Hay un dios que gusta llamarse el dios de los animales. Quiso un día este dios encarnarse en una pequeña hormiga y así lo hizo. Trabajó duro, de sol a sol, como hacen las hormigas, trabajando en equipo para transportar pesadas cargas, sin que ninguna de ellas se quejara, ni se erigiera en «jefe de transporte» o algo similar. Cuando todos tienen claro el objetivo y se afanan en él, no hacen falta jefes.
En esa región, vivía un sabio anciano muy espiritual. Cierto día, paseando por el campo pisó sin darse cuenta a la hormiga que encarnaba el dios de los animales. El anciano siguió paseando sin percatarse de ello y años más tarde falleció.
Entonces, el dios de los animales se apareció ante su alma y le recordó lo ocurrido:
− Fui una hormiga y me pisaste, acabando con mi vida. Debes ser castigado.
− ¿Yo? ¡Jamás podría haber hecho eso! −contestó con decisión.
− ¿Acaso me llamas mentiroso? Lo hiciste y debes ser castigado −sentenció el dios, con voz grave.
− Pero… yo… no sabía que eras tú… mi dios… −dijo ahora titubeando−. Sabes que he sido muy respetuoso con todos los dioses durante mi vida terrenal… hasta hacía ofrendas los días no festivos y ayudaba al prójimo en honor de todos los dioses.
− Eso no tiene importancia. Debes ser castigado.
− Seguro que fue sin querer. Sabes que he sido muy respetuoso con todos los animales durante mi vida terrenal… hasta quitaba los caracoles del camino y los llevaba a las plantas del margen para que nadie los pisara.
− Eso tampoco tiene importancia. Debes ser castigado.
La pobre alma ya no sabía qué argumento usar para evitar el castigo y con voz temblorosa alegó:
− Alabado dios de los animales: yo he sido vegano casi toda mi vida, por estricto respeto a los animales. No entiendo que pretendas castigarme por algo que hice sin darme cuenta, mientras que aquellos que devoran carne de animales, los cazan por mero placer, o los torturan sin piedad para investigar o por mera diversión… no tienen castigo alguno por ello. ¿Es esta la justicia divina?
− Así es: porque los que devoran tejidos de animales, los que cazan por mero placer o los que torturan animales para investigar o por mera diversión, son unos inconscientes que ignoran el daño real que hacen a los animales y a la madre Naturaleza. Pero tú, en cambio, eres un alma elevada y tienes gran espiritualidad. Por tanto, eras plenamente consciente. Todos los seres de gran espiritualidad son veganos. Sin embargo, tú no tuviste el cuidado necesario.
– ¡Aaaah! ¡Es cierto! –exclamó con sorpresa–. Merezco realmente el castigo.
– Tu honestidad habla por ti. No serás castigado y tu grave error no constará en tu expediente celestial. Vete en paz.
– FIN –
Moralejas:
- Si eres consciente de algo, sé consecuente.
- Eres consecuente justo en la misma medida en la que eres consciente.
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