Agroecología: construir alternativas locales a la Agroindustria. Soberanía Alimentaria

Construye otro mundoSe suceden, desde hace un tiempo, a lo largo de nuestra geografía, jornadas, encuentros, talleres… que buscan la sensibilización y divulgación de lo relacionado con la producción y consumo responsable, ecológico, justo o equitativo y que disminuya nuestra desbocada huella ecológica. Ello es así porque cada vez tenemos más conciencia del deterioro que sufren los sistemas agrarios de los que depende nuestro sustento y cada vez es más palpable la forma depredadora en que se ha tratado el mundo rural que nos provee de alimento. Las tierras agrícolas se han usado de forma depredadora y gratuita y se han vertido toda clase de deshechos y contaminación, pues había “mucha biosfera” disponible para ser engullida por el metabolismo urbano-agro-industrial. Pero el declive energético fósil hará imposible “ampliar” los límites ecológicos globales, ya rebasados en cuanto a biocapacidad planetaria (gracias a los combustibles fósiles).

El intento de “ensanchar los límites” a través de la tecnología hará que se agoten más rápidamente los recursos, crecientemente escasos. La energía fósil barata y abundante ha impulsado la invención tecnológica, la extracción de recursos, la explosión de producción de mercancías y el consumo en general (y de alimentos en particular). Se tiene una fe demasiado ciega en que las soluciones tecnológicas nos sacarán de apuros. Frente a este estado de cosas la agroecología y la búsqueda de soberanía alimentaria de los territorios desde el prisma de lo local y la relocalización de la economía, es lo que impulsa todas estas iniciativas.

Así, la agroecología es una disciplina que, frente a la agronomía convencional, se basa en la aplicación de los principios de la ecología, al diseño, desarrollo y gestión de sistemas agrícolas sostenibles. Se plantea para ello, la necesidad de un enfoque múltiple, con una visión holística, integrando ideas y métodos que formaban parte de las tradiciones rurales; y también muy en la línea de la Teoría General de Sistemas que desarrollan los ecólogos.

Se incorpora un enfoque de la agricultura más ligado al medioambiente y más sensible socialmente; centrado no sólo en la producción sino también en la sostenibilidad ecológica del sistema de producción. Respecto a la agronomía clásica, en la agroecología se introducen tres elementos que resultan claves: la preocupación medioambiental, el enfoque ecológico, y la preocupación social. Surge a raíz de la constatación de los efectos que sobre el medioambiente ha producido la generalización de un modelo de agricultura química, que se fundamenta en el uso intensivo del terreno de cultivo, en una alta incorporación de insumos y, por tanto, de energía.

La visión ecológica se basa en considerar los terrenos de cultivo como ecosistemas, dentro de los cuales se dan procesos ecológicos como en las formaciones vegetales no cultivadas. Si en la ecología el objeto de estudio es el ecosistema, en la agroecología su objeto ha de ser el agrosistema —o agroecosistema—; y éste sería la suma de componentes físicos y sociales, relacionados de manera tal, que forman una unidad, y cuyo objetivo es la producción de alimentos de manera sustentable. Así, la agroecología, es el referente de quienes practican la agricultura ecológica para producir alimentos. La perspectiva social, económica, política y cultural, se incorpora en la agroecología al constatar que, en la agricultura, los factores socioeconómicos y políticos, influyen decisivamente en las estrategias y decisiones de los agricultores.

Para darle impulso se intenta recuperar la tradición oral. Los sistemas tradicionales siempre se han preocupado por el uso de los recursos para la subsistencia, manejando a la perfección las interacciones dentro del propio cultivo, y entre el cultivo y el medio circundante. El análisis de los sistemas indígenas y tradicionales proporciona a la agroecología herramientas para proponer alternativas a la agricultura industrial. Desde este punto de vista agroecológico se exploran estrategias de adaptación de los llamados
agroecosistemas, a eventos climáticos extremos, y particularmente al desarrollo de sistemas agrícolas resilientes al cambio climático.

Es así como se va conformando la fuerza social, que impulsa la producción de comida y la organización de la distribución y las ventas, cuidando la calidad de lo que comemos y el uso
que hacemos de la tierra, las plantas y animales, mientras se reducen sustancialmente los desperdicios de comida y los riesgos financieros para los productores. Es también un método para que los pequeños agricultores y campesinos tengan un mercado en pequeña escala. Se enfoca en un sistema de recolecta y entrega semanal de vegetales, frutas, verduras, hortalizas, a veces también flores, y hasta leche o carne. Estableciendo redes locales de colaboración. Esa es la mejor manera de ser resilientes.

Esta clase de agricultura funciona con un grado mucho mayor que el usual de involucración de los consumidores, de manera que es fuerte la relación consumidor-productor. El diseño de base incluye desarrollar un grupo cohesionado de consumidores que estén dispuestos a consumir lo que produce un grupo comprometido de productores. Este sistema de colaboración entre productores y consumidores nació como respuesta a los problemas de la alimentación sana y de la urbanización de los suelos agrícolas. Pero el hecho cierto, —que no siempre son capaces de ver ni los responsables de las políticas agrarias, ni los mismos agricultores que son sus artífices— es que todas estas prácticas agroecológicas y sostenibles nos proveen de unos “servicios ecosistémicos” no suficientemente valorados como lo que son: formas de mejorar y revertir el deterioro ambiental que ha provocado el sistema agroindustrial reinante. Y eso debería tener una compensación para el agricultor que lo propicia.

Todas estas iniciativas, desde la ciudadanía y las asociaciones que promueven este viraje a la racionalidad y que nos ilusionan a muchos, tienen muchas fuerzas enfrente que las frenan. No en vano se constata cada vez más que hemos entrado ya en la era geológica que denominan “el Antropoceno”. Y las consecuencias del deterioro ambiental producido en esta época de borrachera energética y tecnológica nos empiezan a pasar factura ya.

Pero ello no es óbice para que sigamos poniendo toda nuestra ilusión en revertir la situación actual y recuperar lo esencial: el gusto por lo sencillo y tiempo para apreciarlo.

Carmen Molina Cañadas
Co portavoz de EQUO Málaga

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