El hallazgo de la última pareja de alimoches (Neophron percnopterus) de la provincia muerta envenenada en el término municipal de Teba el pasado 20 de agosto del presente año, deja a Málaga sin la presencia como nidificante de este ave de mediana envergadura, necrófaga y migradora de inconfundible silueta y colorido.
La suya ha sido una conmovedora lucha por la supervivencia y la fidelidad a unos enclaves y cortados idóneos para la nidificación, que sin embargo era lo único que restaba del mejor hábitat para la especie en la provincia. Localizado en el centro de una distribución en rosario que se iniciaba en las estribaciones del Arco Calizo y se extendía hasta el inicio de la Meseta rondeña a través de los contrafuertes de la Serranía del mismo nombre. El área albergaba cinco nidos de otras tantas parejas hasta hace diez años tan solo, conformando a la comarca del Guadalteba como el área con mayor capacidad de acogida para esta especie en base así mismo a la concentración de explotaciones ganaderas de porcino, aviar y cunicular, con sus correspondientes puntos de vertidos.
Durante esta última década hemos asistido exasperados al desmonte artificial de su hábitat y a su empobrecimiento, con el establecimiento de plantas eólicas, clausura y sellado de puntos de vertidos y de acceso a la alimentación para éstas y otras especies necrófagas o parcialmente necrófagas, pérdida continuada de ejemplares víctimas del uso prohibido de productos tóxicos destinados presumiblemente a proteger de la predación a las especies cazables de una actividad insostenible, hasta ver como caían el picado las cinco parejas al tiempo que lo hacía su productividad al ser incapaces de sacar para adelante más de un único pollo por falta de alimento. Las restantes dos parejas que permanecían en el territorio malagueño no han sido vistas en 2010.
Nada se ha hecho de las medidas correctoras solicitadas de manera reiterada por las ONGs de cara al restablecimiento de las condiciones ambientales que mejoraban la capacidad de acogida del medio: cierre cautelar de cotos donde murieran especies intoxicadas por la utilización de sustancias prohibidas, legalización de los últimos puntos de acceso a la alimentación de los alimoches, acuerdos de colaboración con los ganaderos, prohibición de ocupación del territorio con plantas eólicas, o desarrolladas previamente por éstas ONGs: encuestado e inventariado de explotaciones ganaderas susceptibles de colaborar con la administración medioambiental, colocación de cebaderos eventuales en los territorios ocupados, exposiciones de la problemática, respaldo a actuaciones que colaboraran en su conservación. Todas ellas fueron desestimadas, exceptuando un seguimiento de su declive en el marco de una gestión agotada y carente de consenso social. El alimoche, abandonado a su suerte, “gozaba” de una protección consistente en pasar lista de sus bajas.
A más de un mes de lo ocurrido, un espeso manto de silencio, ese mismo manto cuyo uso administrativo resulta abrumador, se extiende sobre los dos miembros de la pareja y su única cría de la que nunca más se supo. No se tiene noticia de ningún cierre cautelar del coto donde se hallaron los cadáveres, siquiera sea en aras de la investigación policial o como medida de restauración de la fauna. Las reuniones informativas solicitadas no se han convocado, las reuniones técnicas convocadas se han desconvocado y en el orden del día de la celebrada la pasada semana en el seno del Consejo Andaluz de Biodiversidad, no figuraba ese punto en el orden del día. Si no se habla quizás no haya existido. Puede que las imágenes que atesoramos en el ordenador, de la pareja acicalándose, sobrevolando el municipio de Cañete la Real, de su penúltima cría en un vertedero, por supuesto ilegal, del macho recortándose contra el atardecer, y que abrimos una y otra vez pese a la enorme angustia de mirarlos sintiendo haberles fallado, no sean de estos alimoches: pendían de un hilo, una crónica anunciada, técnicamente extinto, se sabía….. Si alguna ventaja posee la dudosa virtud de la paciencia, es cargarnos de razón en la hora final y amarga de exigir responsabilidades por la incompetencia y arrogancia de determinados técnicos de la administración encargados de la gestión de una especie.
Entendemos que quizás la intención sea la de pasar página abordando medidas compensatorias que hasta hace dos meses se obviaron: alianzas y acuerdos de dudosa rentabilidad, comederos específicos para la especie, o recurriendo incluso a las reintroducciones…todo aquello que mueve presupuesto, sorteando la aclaración de los hechos, y toda clase de responsabilidades por acción u omisión en la extinción provincial de una especie “en peligro crítico” y en el Año Internacional de la Biodiversidad.
Ésta es una muestra más de que Andalucía se pierde, y Málaga con ella. Con el alimoche se ha perdido mucho más que una especie emblemática que no merecía desaparecer, que debería seguir existiendo, por derecho propio, por derecho vital. La biodiversidad, la Naturaleza, nos habla si estamos dispuestos a escuchar. Y tiene mucho contar para aquéllos capaces de ver que nuestro mundo agoniza. Habrá gente que piense que sólo soy un adicto a la clorofila, que sólo soy un vocero del apocalipsis por no querer aceptar la postura cómoda y egoísta que impera, al menos en esta parte del mundo, porque en el resto es otro cantar. Pero no se pueden negar hechos como éste, el de la extinción de especies, y ésta es la realidad que percibo con mis ojos mortales que no son distintos a los del resto de los humanos, y por eso estoy aquí, porque mi ciencia me dice que debo estar aquí (Javier Martínez Gil). Cuando los ecosistemas se deterioran las especies más sensibles desaparecen. Por esta razón se ha extinguido el alimoche, porque nuestra tierra agoniza, y Málaga es insostenible, y necesita 3,7 veces su superficie para poder mantenerse. De nada sirven ahora las reintroducciones y repoblaciones, las medidas correctoras y compensatorias, y toda forma de conservación intervencionista que lo único que pretenden es anestesiar la Naturaleza en su lenta agonía. Por esta razón hace falta, ahora más que nunca, un pensamiento radical que vaya a resolver los problemas desde la raíz, conociendo y combatiendo las causas que los ocasionaron.
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