Tras analizar el volumen I de esta obra, aquí pasamos al volumen II (caps. 7 a 9, 2ª edición, 2018). Se analizan las «causas de la Crisis Global que está suponiendo el final del capitalismo global y la quiebra de la civilización industrial», así como analizar posibles escenarios futuros.
La solución a las crisis anteriores fue expandir el sistema capitalista, pero ya no es posible repetir esa solución. En este contexto están creciendo las luchas por la crisis climática, mientras el gigante chino no para de crecer.
No se analizan aquí elementos que se vieron en el volumen anterior: el crecimiento de la desigualdad interna y externa de los países, la explosión metropolitana y demográfica, el Estado fosilista, el sistema agroindustrial y la sociedad de la imagen y del consumo.
7. El estallido de un espejismo
El principio del siglo XXI está marcado por la inestabilidad ocasionada por atentados terroristas (especialmente el del 11S) y diversas guerras (Afganistán, Irak, Irán…). El terrorismo se ha visto como una estrategia de los bandos más débiles, convirtiendo en campo de batalla cualquier lugar de la sociedad. Aunque la II Guerra del Golfo (Irak, 2003) fue por motivos principalmente energéticos (control del petróleo) también se apuntan otros motivos como el alimentar económicamente a la industria militar o que Hussein se planteó comerciar su petróleo en euros. La excusa de que Irak tenía armas de destrucción masiva fue claramente una burda mentira que no consiguió evitar una fuerte movilización social contra esa guerra. Este escenario se ha aprovechado para recortar libertades individuales (como la Patriot Act).
La llegada de Trump a la Casa Blanca (2017) ha supuesto un ataque a China y a Europa con medidas como el aumento de aranceles para sus productos. También ha usado la desregulación fiscal y financiera interna, el apoyo a sus empresas, recortes al libre comercio y el aumento significativo del gasto público militar frente a la reducción de gasto en salud o medio ambiente. La violencia de estado ha sido ejercida por los presidentes de Estados Unidos (incluso perpetrando asesinatos con drones autorizados por Obama y Trump).
La Gran Recesión del siglo XXI es la crisis del capitalismo global
En 2007 estalló otro aspecto de esta inestabilidad, la crisis económica. Para salir de la crisis bursátil se bajaron los tipos de interés, lo cual propició una masiva inversión inmobiliaria (de la que España no se salvó) y, por tanto, un altísimo endeudamiento incluso en personas con poca capacidad de pago (llamadas hipotecas de alto riesgo o subprime). También se concedían hipotecas a muy largo plazo (50 años o más, cuando más de 25 años ya es poco aconsejable). Además de esos errores, se empaquetaron esas hipotecas con sofisticados mecanismos financieros y agencias de calificación las etiquetaron como de máxima calidad. Especialmente Estados Unidos vendió esos paquetes por todo el mundo, generando una crisis global.
Esa Gran Recesión de alcance mundial era algo que tenía que ocurrir, «pues es imposible la expansión irrefrenable de la dimensión financiera, y en concreto del crédito, basada en un crecimiento constante que tiene que operar en un entorno finito, frágil y en continua degradación». Las declaraciones iniciales tuvieron muy buenas ideas, pero no se llevaron a la práctica (controlar los paraísos fiscales, regular los mercados financieros, hacer pagar a los bancos la crisis, poner tasas a los movimientos de capital, Tasa Tobin…)
Los Estados intervinieron para salvar a los bancos, dándoles dinero a bajo interés. Esos rescates aumentaron la deuda pública y el dinero no llegó a las empresas. Los bancos lo usaron para comprar deuda pública, que les daba más rentabilidad. Algunos bancos se nacionalizaron y luego se vendieron a precio de saldo (caso del Catalunya Banc en España). Es decir, en parte, la deuda y la mala gestión privada se convirtió en deuda pública., siguiendo vigentes los grandes problemas (paraísos fiscales, banca en la sombra, sueldos millonarios, mercados no regulados, especulación, burbujas…).
Se aplicaron inversiones keynesianas, sobre todo en obra pública de alto impacto ambiental, se recortó el gasto en servicios sociales (bajo una mal entendida austeridad), se redujeron salarios, se incrementaron los impuestos indirectos (IVA)… Una cosa positiva fue el aumento del capital retenido por los bancos (acuerdo de Basilea III).
Las entidades que sobreviven a la crisis salen reforzadas porque compran barato las empresas que quiebran. El poder empresarial se ha reforzado hasta el punto que los autores sostienen que «ya no gobiernan políticos/as, sino directamente empresarios/as» (como se decía en el mejor documental ecologista).
Antes de la crisis del coronavirus los autores ya avisaron de que vendrían pandemias y en esta extensión de la crisis estamos viendo lo de siempre: la población más empobrecida sufre más debido a salarios contraídos, paro, impuestos crecientes, servicios públicos reducidos o encarecidos, precarización social (pensiones, desempleo…), etc. Esto se agrava especialmente en algunos países por las crisis alimentarias, ocasionadas por varias fuertes subidas de los alimentos debido a la especulación, a la subida del petróleo, a dedicar cereales para agrocombustibles y también a la concentración de poder por unas pocas empresas que dominan la agricultura industrial. Por otra parte, también genera problemas el acaparamiento de tierras compradas o arrendadas por corporaciones o Estados foráneos.
Además de a las clases medias y bajas, los autores sostienen que esta crisis ha afectado especialmente al medioambiente (rebajando normativas ambientales) y a las mujeres (mayor precarización laboral, influencia del paro masculino en la violencia contra las mujeres…). También lo estamos viendo en la crisis del coronavirus (especialmente en España donde gobierna el PP).
«El capitalismo necesita de la creación de deudas para funcionar» pero cuando la deuda crece mucho resulta impagable y para que haya recuperación hay que hacer quitas (sanear la deuda, dejar de pagar algunas deudas). Antes de la crisis del coronavirus los autores avisaban de que esto es lo que implica una crisis y la próxima puede ser peor que la de 2007. Además, no podrá ser ordenada porque no existen instituciones ni mecanismos de arbitraje internacionales que puedan evaluar qué deudas no se deben pagar. Por ejemplo, sería razonable dejar de pagar las deudas contraídas para obras innecesarias (como algunos aeropuertos en España), o para guerras, o incluso aquellas deudas otorgadas a gente poco solvente (si el banco no toma precauciones, es justo que sufra las consecuencias, evitando a la vez que miles de personas pierdan su casa por culpa de malas prácticas bancarias).
Desde la crisis de 1970 se están acumulando deudas impagables. La salida tiene tres caminos: explotar más la naturaleza (con implicaciones para la salud, la sostenibilidad…), la expansión a nuevas sociedades (cosa ya bastante complicada) y la privatización de servicios públicos (algo que es muy fácil, pero con consecuencias dramáticas en muchos casos). Por tanto, «la crisis no es solo del capitalismo», sino de las teorías que lo han sostenido (keynesianas y liberales) argumentando que el crecimiento constante es posible en un planeta finito.
Caída de la hegemonía estadounidense y límites de China
Estados Unidos está perdiendo su hegemonía por distintas causas: i) pérdida de legitimidad; ii) problemas económicos; iii) no está siendo capaz de controlar el suministro ni el precio del petróleo (aunque el fracking le ha dado esperanzas, está ignorando las serias consecuencias que ello implica, y ello sin contar la llegada del pico del petróleo que ha hecho que los precios oscilen fuertemente); iv) su principal fortaleza, la militar, también muestra límites (primero por un creciente antimilitarismo, pero también porque el ejército es un gran consumidor de petróleo y esa dependencia es un punto débil).
El protagonismo de China está cobrando fuerza por distintos motivos (como la fuerza de su industria gracias a pocos controles ambientales, y la mano de obra barata y disciplinada). Por ello, «China está capeando mejor que el resto de las regiones centrales la Gran Recesión», pero sin embargo, la realidad está cambiando también para China: el control demográfico hace escasear la fuerza laboral y por tanto tendrá que pagar sueldos más dignos, están creciendo los movimientos ecologistas, de campesinos y para la democratización (véase el caso del Nobel Chino Liu Xiaobo). China no ve problemas en desplazar más de 315 millones de personas para construir infraestructuras, pero todo tiene un precio. A pesar de que China ha reducido su pobreza, están creciendo las desigualdades siendo ya peor que en EEUU. Por si fuera poco, «la demanda interna está lejos de sostener la productividad china».
China tiene en su poder mucha deuda y muchos dólares estadounidenses. Esto implica que China puede ocasionar cuando quiera una crisis en su mayor rival económico, pero también es una debilidad propia, pues «no puede romper la hegemonía del dólar sin depreciar con ello una parte importante de su riqueza». Finalmente, «el crecimiento de China choca con los límites ambientales» y tiene problemas ecológicos muy serios: pérdida de grandes terrenos cultivables (erosión, desertificación, contaminación…), deforestación, degradación de pastizales, escasez de agua, pérdida de biodiversidad, contaminación altísima en sus ciudades, dependencia del carbón, auge de las macrogranjas… Aunque en China están creciendo también fuertemente las renovables y la eficiencia, también se están fomentando energías sucias (como la nuclear) porque China necesita energía para continuar su escalada mundial, y eso no está libre de impactos. China también es el principal consumidor mundial de cemento, acero, carbón, cereales, carne y otras materias primas básicas. Gran parte de esos recursos viajan desde África o América, pero según estos autores, «China no va a poder acometer su asalto final a la hegemonía mundial. Básicamente porque no van a quedar recursos disponibles para poder sostener ninguna otra potencia hegemónica».
Todo esto deja una sensación de que «quien guía es la competencia feroz y, sobre todo, suicida». Aunque el cambio climático ha sido visto como el principal problema de la humanidad, aún cuesta aceptar soluciones efectivas y aceptar también la realidad de la crisis energética y de recursos, un problema aún más grave a corto plazo para el capitalismo que el cambio climático.
Las respuestas que se aplican a estos problemas son superficiales porque intentan no socavar el sistema capitalista. Por ejemplo, se propone resolver el problema con soluciones tecnológicas, cuando es la tecnología la que nos ha llevado a tan serios problemas. Se busca la colaboración de todos, pero sin recalcar que los ricos tienen más responsabilidad. Se imponen impuestos y medidas de austeridad con escusas «verdes», pero sin que tengan un claro impacto positivo. Es decir, el capitalismo intenta «conseguir la cuadratura del círculo»: «impulsar una transición energética aumentando el consumo».
El Protocolo de Kioto o el Acuerdo de París muestran el poco interés en resolver los problemas
El Protocolo de Kioto fue un ejemplo de lo anterior. Estuvo en vigor entre 2005 y 2012 siendo un sonoro fracaso. Su objetivo de reducir las emisiones no funcionó. Para empezar, el mayor contaminador per cápita del mundo (Estados Unidos) no firmó el acuerdo (ni con Bush, ni con Obama). Además, los países han podido «reducir» sus emisiones llevándose sus industrias contaminantes a países más pobres. También se han usado los bosques para poder contaminar más sin tener en cuenta cosas simples como que los árboles almacenan carbono durante periodos relativamente cortos en comparación con la ingente cantidad de CO2 liberada por quemar combustibles fósiles. O sea, «por cada tonelada de CO2 retenida en los bosques se puede emitir otra» (incluso en países distintos) sin considerar que luego los bosques pueden arder o talarse (como ha ocurrido).
El protocolo de Kioto también permitió usar técnicas de contabilidad creativa para poder seguir contaminando como son los MDL (Mecanismos de Desarrollo Limpio), soluciones de geoingeniería como la CAC (Captura y Almacenamiento de Carbono) o los REDD (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación). Esas técnicas incluyen ideas y tecnologías visionarias que distan de ser una realidad y, cuando lo son, no son efectivas. Por ejemplo, plantean usar plantas transgénicas para fijar CO2, monocultivos de árboles como si fueran equivalentes a bosques biodiversos, enterrar CO2 como si no hubiera riesgos de que se libere de nuevo, o tapar la radiación solar. El objetivo de esas técnicas es intentar que se pueda seguir contaminando y, paradójicamente, los mayores defensores de esos proyectos son los que están negando el cambio climático.
Resumiendo, el Protocolo de Kioto supuso más que una lucha contra el cambio climático, una creación de nuevos nichos de negocio. Su sucesor ha sido el Acuerdo de París (2015), el cual es en realidad un no acuerdo, no vinculante, con reducciones voluntarias en las emisiones, sin sanciones para el que no cumpla, con objetivos insuficientes y con las mismas carencias y problemas que el Protocolo de Kioto.
Movimientos antisistema
Toda esa inestabilidad hizo surgir diversos movimientos antisistema por todo el planeta, especialmente en el mundo árabe (comenzando por Túnez) y en la Europa mediterránea. El malestar se manifestó en los suicidios de trabajadores, auge de la religiosidad/espiritualidad, desafección política, aumento de la desigualdad y de todo tipo de pobreza…
Por su parte, los grupos de derecha neoconservadores se instalaron en posiciones contra el ecologismo, el feminismo y el pacifismo. En España, es muy clara la postura del Partido Popular contra el medioambiente y el surgimiento de Vox ha radicalizado más esas ideas. Según estos autores, esas ideologías aglutinan más al empresariado y consiguen fuerte apoyo en medios de comunicación, aunque contrastan con movimientos pacifistas y antiglobalización (como los demostrados en las manifestaciones contra la guerra de Irak).
Por su parte, la Primavera Árabe se enmarca en un contexto de encarecimiento de los alimentos, crecimiento demográfico, aumento de la desigualdad y crisis económica. La propia guerra de Siria surgió en un contexto de sequía propiciada por la crisis climática.
Por todo el planeta han surgido movimientos indignados: Grecia, EEUU, Senegal, México, Turquía, Hong Kong, Brasil, Francia, Bosnia-Herzegovina… y también en España, con el movimiento 15M de 2011 (cuyas ideas se aglutinaron en este libro). Aunque no consiguieron el éxito que hubieran deseado, sí consiguieron muchas pequeñas victorias (paralización de desahucios, grupos de consumo, huertos vecinales…). Con el tiempo se crearon partidos políticos surgidos del 15M tanto de ámbito nacional como candidaturas municipalistas. Por todo el planeta, incluso en China, han surgido movimientos de rechazo de prospecciones y extracciones mineras, contra los agrocarburantes o contra las energías no ecológicas. Sin embargo, no se ha paralizado la maquinaria principal que está destruyendo el planeta. «La industrialización de la cultura, y sobre todo de la mentira, dificulta ver más allá de un entorno en el que parece que todo es capitalismo».
La degradación ambiental y social aumenta pero el estallido no es de gran magnitud porque existe una importante estructura que amortigua los golpes: la familia (y especialmente con la mujer dentro de ella).
8. El inicio del fin de los combustibles fósiles
Los autores sostienen que es imposible que se produzca un nuevo periodo de florecimiento económico, porque hay muchos aspectos «que marcan el punto final de las sociedades industriales y del capitalismo global». Los límites ecológicos frenan el capitalismo, porque la economía es un «subsistema de la biosfera» (como también dijo Georgescu-Roegen). El declive en la extracción de petróleo y otros elementos (cobre, fósforo, tierra fértil, agua), así como el cambio climático, son también factores clave en la inviabilidad del capitalismo global.
La energía fósil deja de ser abundante
El «pico del petróleo» es el momento en el que la extracción empieza a declinar. Cada vez se extrae menos cantidad, de peor calidad y propiciando mayor contaminación. Calcular los «picos» de cada materia prima es complicado porque depende de muchos factores (ambientales, tecnológicos, subvenciones, reciclaje, protestas de los pueblos…). Además, «no hay datos fiables ni de la extracción, ni de las reservas, pues interesa hincharlos por motivos políticos y financieros». No obstante, hay evidencias muy significativas que inducen a pensar que «es posible que en 2015 se produjese el pico de todos los tipos de petróleo»:
- «La extracción de petróleo convencional declina en casi todo el mundo».
- «Los petróleos no convencionales cada vez suponen un mayor porcentaje del petróleo consumido, lo que indica que escasean las reservas convencionales». O sea, que si se usa petróleo de peor calidad y más caro de obtener, es porque el bueno y barato se está agotando.
- «El número de descubrimientos ha ido cayendo».
La TRE (Tasa de Retorno Energético) es el cociente entre la energía obtenida y la energía invertida para obtenerla. Calcular ambos valores es algo complejo, más aún en el caso del denominador, pues depende de infraestructuras, tecnologías disponibles, calidades… No obstante, se puede afirmar que la TRE está cayendo constantemente. Un dato: la TRE combinada de gas y petróleo en 1992 era de 23-26:1, y en 2006 había descendido a 18-19:1. Por si fuera poco, sabemos que las inversiones de la industria petrolera en exploración y producción están consiguiendo rendimientos decrecientes.
Puede pensarse que si sube el precio del petróleo será rentable explotar reservas que ahora son caras, pero «el precio del crudo no puede subir sin producir crisis económicas», lo cual inutiliza esa estrategia. Los agrocarburantes tampoco son una opción, porque tienen TRE bajas y pequeña capacidad productiva (a parte de aspectos ecológicos y éticos).
Téngase en cuenta que se está usando petróleo tanto para extraer todas las fuentes fósiles (gas natural, carbón…) como para generar energía renovable (solar, eólica). Por tanto, el declive del petróleo afecta prácticamente a todas las energías. «El cénit combinado de todos los combustibles fósiles se producirá en 2020-2038». El sector que más sufrirá será el transporte, pero es probable que la generación de electricidad no pueda cubrir la demanda.
El inexorable declive energético, a pesar de las renovables
El petróleo tiene unas características que lo hacen único e insustituible (líquido, no degradable, transportable, con alta densidad energética, disponible en grandes cantidades, versátil, alta TRE, y barato). Las características de las renovables, por su parte, las hacen insuficientes:
- Son irregulares (aunque el sol y el viento se complementan bastante bien y el pico de mayor demanda coincide con la máxima producción solar).
- Habría que instalar mucha más potencia para evitar cortes por su irregularidad.
- Almacenar energía es complejo:
- Las baterías son caras, contaminantes, limitadas, de recarga lenta, requieren mucha energía para su construcción y pesan mucho. Por ello, no son factibles vehículos eléctricos pesados.
- Las hidroeléctricas reversibles son muy eficientes pero no son fáciles de construir.
- Otros sistemas también tienen serios problemas (almacenamiento geológico de aire comprimido, sales térmicas, hidrógeno…).
- Potencia limitada e insuficiente para los niveles de consumo actuales, aunque su eficiencia crece en el caso de las renovables de accionamiento directo.
- Hay industrias, como la petroquímica, que es casi imposible sostener con renovables.
- Tienen TRE bajas. Aunque la eficiencia de la fotovoltaica se ha incrementado mucho, «no es probable que esto vaya a terminar conllevando TRE similares a las de los fósiles».
- Requieren de la minería, empezando por el cemento que se fabrica fundamentalmente gracias al petróleo, además de otros elementos (cobre, teluro, cadmio, indio, germanio, galio, neodimio, cobalto, disprosio, samario, arsénico…). La alta tecnología requiere alto consumo energético, además de transportar muchos materiales.
- Requieren mucho territorio. En las ciudades, se estima que solo es apto el 2-5% de la superficie.
- La transición a las renovables es lenta y costosa, a pesar de que está creciendo sin parar la potencia renovable. Por ejemplo, para la transición a las renovables 100%, España requeriría invertir 3 veces su PIB según algunos autores, lo que supone multiplicar por 10 las inversiones actuales durante unos 32 años.
- Las renovables también tienen impacto ambiental. Emiten GEI considerando todo su ciclo de vida, usan compuestos tóxicos, además del alto impacto ambiental de las grandes hidroeléctricas.
Los agrocarburantes o biocombustibles sintéticos (bioetanol, biodiésel y hidrobiodiésel) tampoco son alternativas, por su baja TRE debido al alto consumo energético de la agricultura industrial. Además, hay que considerar las grandes cantidades de tierra y agua que requieren, así como el problema ético que supone elegir entre alimentar a las personas o a los vehículos. Algunos agrocarburantes tienen emisiones superiores a algunos combustibles fósiles. La huella ecológica es nefasta si se tienen en cuenta otros factores ambientales (contaminación de agua y suelo, erosión, transgénicos, pérdida de biodiversidad, abonos químicos…) y humanos (pérdida de soberanía alimentaria, condiciones de trabajo pésimas…). Por todo esto, esta energía solo es sostenible a pequeña escala y de forma local. Algunos hablan de agrocombustibles de segunda generación, que usan partes no comestibles de las plantas o algas, pero esas tecnologías son aún muy caras.
El hidrógeno tampoco es una opción razonable porque para producirlo se usa más energía de la que se obtiene de su combustión. Además, requeriría costosas infraestructuras, sin poder utilizar las ya existentes (de gas, por ejemplo). El hidrógeno es útil para almacenar la energía sobrante de las renovables, pero para usarse solo en casos muy concretos.
Los autores auguran «una quiebra energética alrededor de 2030. En el futuro, habrá menos energía disponible y provendrá de fuentes más diversas y renovables».
Petróleos y gases no convencionales, malos negocios
Los combustibles no convencionales no son una alternativa por sus graves problemas (menor densidad energética, reducida TRE, altos costos y altos impactos ambientales). Para que sean rentables, el precio del petróleo debe ser alto (80-100 $/b) pero si está muy alto las economías como la de EEUU entran en recesión (120-130 $/b). Aunque pueden variar según la tecnología, en casi todos encontramos: fuertes emisiones de GEI, contaminación y alto consumo de agua, empleo de sustancias muy tóxicas, generación de aguas contaminadas (incluso radiactivas), contaminación del aire, escapes de metano, sismicidad inducida…
En estas energías se incluyen: hidrocarburos en aguas profundas y el ártico, arenas bituminosas, gas o petróleo de roca poco porosa (fracking), kerógeno, GTL, CTL, metano en lecho de carbón, clatratos de metano, gasificación subterránea de carbón, coque y LCGN.
Algunas técnicas, como el fracking, son poco rentables pero a muchas empresas les ha compensado tener esos déficits por apuntarse un aumento en sus reservas de hidrocarburos, lo que les hizo subir en bolsa. Este tipo de burbujas especulativas demuestran que el negocio no está en la venta de hidrocarburos, sino en los activos financieros y, obviamente, eso no puede mantenerse mucho tiempo (no es sostenible).
Ni fisión ni fusión nuclear
La fisión nuclear se basa en partir átomos grandes de uranio para obtener energía. Todo sería fantástico si no fuera por los residuos radiactivos cuya duración es de «solo» unos millones de años. Además, el pico del uranio se juntará al del petróleo. Su TRE no es del todo mala (5-14:1) pero solo cuentan 60 años de gestión de residuos (y no millones de años que serían necesarios). Además, los costos se han incrementado tras el desastre de Fukushima por nuevas medidas de seguridad. ¿Son defendibles las nucleares? No, porque además de los residuos radiactivos, tienen otros serios inconvenientes: emisiones de GEI, alto consumo de agua, minería muy impactante, accidentes periódicos, afinidad con la industria militar, imposibilidad de democratizar su gestión.
Los que están a favor de la energía nuclear no vivirán lo suficiente para ver todos los problemas que generan las centrales y sus residuos radiactivos de larga duración. La tecnología para transmutar los residuos más peligrosos es cara y no se está empleando.
Por su parte, la fusión nuclear consiste en producir átomos de helio a partir de los de hidrógeno. Todo son ventajas salvo por un pequeño inconveniente: que necesita mucha energía para iniciar la reacción (unos 200 millones de grados centígrados). Aún no es rentable y sería curioso que fuera rentable generar 200 millones de grados centígrados para producir electricidad con el objetivo de mover cosas que no necesitan tanta energía.
Llegamos al pico de muchos recursos
El agotamiento de muchos minerales es una realidad y cada vez se usan medios más agresivos con el entorno. Actualmente se necesita remover el triple de rocas para conseguir la misma cantidad de mineral que hace un siglo. Por tanto, pronto habrá problemas para acceder a muchos materiales, tales como oro, cobre u otros elementos como los que citamos que se usan para las energías renovables. Veamos unos ejemplos:
- Un ordenador necesita 64 elementos químicos, dejando sin usar solo 29 elementos de la tabla periódica.
- Si se usase todo el litio para los coches eléctricos y se reciclase el 100% (actualmente es menos del 1%), las reservas conocidas permitirían un parque automovilístico de 400 millones de vehículos (siendo optimistas). Compárese esa cifra con los 1.200 millones que había en 2016. Es decir, el coche sostenible es bastante utópico, salvo que cumpla ciertas reglas muy estrictas.
- La agricultura industrial necesita fósforo como fertilizante (el potasio no escasea y el nitrógeno se puede obtener aunque sea a un altísimo coste energético). El fósforo mineral empieza a ser inaccesible y esto impone un límite físico insoslayable a la agricultura industrial.
- La tendencia a la electrificación choca con límites físicos en los materiales, incluso con energías renovables. Además, el precio del petróleo condiciona el coste del resto de materias primas.
El reciclaje no es factible en muchos casos (por ejemplo porque se degrada el material como dijo Georgescu-Roegen), pero además es excesivamente caro máxime teniendo en cuenta que los aparatos no se diseñan para recuperar sus componentes.
Con respecto al recurso agua, sabemos que en general se está extrayendo agua por encima del ritmo de reposición, principalmente para regadíos. Téngase en cuenta que para obtener agua se necesita energía (bombeo, desalación, depuración, potabilización…). Y el recurso suelo también se está perdiendo por la erosión, a escala planetaria.
Cambio climático
No vamos a resumir las consecuencias posibles del cambio climático porque ya las hemos enumerado resumidamente en otro artículo. Sin embargo, es interesante tener presente que aunque el incremento de 1ºC nos parezca poco, no lo es. Los autores lo comparan con subir la temperatura humana de 37 a 38ºC. Los gases más dañinos son: CO2 (que procede principalmente de la quema de combustibles fósiles y de la desaparición de bosques), CH4 (del aumento del ganado, del gas natural, de los arrozales y de los vertederos) y el N2O (de los abonos químicos). Por si hubiera dudas, se aclara que el pico del petróleo no resolverá por sí solo este problema.
Somos socio y eco-dependientes
Eso significa que necesitamos de las funciones ecosistémicas y del cuidado físico y emocional. Las primeras son, por ejemplo, la fotosíntesis, la polinización, la purificación de agua y aire, la edafogénesis, los recursos naturales y minerales… «La biodiversidad (…) es clave para el funcionamiento diario del capitalismo», por lo que «la crisis ecológica (…) afecta a las bases mismas de la vida».
Por otra parte también hay una crisis de los cuidados. Por una parte se han externalizado parcialmente hacia el mercado (sector servicios) y hacia el Estado (el llamado Estado del Bienestar), pero el neoliberalismo ha desmontado gran parte de la parte estatal. Los autores sostienen, además, que «no es factible la perpetuación de lo que se llamó Estado del Bienestar en un contexto capitalista y de Crisis Global como la actual» (con cantidades menguantes de energía disponible) y, añaden que «lo que no cubren el Estado y el mercado ha terminado recayendo en los hogares y, más en concreto, en las mujeres» y en los abuelos (con trabajo no remunerado principalmente). Se da el caso de que muchas mujeres inmigrantes trabajan en los países ricos en tareas de cuidados. Es un proceso ideal para el capital, pues llegan adultas y se impulsa que retornen a sus países al envejecer.
La tecnología no resolverá los problemas
Hay muchos mitos que se sostienen para intentar conjugar crecimiento y sostenibilidad. Pero dejémoslo muy claro: el crecimiento indefinido es imposible y, además, la sostenibilidad requiere decrecimiento. Algunos de estos mitos son:
- Mito de la eficiencia: La eficiencia no es la solución porque libera recursos que, sistemáticamente, siempre se han empleado en aumentar la producción y el consumo. A veces, se vende como eficiencia lo que es una deslocalización de las tareas más contaminantes. Pensemos que haría falta reducir el 90% el consumo de materiales y energía de los países ricos para alcanzar la sostenibilidad. Cuando se consiguen coches más eficientes, se aumenta la venta de coches y se recorren más kilómetros. Es el llamado efecto rebote directo. También está el efecto rebote indirecto, que consiste en que los ahorros se desvían a sectores contaminantes.
- Mito de la desmaterialización: Algunos afirman erróneamente que se puede crecer económicamente reduciendo el consumo de energía y materia. La correlación entre el PIB y el consumo energético es casi lineal.
- Mito de la ciencia y la tecnología: Algunos creen erróneamente que la ciencia y la tecnología lo pueden todo. Primero, hay que señalar que el sistema tecnocientífico está al servicio del mercado (como también dijo Harari), lo cual se aprecia en la obsolescencia programada o los OMG… «La tecnología no puede generar energía ni materiales, por lo que no puede resolver los problemas de fondo». Además, se afirma que «no es posible resolver los problemas ambientales por la vía tecnológica sin crear nuevos problemas». La tecnología puede desplazar el problema en el tiempo y en el espacio, pero siempre el problema aumenta en gravedad global. La causa final de los problemas es política, no técnica, por lo que tenemos que mutar nuestra civilización a una que no se base en explotar naturaleza y las personas.
Las dos opciones que se están planteando nos llevan hacia el colapso, incluso aunque se mezclen entre sí o con otras formas de capitalismo sensato:
- Business as usual (BAU o seguir como si no pasara nada): Aquí encontramos a EEUU, Australia, China, India y los países del golfo Pérsico.
- Capitalismo verde: Intentar una transición energética sin frenar el crecimiento. Es un greenwashing para que no se diga que no se hace nada. Aquí están la UE, la ONU, la OCDE, el BM… A veces se pretende mercantilizar todo (desde el sol, hasta la vida). Costa Rica es uno de los países con mayores éxitos ambientales, pero aún así, está lejos de la sostenibilidad. El llamado capitalismo violeta es un oxímoron porque cuando las mujeres se integran a puestos directivos suelen incorporar la lógica masculina, única compatible con la reproducción del capital. No obstante, la única salida válida pasa por el ecofeminismo.
9. Doloroso declive hacia el colapso y sociedades radicalmente distintas
La última parte del libro sirve para hacer política ficción y exponer posibles escenarios futuros, tras el colapso. El colapso no es sinónimo de apocalipsis sino de una pérdida rápida de complejidad y una ventana de oportunidad para cambios ecomunitarios (palabra que inventan los autores para referirse a sociedades sostenibles, feministas, igualitarias, democráticas y libertarias). Tras el colapso no todo es peor. Otra cosa es que el proceso sea más o menos dramático. El colapso es una salida a la insostenibilidad de un sistema complejo.
Para evitar el colapso habría que aprovechar las crisis para evolucionar hacia una organización mejor. Sin embargo, según los autores, las crisis suelen emplearse como «mecanismos para sostener la misma estructura».
El colapso es inevitable porque la alta dependencia de la tecnología requiere de muchos materiales y energía (y las alternativas no pueden sostener la complejidad actual). Las ciudades son aún más vulnerables por su dependencia de todo tipo de recursos externos. «No hay tiempo para una transición ordenada que pueda esquivar el colapso». La transición energética requiere décadas pero además, no se dan las condiciones políticas ni culturales y, cuando se den (si se dan), será tarde. Algunas razones de esto son el consumismo, el individualismo, o que para el humano las emociones están antes que la racionalidad. Por si fuera poco, en el pasado, muchos problemas graves no se han afrontado con valentía, sino que se han desplazado al futuro, aunque ello suponga problemas más graves. La evolución ordenada sería posible solo con una fuerte planificación y conciencia social, algo que no se va a producir a la velocidad requerida.
Los seres humanos reaccionan adecuadamente cuando el límite del peligro está bien definido; pero el colapso está lleno de incertidumbres. «Así, se entrará en situaciones de no retorno sin notarlo y, cuando esto suceda, los cambios serán rápidos e imparables». El colapso durará muchas décadas y la simplificación será lenta a escala humana pero rápida en términos históricos.
Podría evitarse el colapso caótico reduciendo la complejidad de forma ordenada, desmontando y abandonando gran parte de lo ya construido, decreciendo. Pero esto es imposible porque los poderes públicos son un lastre más que una ayuda, los movimientos sociales son débiles y con «limitada capacidad y deseo de afrontar un descenso en el consumo material y energético». Las personas ya no saben producir lo que necesitan para vivir, por lo que necesitan dinero y eso les vuelve menos libres.
La quiebra de la civilización industrial será un proceso largo (podría durar más de 200 años), complejo y con altibajos que podría comenzar alrededor de 2030 y que tendrá, resumidamente, estos acontecimientos:
- Fin de la energía abundante.
- Derrumbe monetario-financiero: crisis de la banca, de los mercados especulativos y del crédito.
- Desglobalización y decrecimiento.
- Nuevo orden geopolítico: guerras por recursos…
- Reconfiguración o desaparición del Estado, por territorios.
- Reducción demográfica (la superpoblación es inherentemente insostenible).
- Desmoronamiento de las ciudades: vaciamiento y crecimiento de los huertos urbanos.
- Incapacidad tecnológica: pérdida de información…
- Cambio de valores.
- Nuevas luchas: neofascismos, ecomunitarismo…
La bajada del consumo energético ha de ser del orden del 90% para los más consumidores. Los plásticos de los vertederos serán buscados y habrá que invertir en minimizar los efectos del Capitaloceno: gestión de residuos radiactivos, contaminación de agua, erosión del suelo, efectos del cambio climático… Por supuesto, la navegación a vela volverá y se potenciará el reciclaje y, sobretodo, la reducción en el consumo y en la generación de residuos. La transición será la inversa a la experimentada tras la Revolución Industrial: el grueso de la población se dedicará a la agricultura. Aumentará el coste de la vida y las luchas sociales, porque querrán explotar más a los trabajadores para paliar el descenso energético. Y de nuevo será central la propiedad de la tierra.
El derrumbe de lo económico y productivo
La crisis del capitalismo tendrá muchas implicaciones. «No valen las recetas del pasado (keynesianas, neoliberales) sino que son contraproducentes». Los altos precios de la energía, en general, facilitarán la especulación con el petróleo, aunque ese recurso dejará de ser el motor energético de la economía y se parecerá más a un artículo de lujo. Se acentuará algo que ya estamos viendo: fuertes desinversiones en las industrias fosilistas, e incluso quiebras. Los problemas también afectarán a las renovables, dándonos cuenta luego que «se habría malgastado tiempo y recursos para la inevitable transición energética».
La quiebra de grandes bancos desencadenará una crisis global, porque el capitalismo necesita el crédito para consumir rápido y crecer (las inversiones no se pagan al contado, sino en base a deuda). Por supuesto, las bolsas y los OTC sufrirán fuertes caídas. El crédito es un requisito necesario para que la economía crezca, pero también necesita energía y materiales.
Las políticas de austeridad por parte de los Estados «serán contraproducentes, pues (…) el recorte del gasto público retraerá más la actividad económica». Ante la imposibilidad de devolver la deuda (porque siempre es imposible devolver toda la deuda existente), hay dos opciones: una fuerte inflación o que los Gobiernos efectúen quitas (reduciendo por decreto las deudas en cierto porcentaje o, mejor aún, dejando de pagar la que se considere deuda ilegítima).
La caída del dólar y de todas las monedas creará una crisis monetaria. Una moneda sólida global podría estar anclada a una cesta de materias primas valiosas (oro entre ellas), de forma que el FMI (u organismo equivalente) las compraría emitiendo moneda ante una depresión económica, y las vendería en caso contrario. El derrumbe derivará probablemente en dos fenómenos aparentemente contradictorios: inflación y deflación.
Desglobalización y caída de grandes multinacionales
Otros efectos serán la reducción de los intercambios comerciales, el desabastecimiento de ciertos productos, altos costes del comercio mundial, uso de transportes más lentos… y mayor incertidumbre y riesgo para emprender nuevos negocios. «El final serán economías locales con algo de conexión global», pero fundamentalmente agrícolas.
Ante las dificultades para acceder al crédito, las restricciones energéticas y la disfunción de los flujos comerciales, grandes multinacionales entrarán en quiebra (energéticas, químicas, cementeras, aseguradoras…). Se mostrará como insostenible el abuso de estas empresas al planeta y a la humanidad.
«Habrá periodos de recuperación a los que seguirá una caída más profunda». En el pasado, las crisis se usaron para «sanear» el sistema, pero ahora las recuperaciones solo podrán ser parciales. «La vuelta a una economía más local también minará el crecimiento» ya que la globalización se ha usado para enriquecer a ciertas élites.
Economía campesina, doméstica y FES
Se han perdido muchos conocimientos básicos de la cultura campesina, además de otros problemas como la pérdida de fertilidad de la tierra, que aumentará con el cambio climático. Forzosamente, el futuro metabolismo agrario será más sostenible: «no mezclar, purificar, limpiar, calentar o enfriar más de lo estrictamente necesario», así como cerrar ciclos (economía circular), primar el uso de recursos renovables, usar la energía en tiempo real (sin almacenar) y lo más cerca posible de la fuente y, por supuesto, potenciar la diversidad en la producción. Será una economía más lenta, que usará el sol como fuente energética básica (es una de las cuatro leyes de la sostenibilidad).
Se reducirá el trabajo asalariado, generando una oportunidad para potenciar la triple dimensión del trabajo (producción, autorealización y socialización) u otras opciones. También se dejará de usar el PIB, ya que será imprescindible incorporar indicadores de la economía ecológica (como el IPG).
El colapso del capitalismo global dejará hueco a otros formatos económicos. Por ejemplo, la economía doméstica produce bienes y servicios esencialmente para autoconsumo. No busca aumentar la productividad ni la competitividad y no tiene sentido la sobreespecialización. Esto no implica que no haya dominación (patriarcado), pero sí que el motor de la economía sea la generosidad, no la competencia.
Por su parte, las economías FES (Feminista, Ecológica y Solidaria) «persiguen satisfacer necesidades en vez de maximizar el beneficio económico, se organizan de forma democrática y actúan con responsabilidad social». Su forma de relación es la reciprocidad y se renuncia a los beneficios para reinvertirlos en mejorar el tejido socioambiental. Es fundamental la cooperación y la confianza entre los integrantes para satisfacer las necesidades de todos, no para maximizar el beneficio. Esto implica que las comunidades serán más cerradas. Se podrá usar financiación con micromecenazgo (crowdfunding) con lo que la comunidad decide qué financiar y esto complica elegir acciones negativas para la sociedad (contaminar el entorno…). «Las poblaciones que durante miles de años han gestionado de forma comunitaria los recursos han sido las que mejor los han conservado». También se limita el consumismo, pero al compartir los bienes se facilita la seguridad de tener lo necesario cuando haga falta, sin tener que acumular.
Todo lo anterior se potenciará con el uso de monedas sociales (complementarias o LETS), que podrán oxidarse (perder valor con el tiempo). Este tipo de monedas ya están siendo muy exitosas en todo el mundo, especialmente en tiempos de crisis. «Las sociedades que han tenido monedas no acumulables se han caracterizado por tener mayores grados de igualdad«. Más aún, ese sistema monetario tiende más a la sostenibilidad, a la cooperación, a la circulación del dinero (sin acumularlo) y a dejar la riqueza en la comunidad, entre otras características.
Regionalización y guerras por recursos
Ningún Estado llegará a ser hegemónico por mucho tiempo, en el sentido de proyectar su cultura y valores y aprovechar los flujos de capital. Los organismos mundiales también desaparecerán (ONU, FMI, OMC…), pues el foco pasará de lo global a lo regional (al contrario de lo que ha ido pasando en la Historia hasta ahora), salvo posiblemente algunos acuerdos importantes como sobre el cambio climático. Las regiones que saldrán mejor paradas serán las que cumplan algunas características como estas: bajo consumo de energía, fuerte presencia de renovables, transporte menos petrodependiente, tejido económico diverso, uso de tecnologías sencillas (pues las tecnologías complejas serán las primeras en entrar en crisis), alta cohesión social, buen sistema educativo (con visión de futuro), alta disponibilidad de capital, menor degradación ambiental en su territorio…
Es muy posible, pero no seguro, que haya guerras abiertas por los recursos (control de la tierra fértil, agua y ríos, petróleo y minerales…). Difícilmente algún lugar del globo escapará de estos conflictos (guerras entre Estados, guerras civiles, guerras de saqueo…). Posiblemente, uno de los últimos sectores en quedarse sin petróleo sea el militar. Sin embargo, la violencia genera violencia y eso es algo que la humanidad ya debería haber aprendido.
Crisis del Estado fosilista y descenso poblacional
Los Estados actuales son demasiado complejos para sostenerse en un entorno de escasez energética. Cada vez habrá menos dinero para mantenerlos y la corrupción podrá aumentar. Aparecerán Estados totalitarios, Estados más descentralizados y también Estados fallidos (con mafias, maras… y alta conflictividad, llegando incluso a guerras civiles). Incluso, se darán más casos de esclavitud o servidumbre forzada que será como una vuelta al feudalismo. Los Estados usarán el odio, el miedo, la represión y la nacionalización de empresas esenciales. También es posible que se valore más la sostenibilidad y el uso de recursos de la forma más duradera y responsable posible, lo cual posiblemente será «más importante que la democracia».
El descenso abrupto de la población es algo que ocurrirá de forma segura y muy probablemente será también de forma dramática: enfermedades, hambre, guerras, degradación ambiental… También es posible que la conciencia ambiental del problema y el contexto de escasez reduzca la natalidad. Con menos petróleo, los alimentos serán más caros y se obligará a una agricultura más ecológica, sin olvidar que el cambio climático disminuirá la producción vegetal. «Se pasará del latifundio al minifundio, del monocultivo al policultivo, del tractor al caballo y a la fuerza humana, del regadío al secano, del agua fósil a la de lluvia, de las semillas híbridas y transgénicas a las variedades locales, de los alimentos no estacionales a los de temporada, de la producción para exportar al autoconsumo y el mercado local». Y pasaremos a una dieta menos carnívora, con muchas más legumbres.
La forma de reducir la población dependerá mucho de los territorios pero los autores sugieren que habrá que pasar a «los 900 millones de personas que había en el mundo antes del uso masivo de los fósiles» (compárese con los casi 7.800 millones de junio 2020, y la cifra sigue subiendo). Las migraciones se acentuarán, con todos los problemas que ello genere.
Desmoronamiento de lo urbano y de las grandes infraestructuras
Las ciudades estarán en decadencia, entre otras razones por la reducción de la movilidad motorizada (coches, aviones, trenes, barcos…). Habrá cortes de luz y esto supone cortes de agua y dificultades para mantener comodidades como los frigoríficos. También es posible que surjan bandas de delincuencia y que haya guerras entre ellas.
Aquí, sugerimos la lectura de dos relatos de ficción de lo que podría ser la vida en las ciudades del futuro. Son dos relatos contrapuestos suponiendo que nuestra sociedad sigue dos rumbos muy diferentes.
También habrá dificultades para sostener infraestructuras que hoy vemos como normales y cotidianas: carreteras, puentes, presas, alcantarillado, conducciones de agua, depuradoras, red eléctrica, fibra óptica, satélites, Internet… El cambio podría expresarse como pasar «de la era de Internet a la de la radio» y la imprenta. Habrá accidentes por la decadencia y algunos podrán ser muy graves (antiguas centrales nucleares contaminando sin capacidad técnica para controlarlas).
Se invertirá menos en investigación y se producirá una caída de Internet (al menos parcial), implicando pérdidas inmensas de información. Se abrirán hueco tecnologías sencillas y más sostenibles.
El final del «progreso»
El progreso como crecimiento es imposible de mantener eternamente. «La fe en la ciencia y la tecnología se romperá conforme se vea su inutilidad para hacer frente a los grandes problemas». Es necesario un cambio, pero «la información normalmente no es algo que mueva a actuar», aunque sea esencial para actuar con eficiencia (la comunicación conservacionista debe tenerlo en cuenta). Además, la libertad individual debe migrar a una que entienda que desde lo comunitario se consigue más poder, más capacidad de acción.
Para el cambio es necesario tener en cuenta las necesidades, los pensamientos, las emociones y los valores. «La clave estará en facilitar que las personas encuentren el sentido, que la satisfacción de las necesidades genere sentimientos agradables y case con los sistemas de valores y pensamientos». Por ejemplo, el afán por aumentar los ingresos y el consumo perjudica las relaciones sociales, que están en la base de la felicidad. Habría que conseguir que los movimientos sociales satisfacieran necesidades, pero ante una gran crisis, las personas tienen gran capacidad para adaptarse a consumos austeros (a partir de un mínimo). Sin embargo, el miedo puede facilitar autoritarismos, mientras que la ilusión, la esperanza y la empatía pueden generar mejores futuros. «El desafío es empatizar con quien está más lejos y es más ajena/o, incluso con quien todavía no ha nacido».
Un estudio por países revela que aquellos países con menor desigualdad tienen menos problemas sociales y de salud. La menor desigualdad favorece la cooperación, lo cual es «una característica común en los sistemas complejos» y, como dijo Margulis, la cooperación, la simbiosis, ha generado mayores saltos evolutivos que la competencia.
Concluyendo
«El colapso, además de demográfico, económico, estatal, urbano, tecnológico y ambiental, será psicológico y sociológico». Por otra parte, «el colapso va a abrir una ventana de oportunidad hacia una reorganización social más justa y sostenible, pero también una puerta hacia modelos sociales fuertemente autoritarios«. «Cuanto más caótico y brusco sea el colapso social, más fácil será que las transiciones reproduzcan formatos dominadores», aunque también surgirán con mayor facilidad «redes de solidaridad». Pero incluso si cuajan estados fascistas o autoritarios, serán poco estables y sin gran legitimidad porque «no se podrán borrar de un plumazo cientos de años de importantes luchas en todo el mundo» (derechos humanos, conquistas sociales…).
Un escollo será que la mayoría de la población ignora las raíces de la Crisis Global, sobre todo las ambientales. Así, es posible que se intente mantener el «Estado de Bienestar» (algo imposible) perdiendo tiempo y energía para una transformación más profunda de la sociedad y la economía. El colapso es imparable e intentar detenerlo supondrá un gran desgaste social, por lo que la mejor alternativa es educar en las causas y consecuencias e intentar dirigirnos hacia los mejores escenarios.
Una opción posible es la llamada «política nocturna», que consiste en construir espacios con poca visibilidad pública y, más o menos, autónomos frente al capital. Algunos ejemplos que ya funcionan son las ecoaldeas, las Ciudades en Transición u otras alternativas urbanas (grupos de consumo, huertos urbanos, cooperativismo, finanzas éticas… entre otras). «Este tránsito hacia un mundo nuevo no será planificado ni dirigido». Si surgen sociedades ecomunitarias, algunas de sus características han de ser: pacifismo, dispersión del poder, sostenibilidad (biomímesis y comprensión de que la economía es solo una parte de la biosfera, como remarcó Georgescu-Roegen), revalorización de lo femenino (será difícil revertir los avances realizados) y renacimiento de la religiosidad/espiritualidad (para encontrar calma y trascendencia y comprender cosas sencillas como que «todo cuanto existe y vive merece existir, vivir y convivir», cosa que las religiones orientales ya incluyen, como el jainismo).
El colapso es una gran oportunidad
«Lo pequeño puede transformar todo». Un comportamiento nuevo puede ser revolucionario a partir de que se alcance cierta masa crítica. En el fondo es aplicar el principio de Gandhi cuando dijo: «Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo«. Los autores subrayan que «la mayoría de la historia humana es la de la cooperación, no la de la competencia». La importancia de las labores de cuidados está en la base de esa cooperación, pero hay que extenderla a toda la naturaleza.
Nota: El Volumen I de esta obra (cuyo resumen también está publicado en Blogsostenible) trata la historia antes del uso masivo de combustibles fósiles (capítulos 1 a 4) y especialmente el auge de esos combustibles antes del siglo XXI (cap. 5 y 6).
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- ¿Es el capitalismo sinónimo de consumismo?
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Reblogueó esto en emilioteayuda.comy comentado:
“Lo pequeño puede transformar todo”
https://blogsostenible.wordpress.com/2020/06/01/libro-en-la-espiral-de-la-energia-de-fernandez-gonzalez-vol-ii-resumen/
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Gracias por tu trabajo, pese a reconocer que vamos hacia el colapso, das demasiadas esperanzas, ya sé que es muy duro decir que vamos hacia el caos y desorden y que eso llevará a la pérdida casi total de todos los avances técnicos y científicos porque son inaplicables sin energía. No va a haber una transición ordenada porque los humanos son como son tras siglos de civilización. Respecto a lo que afirmas sobre: La quiebra de la civilización industrial será un proceso largo (podría durar más de 200 años), complejo y con altibajos que podría comenzar alrededor de 2030… te puntualizo que se producirá en unos 25 años, no hay mas que saber como es una curva de Gauss y lo que implica. Además ni aunque se implantase una ecodictadura global aceptada voluntariamente, el problema es que hemos superado ya el punto de no retorno. Es como si fuésemos en un avión y de repente a mitad del viaje previsto nos diésemos cuanta en medio del océano que no tenemos suficiente keroseno para llegar al destino pero tampoco tenemos para poder volver y que no hay aeropuerto cercano. Pensar que cuando estemos en el principio del colapso vamos a tener todos los humanos la suficiente conciencia para cambiar y evitar que haya grupos que intenten sobrevivir a costa de los demás es una ingenuidad. Party is over. El éxito del capitalismo ha sido saber aprovechar el carbón, crudo, gas, uranio, etc. pero va a morir de éxito por falta de recursos. Atte. un saludo. Por cierto, hace mas de un año ya me fui desde Madrid a la cornisa cantábrica pero aun así sigo gastando demasiada energía y recursos.
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