen argumentario a favor de nuestro pueblo y de nuestra libertad.

Un anciano, desde la segunda fila, se levantó y, tras toser sonoramente, tomó la palabra:

—Vecinos, conozco a la persona ideal. Es este joven que está a mi lado. Es Luis, el hijo del panadero. Todos le conocéis. Es callado y buen muchacho. Ha estudiado ingeniería y trabaja duro con su padre y en una empresa de Madrid. Es inteligente y honesto. Y hasta ha escrito cosas en revistas de la Universidad. Además, conoce bien el pueblo, sus tradiciones y siempre viene para el Toro de la Vega. ¿Qué me decís?

Muchos aplausos y gritos se oyeron animando al joven Luis a asumir la tarea y a tomar la palabra. Mientras tiraban de sus hombros para que se levantara, él negaba con su cabeza e intentaba volver a sentarse. Finalmente, a regañadientes, no tuvo más remedio que hablar en alto:

—Yo, bueno, no sé… —empezó diciendo de forma titubeante—. La cosa es que me gustan las fiestas y todas nuestras tradiciones. No me pierdo una. Más de una discusión he tenido con gente que no entiende el Toro de la Vega. También me gusta escribir, y hasta me he leído libros sobre ética, Ética para Amador y no recuerdo qué más…, pero no sé si yo…

—¡Venga Luis! ¡Tú puedes! —le animaban entre la muchedumbre.

—Bueno… —continuó hablando Luis mientras se ajustaba sus redondas gafas—, puedo intentarlo. No me costará mucho, pues lo he hablado muchas veces con muchos de mis amigos que me llaman desde troglodita hasta sanguinario o asesino… Y todo por amar a mi pueblo y sus tradiciones, y querer continuar con ellas. Habría que callar a esos ignorantes que, sin conocer nuestra historia, opinan sin parar.

La muchedumbre le aclamaba y le vitoreaba. La sesión terminó sacándolo a hombros por la puerta grande mientras él levantaba las manos con una forzada sonrisa.

Pasaron unos inquietos meses con las calles llenas de susurros hasta que, finalmente, el alcalde convocó de nuevo una asamblea para hacer público el ansiado escrito de Luis. Todos querían escuchar al autor contar sus conclusiones y así poder publicar el ya famoso edicto en defensa del Toro de la Vega.

Tras unas palabras grandilocuentes del alcalde, pasó a dar la palabra al protagonista, quien se puso de pie. Con evidente nerviosismo cogió sus papeles y se los puso a la altura del pecho, mientras los ordenaba. Cuando terminó de cambiar el orden de los folios, los alineó dando con ellos unos golpecitos en su barriga. Tosió, se ajustó las gafas y comenzó a hablar:

—Desde la pasada reunión, he estado dedicado a este asunto casi en exclusiva. He leído libros desde Aristóteles, hasta tratados más modernos, de Singer por ejemplo, Peter Singer, un profesor de bioética, que tiene interesantes libros sobre ética, y algunos están resumidos en alguna web de Internet. He visto corridas de toros, programas taurinos de televisión y radio, y diversos documentales a favor y en contra. Finalmente, he hecho un escrito con mis conclusiones, que voy a resumir aquí. Detrás de mí podéis ver una presentación que he preparado, con algunas fotos de nuestro tradicional Toro de la Vega.

Los asistentes cortaron su discurso con unos pocos aplausos, que poco a poco, fueron creciendo hasta una gran ovación que parecía poner más nervioso al hijo del panadero. Cuando terminó la ovación, el ingeniero Luis pudo continuar hablando:

—He empezado el escrito con un poco de historia sobre la tauromaquia y sobre nuestras fiestas en general, para acabar explicando nuestro tradicional Toro de la Vega. Se describe con bastante detalle en qué consiste esta tradición, qué cosas le hacemos y qué cosas no le hacemos al toro. Se me encargó hacer esto con honestidad y objetividad y así lo he intentado hacer. Todos podréis leerlo tranquilamente. A continuación, he hecho una lista de los argumentos que tenemos para defender nuestra cultura y nuestra tradición, y los he dividido en dos grupos. El primer grupo incluye argumentos para defender nuestra tradición, pero que no son sólidos y pueden ser fácilmente rebatidos. Y en el segundo grupo he puesto los argumentos sólidos, que no admiten discusión, y que son los únicos por los que realmente se puede defender el festejo del Toro de la Vega y, de hecho, toda la tauromaquia en general, porque al fin y al cabo, la tauromaquia en su conjunto comparte los mismos argumentos.

Ante tanto formalismo y tan claras explicaciones, los asistentes se mostraban contentos. Se oían gritos de ánimo, que cortaban intermitentemente las palabras nerviosas de Luis. Pero él, sin levantar la vista de sus papeles, pasó una página y siguió hablando:

—Para ir un poco al grano, voy a empezar enumerando los argumentos del primer grupo, es decir, aquellos argumentos que «NO» debemos emplear para defender cualquier tradición taurina, ya que es muy fácil refutar cada uno de ellos. Haremos el ridículo intentando defender algo con argumentos tan endebles, insignificantes, y sin fundamento sólido. Estos argumentos son, básicamente, los siguientes. Me centraré solo en los más importantes:

1. Nuestra tradición y la tauromaquia son tradiciones muy antiguas. Este argumento es cierto, pero no sirve. Y no sirve porque no se puede defender algo por el mero hecho de ser una costumbre arcaica o arraigada. En tal caso, tendríamos que admitir la esclavitud porque hace muchos años era algo tradicional. Por los mismos motivos tendríamos que negar el voto a la mujer y tendríamos que aceptar como algo bueno la ablación en aquellas culturas en las que es tradición.

Un fuerte murmullo rompió el discurso de Luis, mientras detrás de él seguían apareciendo distintas fotos del toro durante esta controvertida fiesta, unas sangrientas y otras alegres. Para continuar, tuvo primero que tranquilizar a sus vecinos:

—Tranquilos. Estamos ante argumentos del primer grupo, que son aquellos que son fáciles de rebatir por aquellos que quieren abolir la tauromaquia. Seamos honestos con la realidad. A todos nos interesa conocer estos argumentos. Luego pasaremos al segundo grupo, pero antes dejadme terminar con los argumentos principales del primer grupo. No estoy negando que sea una tradición. Sabéis que yo amo nuestras tradiciones. Simplemente digo que no es un argumento sólido y que las tradiciones pueden cambiar. Permitidme pasar al segundo argumento:

2. El toro no sufre. Esto es claramente falso y se reirán de quien lo afirme, ya que es bien sabido que todos los mamíferos tienen un sistema nervioso muy similar y reaccionan ante el dolor, lo cual les permite huir o luchar para asegurar su propia existencia. Aunque el dolor es algo de percepción muy individual, el sufrimiento del toro es algo que no podemos negar. La ciencia ha corroborado en diversos estudios el sufrimiento de mamíferos y peces, por ejemplo.

Unos murmullos entre el público no impidieron a Luis continuar, subiendo un poco el tono de voz:

—Si me lo permitís, sigo con los argumentos del primer grupo:

3. El toro vive muy bien hasta el momento de la fiesta y sin duda mejor que los animales criados para carne. Aunque eso es cierto, no se puede defender un acto con el argumento de que hay actos peores. Usar este argumento es reconocer directamente que esta fiesta es algo malo. En todo caso, al toro no se le da a elegir, y torturar ya está prohibido a mamíferos como perros, gatos, o caballos, independientemente de que vivan bien o mal. Por tanto, el modo en el que se trata a los animales no condiciona la forma en la que pueden morir.

4. Es parte de nuestra cultura y nuestro arte. Aunque la tauromaquia pueda ser una forma de expresión artística o cultural, esto no es tampoco un argumento consistente. Por ejemplo, no sería aceptable torturar a un perro, ¡y menos a un humano! por mucho arte que se ponga en su martirio. Lo que es sufrimiento para un perro, también ha de serlo para cualquier otro mamífero.

5. Si se prohíben los toros, se pierde una especie única. Primero hay que decir que el toro usado en la tauromaquia no es una especie única. El «toro bravo» es el macho de un bovino de la especie Bos taurus, de raza mestiza, que se ha seleccionado y cruzado artificialmente por el hombre según modas o intereses de cada época y lugar. Tal y como existen razas de perros, existen también de toros y vacas. Abolir la tauromaquia no pone en peligro ninguna especie, sino tal vez una raza que no tendría que desaparecer, pues tiene también interés cárnico. Ecologistas y biólogos sostienen que si desapareciera esta raza no sería algo negativo desde el punto de vista de la ecología, de la ganadería, o de la alimentación. Podrán seguir criándose si la demanda lo requiere, igual que ocurre con miles de razas de distintas especies ganaderas. Centremos el objetivo: el interés de los taurinos es defender la «fiesta»; no una raza. Tenemos que reconocer que en los últimos años se han perdido razas auténticas de bovinos, como la campurriana o la pasiega (por poner unos ejemplos), sin que los taurinos hayamos movido un dedo para defenderlas.

6. Gracias a los toros se conservan dehesas, paisajes únicos y de gran valor ecológico. Es cierto que las dehesas son ecosistemas muy valiosos, pero para conservarlos no se requiere la tauromaquia. Hay muchos ejemplos de animales (como osos, linces, etc.) que se conservan en ecosistemas concretos sin necesidad de que participen en fiestas de humanos. Muchos exponen lo absurdo que sería usar linces en fiestas con el argumento de preservar esta especie o conservar el mismísimo Parque Nacional de Doñana.

7. La tauromaquia es un símbolo de nuestro pueblo. Es absurdo identificar a todo nuestro pueblo con una única tradición, y máxime cuando ni siquiera toda nuestra gente está a favor. Es justo reconocer que algunos vecinos se avergüenzan de un espectáculo que provoca sangre y sufrimiento en un animal. Esta tierra tiene muchos otros valores culturales y artísticos que no avergüenzan a nadie, y de los que todos, sin excepción, estamos orgullosos. Es un argumento claramente endeble.

8. El toro se defiende libremente. El toro es un animal herbívoro y por tanto prefiere huir si puede, antes que atacar. Todos hemos visto como el toro intenta escapar de nosotros. Cuando no huye es porque no puede; y entonces ataca en defensa propia. No hay libertad en su lucha, porque el toro no la elige. Al toro no se le da la opción de alejarse sin ser perseguido. Además, el toro está claramente en desventaja. Por eso, siempre acaba perdiendo…, la vida.

9. Los animales en la naturaleza sufren. Es cierto, pero eso no es un argumento para justificar hacer daño a nadie. Decía Singer que «el dolor y el sufrimiento son malos y deberían ser evitados o minimizados, independientemente de la raza, el sexo, o la especie del ser que sufra». Si hacemos daño a un ser humano y vamos a juicio, no podremos argumentar que los animales en la naturaleza sufren. Las personas somos animales, pero tenemos más inteligencia. No podemos compararnos con los animales, o con la naturaleza, exclusivamente cuando nos interesa.

10. Los animales no tienen derechos. La realidad es que las leyes de casi todos los países, incluido el nuestro, incluyen derechos para los animales. Es cierto que hay diferencias entre especies, pero hoy nadie discute que los animales tienen derechos… ¡Hasta el papa! El mismo papa Francisco ha dicho en una encíclica que debemos tratar bien a los animales.

11. La tauromaquia genera muchos puestos de trabajo. He de aclarar que ignoro cuántos puestos de trabajo se generan, pero no es relevante, porque no hay ningún número a partir del cual una actividad se considere aceptable. Y tampoco algo puede ser o no aceptable dependiendo de si proporciona o no puestos de trabajo. En ningún caso sería aceptable ensuciar a propósito nuestra ciudad, para generar más empleos en la limpieza. Tampoco querríamos instaurar la pena de muerte para sacar puestos de trabajo como verdugos. Son dos ejemplos que ilustran claramente que el argumento no es válido para justificar ninguna actividad.

12. El ser humano hace sufrir a otros animales. Es cierto. Por ejemplo, las gallinas ponedoras en las granjas industriales pueden sufrir muchísimo. Incluso las gallinas ecológicas se matan jóvenes cuando no son rentables. Los humanos permitimos eso para poder tener huevos baratos. Hacemos lo mismo con la carne y los productos lácteos, aunque no como diversión. Lo mismo ocurre con todos los animales de granja. Unos viven dignamente, pero la mayoría sabemos que no. En todo caso, un sufrimiento no justifica otro. Tendremos que plantearnos cada hecho de forma individual. Justificar un acto porque hay otro que no está justificado es absurdo en sí mismo y sin validez lógica. También hay personas que hacen sufrir a sus semejantes, y eso no justifica la violencia.

Cuando acabó esta primera parte de su discurso la audiencia estaba muda. Un silencio se apoderó de la sala, mientras se veían algunas caras de asco y pena ante una foto que apareció detrás de Luis con un toro sangrando por la boca.

Con serenidad y con firmeza, Luis siguió hablando. El nerviosismo inicial ya no se le notaba:

—Sé que algunas de estas fotos no son del gusto de todos, pero son reales y representan bien lo que ocurre en la tauromaquia. Las fotos no mienten. Si no nos gustan, deberíamos preguntarnos por qué. Pero por favor, pasemos por fin a la lista del segundo grupo, que son los argumentos que nadie puede rebatir. En este grupo hay solo un único argumento:

1. Defender una tradición por gusto. Si algo me gusta, nadie puede refutarlo. Una persona puede ver belleza donde otra no la vea. Es algo personal y es incuestionable.

—Amigos —continuó hablando Luis—, no nos engañemos. El auténtico argumento por el que queremos continuar con esta tradición es porque nos gusta y porque nos divertimos mucho. Yo mismo he pasado grandes momentos en las fiestas, con mis amigos…, y con el toro. Nosotros no podemos negar que el toro sufre, o que las tradiciones pueden cambiarse. El único argumento que nos queda es este. Pero no nos gusta. No nos gusta, porque resulta frágil defender algo solo «porque me gusta», ya que entonces sería legal robar si a alguien le gusta robar, o sería bueno maltratar a un perro si a alguien le gustara hacerlo. Nuestra sociedad tiene unas normas que nos hacen avanzar y mejorarnos. Con este trabajo, con el que yo pretendía defender nuestra tradición del Toro de la Vega, he aprendido que yo, realmente, no puedo defenderlo.

Tras un breve titubeo continuó hablando para acallar un ligero murmullo:

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—Lo siento —se disculpó Luis ante sus convecinos, bajando la cabeza—, pero este trabajo ha cambiado mis convicciones. Me sigue gustando el Toro de la Vega, pero ahora no le encuentro justificación ética. Por tanto, ya no puedo asistir más a esta crueldad. Pido perdón si he defraudado a alguien, pero he sido honesto y objetivo, como se me pidió. Con dolor y convencimiento en mi corazón, aprovecho para pedir la abolición de todos los actos de tauromaquia.

Al pronunciar la palabra abolición, Luis esperaba un gran alboroto y su cara reflejaba nerviosismo y tristeza. Sin embargo, el silencio seguía reinando. Luis recogió sus papeles. Mientras se le saltaban las lágrimas, comenzó a salir de la sala frotándose un ojo. Conforme avanzaba sus vecinos se acercaban a él sin cortarle el paso. Le daban la mano o unas silenciosas palmaditas en el hombro.

Poco a poco, la sala se fue quedando vacía, pero las sangrientas fotos del Toro de la Vega y de otras fiestas de la tauromaquia seguían reproduciéndose, sin que nadie les prestara ya atención.

— FIN —

(*) El Torneo del Toro de la Vega es un evento real, de origen medieval, celebrado en Tordesillas (Valladolid, España) el martes siguiente al día 8 de Septiembre, durante casi cinco siglos. Su última celebración fue en 2014 y su prohibición está ya abalada por el Tribunal Constitucional, pero aún hay muchos actos taurinos en un puñado de países del mundo y los argumentos para defenderlos son los mismos.

(**) Estas palabras entrecomilladas las dijo José Antonio González Poncela, un auténtico alcalde del auténtico pueblo de Tordesillas (Valladolid), momentos antes de celebrarse el Toro de la Vega 2013: «El toro siente dolor, pero no sufre«.

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Acerca de Pepe Galindo

Estamos en el mundo para aprender y ayudar y, si es posible, disfrutar. Es autor de libros como "Salvemos Nuestro Planeta", "El buscador de lo inefable" y "Relatos Ecoanimalistas"; ademas de publicar regularmente en dos blogs: 1) blogsostenible.wordpress.com y 2) historiasincontables.wordpress.com
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32 respuestas a Cuento: «El Toro de la Vega» (argumentos a favor de los toros; y el #NoAlToroDeLaVega)

  1. Papus dijo:

    En un país donde las mujeres son asesinadas con cuentagotas y poderes fácticos como el PP o la iglesia católica corren sobre el asunto el estúpido velo de la indeferencia permitiéndose incluso justificar o promover los machismos. Este es un país de animales armados con lanzas y vestidos de sotana, toga o traje a la medida con muy pocas luces todos y cada uno de ellos.

  2. Pepe Galindo dijo:

    FIRMA para acabar con las subvenciones Europeas a las corridas de toros http://supportgreens.eu/es/corridasdetoros … por @europeangreens

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  6. lidia dijo:

    La lucha es desigual el toro sólo quiere vivir con los suyos,no decide,no piensa,es inocente,me gustaría los Bravos toreros peleen entre ellos por decisión propia,el toro no quiere plata, que sea como en el boxeo 2 seres inteligentes se enfrentan..Sería una gran fiesta,habria que proponerles y me avisan yo asistiría gustosa y de a poco se terminaría el abuso deshonesto con un pobre ser irracional y buscar otra alternativa para el ingreso de fondos a los gobiernos.No es una fiesta es un velatorio de un hermano que no puede pensar.Ojala ya hoy se termine con todo maltrato animal ya he llorado mucho viendo las imágenes del horror por favor,plsntemos árboles y flores.y será un mundo mejor sin derramar sangre de nuestros hermanos los animsles, tendremos que rendir cuenta algún día.

  7. Pepe Galindo dijo:

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