Raptaron su voz
Lo vi todo y no hice nada. Raptaron a su hijo de unos cuatro años. Un adolescente imberbe lo metió en el coche a la fuerza. Se fueron sin correr. Todos nos quedamos mirando sin querer recordar la matrícula. Cuando doblaron la esquina, seguimos con nuestras vidas.
Eran mis vecinos. Por la ventana escuché los llantos de la madre en la calle. Me asomé y pensé: «Yo no puedo hacer nada«. Unas mujeres la consolaron hasta que llegó su marido, el bloguero. Le llamaban bloguero porque escribía cosas en Internet. Cosas que eran verdad. Yo las leía a escondidas, porque enfadaban a los del clan. Por eso no hicimos nada. Por eso pensábamos que no podíamos hacer nada.
Me dio miedo enfrentarme a ese adolescente. Nadie se atrevió a decir nada. Nada de nada. Ahora me da vergüenza. Aún escucho los llantos de la madre mezclándose con los míos. Si al menos me hubiera atrevido a gritar, tal vez los demás me hubieran apoyado y ese crío seguiría vivo.
Lo mataron. Su padre ya no escribe, por sus otros hijos y por su propia vida. Raptaron también su voz y con ella han silenciado la esperanza de un pueblo. Soy culpable. Ahora sé que de mí también depende la justicia. Raptaron su voz, pero no podrán secuestrar nuestra conciencia, la semilla de la acción.
Nuestro bosque es vuestro
Un bosque no da dinero. Un bosque aporta calidad de vida a todo el planeta. Los que se acercan a él pueden percibirlo. Solo unos pocos lo experimentan.
Expropiaron las tierras de mi pueblo para construir la autopista y el complejo turístico. Nos partieron. Nos dividieron. Ese fue su mayor triunfo. Como dijo mi padre: si estuviéramos unidos, su proyecto no avanzaría.
Mi amigo Toni no sabía qué hacer. Él mismo me dijo que sentía ser nadie. No era ni político, ni empresario, ni famoso…, ni adulto. «Pero tenemos rotuladores», me dijo. Cogió un póster que habíamos hecho en el colegio y por detrás empezó a escribir en letras grandes todo lo que el bosque era para nuestro pueblo: piñones, setas, moras, agua, aire, paz, paseos, turismo, juegos, fiestas, excursiones… Arriba, como título, puso en letras más grandes «Nuestro bosque es vuestro». Según él, el bosque es de todos, de todos los seres vivos.
Al salir del colegio se iba al ayuntamiento y se sentaba en la puerta con su cartel, a lo Greta. Nadie le hacía caso. Tras varias semanas, crecía el bullicio con «el niño del cartel». La gente por fin hablaba de lo que perdíamos con nuestro bosque. Rompieron su cartel y le pegaron una paliza.
En el hospital nos enteramos de que el proyecto no se haría jamás. Gracias a Toni, mi amigo.
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