Cada año, el 5 de junio celebramos el Día Mundial del Medio Ambiente, que se ha convertido en un día clave para la reflexión y la autocrítica, más aún cuando nos encontramos en un punto de no retorno. La obsesión del neoliberalismo por la captación de los recursos naturales a cualquier precio y su apuesta clara por la utilización de los combustibles fósiles están poniendo en jaque nuestro planeta y su biodiversidad.
Los combustibles fósiles están llevando a nuestro planeta al límite, aumentando la temperatura global en unos registros sin precedentes hasta ahora conocidos. De seguir con este insostenible ritmo, agotaremos los recursos que nos ofrece el planeta para satisfacer nuestras insaciables necesidades, mientras el plástico llega a los lugares más insospechados. Las consecuencias serían catastróficas: necesitaremos tres planetas para satisfacer las necesidades actuales y la temperatura del planeta aumentará más rápido todavía causando daños irreparables.
El cambio climático es una realidad que afecta a millones de personas. Se está contaminando nuestra atmósfera, destruyendo cultivos y alterando ecosistemas con el peligro para la supervivencia de diversa flora y fauna en todo el planeta, produciendo graves sequías e inundaciones devastadoras y convirtiéndonos en espectadores impasibles de cantidad de efectos climáticos y migratorios que presagian el empeoramiento de esta situación.
El futuro que vamos a ofrecer a las presentes y futuras generaciones depende del compromiso de cada uno de nosotros y de los agentes sociales y políticos del mundo entero. Nos encontramos ante el mayor reto al que se enfrenta la humanidad en el siglo XXI. Deberíamos plantearnos seriamente porqué hemos llegado a este punto y porqué somos responsables de las heridas del Planeta: ¿Pensamos seguir maltratando al Planeta a pesar de llevar tiempo mostrándonos su necesidad de sanearse?
La reflexión es muy sencilla. Ahora o nunca. El acuerdo de París ha marcado un antes y un después, pero la actuación debe ser rápida y concreta si queremos dejar un mejor planeta para las generaciones venideras, apostando por un desarrollo sostenible y la reducción de gases de efecto invernadero. Para ello es fundamental la transición energética hacia un modelo limpio, sostenible y respetuoso con el medio ambiente a través de las energías renovables y la eficiencia energética .
No debemos olvidar que no hay mejor política energética que el propio ahorro energético (a pesar del fatídico efecto rebote). No hay mejor futuro para el planeta que una ciudadanía comprometida con él y con los recursos que cada día nos ofrece, simplemente a cambio de respeto. Ahora o nunca.
Por Daniel Senderos Oraá, @danielsenderos
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